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En el video de Descansen en Paz, que el rapero QBA (quiu bi ei) subió en septiembre de 2016, se ve a una persona amordazada a la que, al final de la canción le rocía gasolina y lo enciende en llamas. Las imágenes, que de por sí eran macabras, se hicieron realidad, con algunos ajustes cuando, según su confesión a las autoridades, el cantante, también conocido como Christian Omar “N” admitió haber disuelto en ácido el cuerpo de tres estudiantes de cine secuestrados en la localidad de Tonalá, Jalisco.
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“La mala vida nos rodea a todos”, canta Christian Omar en uno de sus 70 videos, en el que también cuenta la historia de un niño con talento para el fútbol que termina envuelto en la adicción y el mundo del crimen, un paisaje que no le era del todo ajeno pues, antes de participar en el caso de los estudiantes de cine, habría sido parte de otros tres homicidios, según informó la jefa de la investigación, Lizette Torres.
El lunes 23 abril, más de mes después de la desaparición de Salomón Aceves Gastélum, Daniel Díaz y Marco Ávalos, las autoridades mexicanas confirmaron que los jóvenes habían sido torturados y asesinados por el Cártel Jalisco Nueva Generación, una de las organizaciones criminales más poderosas del país.
La noticia llegó en plena campaña electoral y sacó a la calle a decenas de estudiantes: “La absurda guerra contra el narco se está llevando a compañeros y no lo permitiremos más”, le dijo a la AFP Jesús Medina, dirigente estudiantil de la Universidad de Guadalajara. La queja viene acompañada por cifras: en México, más de 200.000 personas han sido asesinadas y otras 30.000 están desesperadas desde que, en 2006, el gobierno lanzó su ofensiva militar contra las mafias del narcotráfico.
-¿En la finca de un narco?-
La historia comenzó en julio de 2015, cuando Diego Gabriel Mejía, miembro de la organización delictiva Nueva Plaza fue detenido. Mejía dejó una propiedad a las afueras de Guadalajara, la misma a la que el domingo 18 de marzo, Salomón Aceves llegó junto a su novia y otros tres compañeros.Allí también llegó una de sus primas en compañía de una amiga. La idea era grabar un cortometraje, pero solo las mujeres y uno de los estudiantes, que decidió tomar un taxi para regresar a su casa, lograron salvar sus vidas.
Edna Judith Aceves, la tía de Salomón, siempre dijo que la propiedad estaba a nombre suyo, pero lo cierto es que seguía siendo propiedad de Mejía, que por esos días estaba por salir de prisión y en la mira de los miembros de Jalisco Nueva Generación.
Cuando terminaron de grabar, los jóvenes emprendieron camino con rumbo a Guadalajara en dos automóviles, uno de ellos un Chrysler 300 al que le empezó a salir humo del capó. Los jóvenes pararon a repararlo cuando un grupo de sicarios subidos en dos camionetas y cubiertos con pasamontañas llegaron al lugar donde estaban varados. Tenían placas de la Procuraduría General y no tardaron mucho en llevarse con amenazas a los tres jóvenes.
-Suspicacias-
Con el tiempo, los detalles escabrosos de la operación, como el papel del rapero QBA fueron saliendo a la luz, pero todavía quedan cabos sueltos.Desde el comienzo, la Fiscalía sostuvo que los hechos habían sido perpetrados por un grupo profesional, algo que no concuerda con el hecho de haber confundido a un capo de 35 años con un grupo de estudiantes donde el de mayor edad no pasaba de los 25.
También despierta suspicacia la detención de la tía de uno de los jóvenes. A raíz de las investigaciones por el secuestro, Edna Judith Aceves, la tía de uno de los estudiantes y la supuesta propietaria de la finca donde los estaban reunidos, fue detenida por trata de blancas. Al parecer, la mujer tenía a su cargo una red de clínicas estéticas donde se ofrecían “masajes para hombres”.
Recientemente, la ONU denuncio las irregularidades en otro caso emblemático de desaparición de estudiantes.
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Según el Alto Comisionado de los Derechos Humanos hay “fuertes elementos de convicción sobre la comisión de tortura, detenciones arbitrarias y otras violaciones de derechos humanos” en la investigación por el asesinato y desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, una sombra difícil de ingorar en este caso con ingredientes parecidos al de la masacre de Iguala.