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Salvar su gobierno y lograr el apoyo de Trump: el ajedrez político de Netanyahu

El republicano se estrena en la Casa Blanca con la visita del líder israelí, el primer actor internacional en visitarlo en la Oficina Oval en esta segunda administración. En medio de la tregua con Hamás y un posible quiebre de su coalición, se juega las cartas para acercarse a posibles socios árabes y, si no, obtener el respaldo estadounidense en sus acciones dentro de territorio palestino.

María José Noriega Ramírez

03 de febrero de 2025 - 08:00 p. m.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, partió el domingo rumbo a Washington para su reunión con el presidente estadounidense, Donald Trump.
Foto: Government Press Office (GPO)/EFE
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La última vez que Benjamin Netanyahu estuvo en Estados Unidos fue para participar de la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, donde se refirió a su enemistad con Irán y a que Israel estaba “ganando” en su asedio a la Franja de Gaza, que ha dejado más de 46.000 víctimas mortales. También mencionó su interés de ampliar la relación con otros países árabes, entre ellos Arabia Saudita, usando un polémico mapa en el que se veía Cisjordania como parte de Israel. Dos meses antes, hablando ante el Congreso estadounidense, dijo algo parecido: que no se conformaría “con nada menos” que con una “victoria total” en el enclave palestino y que el “eje del terror” iraní se enfrentaba a Estados Unidos, Israel y sus amigos. Ahora está de regreso a suelo estadounidense, esta vez como el primer jefe de Gobierno que se reunirá con el recién posesionado Donald Trump.

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Si ese discurso en el Legislativo de Washington estuvo permeado por las protestas a favor de la causa palestina en las universidades estadounidenses, ahora, alistándose para su encuentro con el republicano, previsto para el martes, Netanyahu se encuentra en una posición diferente: además de tener una orden de arresto por parte de la Corte Penal Internacional, está en medio de una nueva tregua con Hamás, cuyas negociaciones para una segunda fase empiezan esta semana bajo la presión de las familias de los rehenes y de algunos miembros de su coalición que, en desacuerdo con el cese al fuego, amenazan con romperla. Eso coincide con el cambio de mando en Estados Unidos. Es decir, su llegada a Washington se da en momentos en los que las fuerzas políticas están cambiando y el poder se está reorganizando.

Internamente, Netanyahu está siendo presionado por su gabinete para que siga con la guerra. El partido político Sionismo Religioso, del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, no respalda el cese al fuego y el intercambio de rehenes, e insistió en que su continuidad en el gobierno depende de que el asedio a Gaza continúe hasta que Hamás sea militarmente derrotado. El problema está en que el grupo islamista palestino, que llevó a cabo el ataque del 7 de octubre de 2023, en el que 1.200 personas fueron asesinadas y 250 fueron secuestradas, dijo que no liberará más rehenes en la segunda fase del acuerdo si las fuerzas israelíes no se retiran completamente de Gaza y si no acaba la ofensiva por completo.

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“Hoy, las dinámicas de poder son diferentes”, o al menos eso cree Hugh Lovatt, investigador sénior de política en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores: “Netanyahu está en una posición más débil, mientras lucha para salvar a su coalición del colapso por la continuación del alto al fuego y la eterna cuestión del alistamiento de los ultraortodoxos en las Fuerzas de Defensa de Israel. Además, mientras se sentía capaz de oponerse a Joe Biden, tanto en privado como en público, sabe que eso no lo puede hacer con Trump. El republicano tiene más influencia sobre él que la que pudo tener el demócrata en su momento”.

Netanyahu destacó el hecho de que será el primer líder en ser recibido en la Oficina Oval por la nueva administración, algo que, en palabras suyas, “es testimonio de la fortaleza de la alianza entre Israel y Estados Unidos, y de la relación que ha dado importantes resultados”, como los Acuerdos de Abraham, que llevaron a la normalización de las relaciones con Emiratos Árabes Unidos y Baréin, algo calificado como un logro de la política exterior del primer gobierno de Trump. Si bien el presidente y sus funcionarios tienen una línea más favorable a Israel y su actual gobierno, hay que tener en cuenta que la ofensiva contra Gaza ha maltratado las relaciones con los vecinos árabes.

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Manuel Camilo González, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Javeriana, cree que llegar a algo parecido a la normalización de relaciones con Arabia Saudita permitiría completar el círculo de alianzas en la región y así asegurar cierta estabilidad, a partir de mayores oportunidades comerciales y de inversión. Sin embargo, también considera que la acogida de Catar a miembros de Hamás y la exigencia de los saudíes de lograr una solución de dos Estados dilataron la relativa armonía que dejaron, en cierto sentido, los Acuerdos de Abraham. De ahí que el docente considere que la reunión entre el republicano y el primer ministro israelí, de alguna forma u otra, podría contemplar una cuestión espinosa para ambos lados del conflicto: el futuro de Palestina.

Aunque la solución de dos Estados es considerada por algunos como algo imposible de lograr, más aún ante el escenario de devastación y destrucción que han dejado las acciones israelíes en Gaza, Lovatt cree que esa debe seguir siendo la apuesta, evocando a un Estado palestino conformado por Gaza y Cisjordania, con Jerusalén este como capital: “Aunque es un proyecto a largo plazo, el foco debería estar en construir los cimientos para ello, incluyendo la reconciliación palestina y los incentivos para que, tras una ocupación de años, Israel se retire de territorio palestino”. Eso es difícil, no solo porque se estima que en Cisjordania hay unos 700.000 colonos israelíes, sino porque, como lo plantea el analista, Netanyahu puede salir del encuentro con Trump con más apoyo a la anexión israelí.

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