La coalición de centro-derecha del partido dominante PLD y su aliado Komeito se quedó corta en las elecciones de la Cámara Alta de la Dieta o parlamento nipón. Apuntaba a ganar 50 de los 125 escaños en disputa, para mantener su precaria mayoría, pero solo logró 47, y ahora el primer ministro Shigeru Ishiba promete seguir en el cargo “por el bien del país”.
Ishiba ya había perdido la mayoría en la Cámara Baja en las elecciones generales de octubre. Eso significaba un menor margen de maniobra para aprobar las medidas propuestas para afrontar una crisis que no ha hecho sino agravarse con los aranceles del presidente estadounidense Donald Trump y un alza de precios que ha ido más rápido que los aumentos salariales.
Con una oposición altamente fracturada, es improbable que alguna fuerza tenga posibilidades de promover la salida de Ishiba del poder, además de que la Cámara Alta no tiene facultades para impulsar una moción de censura. Pero los objetivos de Ishiba lucen ahora más difíciles de alcanzar que antes.
“Seguimos siendo el partido con mayor representación. A pesar del duro golpe y las muchas dificultades, mucha gente nos ha apoyado firmemente”, dijo este lunes el primer ministro en una conferencia de prensa en la que ratificó su disposición a continuar en el cargo.
“Si bien siento dolorosamente mi seria responsabilidad por los resultados de las elecciones, creo que también debo cumplir con mi responsabilidad que tengo por el país y la gente para no hacer que la política se estanque o vaya a la deriva”, agregó el mandatario, cuya gestión se ha visto empañada por escándalos de corrupción.
La profecía autocumplida de los aranceles
El desafío más inmediato de Ishiba, negociar un acuerdo de aranceles antes de que el 25% impuesto unilateralmente por Donald Trump entre en vigencia el 1 de agosto, ya está en marcha. El ministro de Finanzas Ryosei Akazawa viajó a Washington para una octava ronda de discusiones.
Pero Trump ha elevado la vara, porque ya no solo se queja del déficit comercial, sino que apunta directamente a dos objetivos que lucen inviables: impulsar la venta de autos estadounidenses en un país donde el 8% de la fuerza laboral está precisamente en el sector automotor, y hacer crecer las importaciones de arroz norteamericano en Japón, aun a costa de la seguridad alimentaria puertas adentro.
El arroz es el ingrediente básico de la dieta nipona, y está atravesando un periodo de escasez histórico, luego de que una ola de calor extrema dañara parte de la cosecha del año pasado. Una alerta gubernamental sobre un “megaterremoto” inminente disparó las compras nerviosas, y con ello agravó la falta de disponibilidad del producto en los anaqueles.
Los precios del arroz se duplicaron en un año y este cereal se convirtió en un factor para inclinar la balanza electoral el 20 de julio.
Ahora Trump pretende que Japón compre más arroz cultivado en su país, a pesar de que los agricultores locales ya se han quejado de cómo los han afectado las importaciones de menor calidad, y también a pesar de que Estados Unidos atraviesa su propio déficit en los inventarios nacionales del grano.
Atender las demandas del líder republicano para negociar un acuerdo arancelario pondría a Ishiba en contra de dos de los sectores más poderosos de su propio país: el de automóviles y el de productores de arroz, y, sin duda, a merced de los ataques de la fuerza que más impulso ganó en las urnas, el Sanseito de Sohei Kamiya.
El origen de la fuerza en ascenso
Sanseito se convirtió el 20 de julio en el tercer partido opositor con mayor representación, al lograr 14 escaños en la Cámara Alta, 12 más de los que tenía previamente, y suficientes para presentar sus propios proyectos de ley.
Su líder Sohei Kamiya tiene una excelente plataforma para comenzar a venderse como el hombre capaz de sentarse a negociar con Donald Trump, porque precisamente se inspiró en sus ideas de “hacer a Estados Unidos grande otra vez” para acuñar su lema de “Japón primero”.
Los orígenes de Sanseito se remontan a la pandemia del Covid-19, cuando Kamiya, un antiguo gerente de supermercado y concejal por la ciudad de Suita, en Osaka, comenzó a usar su canal de YouTube para diseminar teorías conspirativas contra las vacunas y las élites de poder globales que según él se enriquecían e imponían el terror a través de la amenaza de la enfermedad.
El partido ha puesto de relieve el tema del combate a la inmigración en un país en el que la cifra de residentes extranjeros alcanzó en 2024 un récord de 3,76 millones, el 3% de la población total.
Sanseito promueve poner límites a los extranjeros, que según sus propuestas no deberían exceder el 5% de los ciudadanos de cada municipio, y esa cifra incluye a trabajadores calificados y turistas, que el año pasado alcanzaron 36 millones, y en los seis primeros meses de éste ya suman 21,51.
Además, impulsa límites a la naturalización, promete hacer más difíciles de cumplir los trámites para una residencia permanente y asegura que buscará prohibir que los nacionalizados aspiren a cargos públicos.
La fuerza ultraderechista también aspira a reformar la constitución para eliminar algunas garantías sobre derechos humanos, igualdad y libertad de culto, mantener el veto al matrimonio igualitario y desmontar cualquier avance en el reconocimiento de la comunidad LGBTIQ+.
Kamiya ya ha prometido colaborar con la coalición gobernante, siempre que sea en políticas que vayan en línea con su agenda conservadora. Eso pone a Ishiba en una posición de verse forzado a concesiones que en otras circunstancias no hubiera hecho, y a Japón ante el riesgo de que una opción populista y disruptiva como ésta prospere en tiempos de descontento social.
Otro partido conservador, el Partido Democrático para el Pueblo, cuadriplicó su representación en la Cámara Alta, pasando de cuatro a 17 escaños. Con Kamiya dispuesto a hacer alianzas “al estilo” de la ultraderecha europea, esa opción puede verse favorecida en Japón.
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