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¿La ONU debe tener un nuevo papel? Eso es lo que se preguntan algunos analistas desde el pasado 24 de febrero, cuando Vladimir Putin ordenó la invasión de Rusia a Ucrania. Con el objetivo de mantener la paz y la seguridad mundiales, medio centenar de países fundaron las Naciones Unidas tras la Segunda Guerra Mundial, pensando en que unas reglas de gobernanza global facilitarían la resolución pacífica de los conflictos internacionales. No siempre ha funcionado como se esperaba.
Ahora que este organismo celebra su 77ª sesión de la Asamblea General, con una guerra en curso que ha dejado 6.000 civiles muertos, millares de heridos y 8 millones de refugiados –sin hablar del aumento en el costo de los alimentos derivado de las circunstancias de la guerra–, su servicio en el mundo vuelve a estar en entredicho, sobre todo después de que esta invasión dividió a los miembros con poder de veto del Consejo de Seguridad.
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Pero lejos de ser el único problema, y como parte de un círculo vicioso, la guerra nos da algunas pistas sobre otros temas pendientes para la ONU. Tanto así que el secretario general de este organismo, António Guterres, llevó el asunto más allá, y en 2020 habló de cuatro jinetes del apocalipsis, cuatro amenazas inminentes que ponen en peligro el progreso del siglo XXI: las tensiones geoestratégicas, la crisis climática, la desconfianza global y el lado oscuro del mundo digital. Dos años después, su pronunciamiento parece más vigente que nunca.
Las catastróficas inundaciones en Pakistán, por ejemplo, han cobrado la vida de al menos 528 niños, según las últimas cifras del Gobierno. “Se estima que 16 millones de niños se han visto afectados y al menos 3,4 millones necesitan apoyo inmediato para salvar sus vidas”, se lee en un informe de Unicef. Lejos del cubrimiento de los medios, en Siria la situación también es preocupante.
“La disminución del nivel de agua en las presas y de las aguas subterráneas creó problemas como la salinización del suelo y afectó los cultivos de regadío”, escribió Michael Fakhri, el relator especial sobre el derecho a la alimentación, quien explicó que estas sequías resultaron en una disminución en la producción de alimentos. “La tasa de inseguridad alimentaria [en la región] aumentó hasta su nivel más alto desde el comienzo de la pandemia”, agregó Fakhri.
De ahí que en la agenda del debate, sin duda, estarán aspectos como la crisis climática, la inseguridad alimentaria y el apoyo a los estados vulnerables frente a estas crisis, así como la discusión sobre la responsabilidad internacional de los grandes emisores de gases de efecto invernadero.
Dos temas adicionales: las misiones de paz de Naciones Unidas, sobre todo para quienes están pasando por problemas complejos, particularmente en África subsahariana. Y el desarrollo de “Nuestra Agenda Común”, un asunto que propuso el secretario general, quien plantea una revisión de los términos de la cooperación internacional y el funcionamiento del multilateralismo.
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“Nuestro mundo está asolado por la guerra, golpeado por el caos climático, marcado por el odio y avergonzado por la pobreza, el hambre y la desigualdad. Los conflictos y los disturbios siguen haciendo estragos. La guerra en Ucrania está devastando un país y arrastrando la economía mundial”, sostuvo Guterres al recalcar que la Asamblea General llega en un momento de gran peligro y con las mayores divisiones geoestratégicas desde la Guerra Fría.
Eventos paralelos y encuentros bilaterales
Ambos aspectos son tan o incluso más importantes que la misma discusión en el debate general. “En estos encuentros bilaterales, por un lado, podríamos ver cierta reconfiguración de las alianzas en un contexto de orden internacional cambiante”, sostuvo Jean-Marie Chenou, profesor de la Universidad de los Andes.
Los encuentros entre Japón y Corea del Sur, que podrían llevarse a cabo la próxima semana, son un buen ejemplo. “Son dos democracias con un resentimiento histórico por parte de Corea del Sur, que ha sido colonizada por Japón alrededor de la Segunda Guerra Mundial, pero que ahora se enfrentan a la influencia cada vez más grande de la autocracia, que es China. Es decir, tienen intereses comunes pese a las divisiones históricas”, agregó el analista.
