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La permanencia de Claudia Blum en la Cancillería de Colombia se hizo insostenible desde la semana pasada, cuando los llamados internacionales por la represión durante las protestas recibieron respuestas salidas de tono y poco diplomáticas, haciendo evidente la falta de estrategia del Gobierno colombiano frente a las organizaciones y la comunidad internacional.
Blum, presionada por varios frentes, le hizo llegar al presidente Iván Duque su carta de renuncia “irrevocable” el pasado 11 de mayo; sin embargo, en el Ministerio de Relaciones Exteriores insistieron hasta el miércoles 12 en la noche que “la canciller no va a renunciar”. Al parecer, señalan funcionarios del Gobierno, Blum no quería hacer pública su salida sino hasta final de la semana; pero la información se filtró.
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“Estoy segura de que (...) el país continuará en la senda del desarrollo sostenible, en la recuperación social y económica frente a los efectos de la pandemia y en la consolidación de los consensos que ratifiquen la unidad y fortaleza de nuestra nación”, escribió en su renuncia. Sin embargo, su gestión recibe más críticas que aplausos: los vuelos humanitarios, el reciente discurso en Naciones Unidas y la polémica carta que desde la Cancillería fue enviada a la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, así como su respuesta al presidente argentino, Alberto Fernández, son solo algunas de las polémicas que deja Blum.
De acuerdo con Eduardo Velosa, profesor asociado del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, su desempeño fue bastante pobre. “No se visibilizó una estrategia para tratar de satisfacer los intereses de Colombia en la región o en el sistema internacional. Por supuesto, fue una gestión contextualizada por la pandemia y eso limitó el rango de opciones que podía llegar a tener, pero lo que se vio fue una política exterior sin ideas, sin propuestas, y esto se puede generalizar a la política exterior de Duque; en últimas, es el presidente el que impone las líneas de acción, impone los derroteros y los cancilleres tratan de cumplir sus proyectos”.
Desde Washington, una de las plazas más importantes para el país por la “relación especial con Estados Unidos”, las críticas también llueven. Adam Isacson, de la Oficina de Washington para Latinoamérica, considera que a Blum “le faltó respaldo político o capacidad de gestión. “Tal vez estaba cegada por sus opiniones ultraderechistas, que perjudicaron mucho su credibilidad en el Consejo de Seguridad de la ONU el 21 de abril. Aunque no creo que el gobierno de Iván Duque pueda ganar la batalla narrativa internacional en medio de esta brutal represión, Blum no era la persona adecuada para contar la versión del Gobierno colombiano”.
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Velosa explica que quedan muchos temas pendientes. “La pandemia va a continuar, las marchas siguen teniendo un peso importante, y más importante aún, el presidente sigue siendo el mismo; las líneas de acción que se han trazado, la manera en la que se interpreta el sistema internacional, el sistema regional, y lo que pasa con Venezuela sigue siendo lo mismo. Creo que viene una postura un poco más defensiva, veremos más confrontación nacional con órganos internacionales”.
Jean-Marie Chenou, profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, “sería importante cambiar la narrativa frente a la crisis que se vive en este momento en Colombia, por lo menos a nivel internacional. Además, hay que desligar la política internacional de la política nacional. Entiendo que hay intereses políticos e ideológicos que llevan al Gobierno a tomar ciertas decisiones, pero a nivel internacional hay que cambiar la narrativa, porque ese discurso de que estamos luchando contra vándalos y terroristas, simplemente no está funcionando”.
El experto explica que lo que se ha visto estos días a nivel internacional es muy grave para la imagen del país, por lo que la nueva persona que asuma la Cancillería debería cambiar el discurso, “tratar de no vender el cuento, que puede funcionar en el círculo uribista a nivel nacional, pero no a nivel internacional, de que los desmanes se deben a vándalos y terroristas. Ese sería el primer paso, tratar de ganar la confianza de los aliados presentando y difundiendo la voluntad de diálogo”.
La persona que estaría al frente de la Cancillería, en reemplazo de Blum, sería Adriana Mejía Hernández, viceministra de Asuntos Multilaterales, graduada en Finanzas y Relaciones Internacionales y quien ha estado en el Ministerio desde 2006. Se desempeñó como viceministra de Asuntos Multilaterales del Ministerio de Relaciones Exteriores entre 2006 y 2010; también ejerció como viceministra de Cultura; Directora de Seguridad Pública de la Organización de los Estados Americanos – OEA, entre otros cargos. ¿Es el perfil que se necesita? Eduardo Velosa, profesor de la Javeriana, dice que “lo que se necesita es un cambio de orientación que le permita, por ejemplo, plantear unos mínimos comunes de relacionamiento con Venezuela y una perspectiva más amplia de lo que está pasando en la región para empezar a involucrarnos”.
Frente a Estados Unidos, explica que Duque le apostó a Trump y se le olvidó el Congreso. El analista Chenou, de los Andes, señala que “sería importante tener una persona muy carismática, muy reconocida a nivel internacional, que pueda de algún modo tratar de reparar los errores que se cometieron en los últimos años, porque la política exterior de este gobierno ha sido problemática desde que empezó”.
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Por su parte, Víctor Mijares profesor de Ciencia Política y coordinador de la Maestría en Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes, señala que la nueva canciller será una persona de trámite, que tratará de mantener estabilizada la nave de cara a las elecciones de 2022. “Aunque no será trascendente, se necesita que sea muy ecuánime y que se centre fundamentalmente en los asuntos consulares. Hay asuntos consulares que tienen a 400.000 colombianos en Venezuela sin asistencia. Y tenemos también a casi dos millones de venezolanos en Colombia sin asistencia consular, con lo cual eso nos genera una situación de casi 2,5 millones de personas que estarían entre los dos países sin esa asistencia que además es un derecho humano. La estrategia de derrocar a Maduro fracasó, se necesita abrir canales de comunicación”.
