Era difícil imaginar un escenario más apocalíptico para la población gazatí en la Franja de Gaza. Por lo menos 61.020 palestinos han sido asesinados, según el recuento del Ministerio de Salud, mientras casi dos millones de personas han tenido que desplazarse forzosamente. Esto ocurre mientras la población de Gaza, sobre todo los niños, muere masivamente de hambre, una emergencia a la que ahora se le ha sumado una crisis de sed. Casi 200 personas, incluidos 96 niños, han muerto por falta de alimentos –la cifra sigue subiendo-. Y quienes se arriesgan a buscar ayuda humanitaria corren el riesgo de ser aniquilados en los mortales centros de la Fundación Humanitaria de Gaza. Y aun así, escribió el comentarista británico Owen Jones, Israel ha elegido un escenario mucho peor que el actual.
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El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, comunicó el viernes que su gobierno aprobó un nuevo plan de cinco puntos para ocupar militarmente la totalidad de la Franja de Gaza. Hasta ahora, solo tres puntos, Ciudad de Gaza, Deir al-Bala y Nusairat, no han sido arrasados por completo. Es allí donde se refugia la mayoría de palestinos. Israel ya controla el otro 75 % del territorio.
No es la primera vez que Israel tomaría el control total de la Franja, ya que lo había hecho en 1967 tras la Guerra de los Seis Días, en una ocupación que se extendió por casi 40 años. Sin embargo, hay diferencias sustanciales entre aquella ocupación y el plan actual de Netanyahu.
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El 5 de junio de 1967, Israel lanzó una ofensiva preventiva contra Egipto, Jordania y Siria. En el frente sur, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) entraron a la Franja de Gaza, que en ese momento estaba bajo control egipcio. En solo unos días Israel logró controlar completamente la Franja, incluida la ciudad de Gaza, pero no había guerrillas internas allí en ese momento. Hoy sería una ocupación en pleno conflicto armado, con resistencia activa dentro del territorio, un alto número de civiles y decenas de rehenes israelíes tomados por Hamás.
Entre 1967 y 2005, Israel construyó asentamientos e invirtió en administración local. Ahora, Netanyahu dice explícitamente que no quiere ni gobernar ni quedarse, sino que piensa en el establecimiento de un gobierno civil alternativo, que no sea Hamás ni la Autoridad Palestina, lo que genera dudas sobre la viabilidad del plan. Esto implica un período indefinido de ocupación militar, sin una autoridad civil clara para asumir el relevo.
Para expertos en seguridad y exmiembros de las FDI, el costo humano y militar podría ser muy alto, tanto para soldados como para los rehenes en manos de Hamás. Todo podría desembocar en una ocupación prolongada y desgastante, como en los años de la Primera y Segunda Intifadas. El teniente coronel (r) Peter Lerner, exportavoz de las FDI, es uno de los críticos del plan. Para él, ninguno de los puntos establecidos por Netanyahu puede cumplirse en realidad.
El desarme de Hamás, dice, “no puede lograrse solo por la fuerza, y mucho menos ocupando ciudades y gobernando a civiles. El desarme requiere diplomacia regional, coordinación internacional y, fundamentalmente, el surgimiento de un gobierno palestino legítimo que pueda reemplazar a Hamás ante su propio pueblo”. Y sobre la desmilitarización de Gaza y la seguridad israelí, reflexiona que “no se puede desarmar a una población por decreto”.
“Me temo que lo que el gobierno llama ‘control de seguridad’ es, en realidad, un eufemismo para referirse a la reocupación y quizás incluso al reasentamiento... Esto tiene enormes consecuencias. Impone a los soldados israelíes una tarea imposible, los expone a amenazas diarias y los coloca en el centro de una crisis humanitaria sin solución. Ya hemos pasado por eso. Abandonamos Gaza en 2005, precisamente, porque era insostenible”, escribió en el medio Jewish News.
El general Eyal Zamir, jefe del Estado Mayor de Israel, concuerda con esto, y advirtió que ocupar completamente la Franja de Gaza requeriría movilizar a unos 200.000 reservistas, según la emisora pública KAN. Además, representa un enorme costo económico: Israel gasta casi US$300 millones en gastos directos por día para atacar Gaza. Zamir expresó su preocupación sobre el agotamiento de sus filas, las aptitudes de los reservistas y el hecho de que los militares se vuelvan responsables de gobernar a millones de palestinos, según le confirmaron funcionarios israelíes a The New York Times.
Pero las objeciones no se limitan al plano estratégico: el costo humano ya se refleja dentro del propio ejército israelí. Las preocupaciones llegan en un momento en el que la salud mental de las fuerzas israelíes empieza a ser objeto de cuestionamientos. Daniel Edri, un soldado de las FDI, es uno de los 16 uniformados que se han quitado la vida luego de su participación en las guerras de Israel. Según “The Jerusalem Post”, “intentaba lidiar con el dolor, las imágenes y los olores que lo atormentaban por sus experiencias en Líbano y Gaza”. La mayoría de soldados que han participado en los ataques a Gaza han desarrollado estrés postraumático.
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Para la doctora Seyda Eruyar, experta en psicología del trauma y profesora asociada de la Universidad Ibn Haldun, esta situación “refleja un fallo sistémico más amplio: uno que no protege ni a los civiles ni a los soldados del colapso ético”, y describe las causas de estas decisiones como consecuencias de un “daño moral, una condición relacionada con el trastorno de estrés postraumático”.
A pesar de las preocupaciones, “el primer ministro Netanyahu parece decidido a seguir su propio camino y cree que es necesario acabar con Hamás, como ha sucedido a lo largo de esta guerra”, señaló el periodista de la BBC Jon Donnington desde Jerusalén. La presión interna y externa, que empieza a notarse cada vez más, es lo único que podría detener las ambiciones de Netanyahu.
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