Habría también que decir que el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, hablará en la Asamblea General y planea tener alrededor de 20 reuniones bilaterales al margen del evento. “El secretario general de la ONU ha invitado a la delegación rusa a una reunión”, sostuvo Maria Zakharov, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia.
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Por otro lado, casi todas las agencias de Naciones Unidas desarrollarán eventos paralelos con la intención de mostrar, de una manera mucho más precisa, cuáles son los temas que se van a trabajar. “Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) va a enfocarse en la tuberculosis, el Ébola y las enfermedades infecciosas. A partir de allí, los países decidirán a qué eventos acuden”, le explicó a este diario Rafael Piñeros, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
¿Cuáles eventos adquieren valor significativo? El encuentro versará sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Cumbre de Educación Transformadora y la promoción del Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares. “En noviembre de este año, en Egipto, se llevará a cabo la COP27, por lo que este asunto de adaptabilidad climática también resultará llamativo en estos eventos paralelos”, agregó Piñeros.
Los discursos y el papel de Colombia
Como es costumbre, el presidente de Brasil será el encargado de pronunciar el primer discurso en la Asamblea General. Le seguirán el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y los mandatarios Chile, Jordania, Colombia, Turquía, Kirguistán, entre otros representantes. “Hay que prestarle atención a los discursos de EE. UU., Japón, Alemania, la India, y a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, por ejemplo. Hay países que, sin duda, son significativamente influyentes en el multilateralismo”, comentó Piñeros.
Sin embargo, menciona que para Colombia es importante escuchar a los representantes de la región. “A la larga, es con estos países con los que tenemos que desarrollar relaciones activas, no solo desde el punto de vista bilateral, sino también de encuentro a partir de los diferentes intereses en las agencias de la ONU”, agregó Piñeros. De ahí que son claves los discursos de México, Brasil, Chile, Ecuador y Venezuela. “Esto nos da pistas para entender qué están pensando de temas que son transversales”, comentó.
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Sobre el discurso del presidente Gustavo Petro, Piñeros menciona que no hay que dejar de lado que el mandatario será unos de los primeros diez oradores en la Asamblea General. “Sin duda, hubo un mecanismo importarte de intermediación por parte de la delegación de Colombia; acá hay muchos intereses políticos y se le quiere dar a este discurso un lugar importante”, agregó el analista. Petro podría hablar de la paz total, el medio ambiente y la crisis migratoria, según prevé el analista.
“Sin duda, podría haber un reconocimiento a la embajadora de Colombia ante la ONU; es la primera vez que una persona de una comunidad indígena va a asumir este cargo”, agregó el experto.
¿Una reforma en la ONU?
Este tema no es nuevo en la agenda del multilateralismo. “En cada guerra que la ONU no puede detener, se anuncia su final”, escribió Mariano Aguirre, miembro de Chatham House, en una columna publicada en este diario. Y es que desde la década de 1990 se abrió paso a una discusión mucho más profunda sobre la gobernanza del sistema. “Especialmente, sobre cómo el Consejo de Seguridad se ha convertido en una institución que no refleja ni la repartición de las capacidades de los estados, ni la actuación misma que se desarrolla dentro del sistema”, sostuvo Piñeros.
El analista explica que la figura de miembros permanentes, que favorece sin duda los intereses particulares de EE. UU., Rusia, China, Francia y Reino Unido, no refleja la aportación que hacen otros países como Alemania o Japón. “No hay países africanos con asiento permanente, tampoco países latinoamericanos”, agregó. Pero lo cierto es que, aunque las críticas sean frecuentes, hacer una reforma profunda podría estar fuera de los planes, al menos por ahora.
“Sabemos que es un sistema arcaico y poco útil que no refleja la autoridad. Pero también es cierto que llegar allí fue sumamente difícil. A pesar de que ha sido difícil reformar la estructura inicial de la ONU y del Consejo de Seguridad, no quiere decir que a nivel interno no haya mecanismos que busquen que las distintas agencias, y que el sistema como un todo, trabajen de una manera más eficiente”, concluyó.