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Irán lanzó esta semana una ofensiva diplomática y mediática en toda regla por la próxima comparecencia de su presidente ante la ONU. Dispuesto a ejecutar el giro en política exterior que prometió durante su campaña electoral, Hasán Rohani ha intercambiado mensajes de buena voluntad con su homólogo estadounidense, Barack Obama; liberado a una docena de presos políticos y reiterado alto y claro que su país no busca dotarse de una bomba atómica. El cambio de tono con respecto a su predecesor resulta evidente; los analistas debaten hasta dónde puede llegar el cambio de contenido.
“Hemos repetido una y otra vez que bajo ninguna circunstancia buscaríamos (desarrollar) armas de destrucción masiva, incluidas las nucleares, y no lo haremos”, respondió categórico Rohani cuando se le preguntó durante una entrevista con la cadena de televisión estadounidense NBC, emitida el jueves, si renunciaría a esas armas.
Desde que se descubrió su programa nuclear secreto en el verano de 2002, Irán ha negado que tuviera carácter militar. El líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, ha subrayado además que las armas nucleares contradicen los valores islámicos. Sin embargo, tras los ocho años de provocaciones y medias verdades de Mahmud Ahmadineyad, las palabras de su sucesor han sonado como si hubieran sido pronunciadas por primera vez. Por supuesto es Jamenei, de 74 años, quien tiene la última palabra en los asuntos de seguridad nacional, pero da la impresión de que tanto el presidente como el líder están en sintonía.
A principios de esta semana, en dos intervenciones diferentes, Jamenei y Rohani pidieron a los Guardianes de la Revolución (Pasdarán) que se mantengan al margen de la política. El doble mensaje resulta especialmente significativo. Los Pasdarán, que han ganado un enorme peso económico y político durante los últimos años, son los custodios tanto del programa nuclear como del de misiles. Cualquier compromiso que limite esos proyectos reduciría su influencia. Además, aunque no se trata de un bloque monolítico, ese ejército ideológico es uno de los pilares de los duros del régimen cuyo recelo hacia el pragmatismo del nuevo presidente no es ningún secreto.
“Este gobierno se inicia con plenos poderes y tiene total autoridad”, afirma en la entrevista Rohani, sabedor de las dudas que suscita su apuesta por el diálogo y la negociación. “He encomendado el dossier de las negociaciones nucleares al Ministerio de Exteriores. El problema no partirá de nosotros. Tenemos suficiente margen político para resolver el asunto”, añade, preparando el camino para el discurso que va a pronunciar el próximo martes ante la Asamblea General de la ONU.
Para sorpresa de propios y extraños, el mismísimo Jamenei ha dado credibilidad a esas declaraciones al afirmar ante los Pasdarán que no se oponía a una cooperación más flexible con la comunidad internacional. “No me opongo a los pasos diplomáticos adecuados, y aún creo en lo que hace años denominé la flexibilidad heroica”, manifestó el líder tras hacer una metáfora con los luchadores que, a pesar de su fuerza, a veces tienen que ceder por razones tácticas sin olvidar quién es su rival y enemigo.
Jamenei no se refirió de forma directa al diálogo bilateral con Estados Unidos, un tabú desde que ambos países cortaran relaciones a raíz del asalto a la embajada estadounidense en Teherán. Tampoco mencionó las negociaciones nucleares, estancadas desde cuatro años. Sin embargo, muchos analistas lo han interpretado en ese sentido.
En opinión de Saeed Kamali Dehghan, las palabras del líder son “el signo más claro hasta ahora de que Rohani tiene la autoridad para llevar a cabo conversaciones directas con EE.UU. y ofrecer compromisos en las conversaciones nucleares”. Esa lectura ha desatado las especulaciones sobre la posibilidad de desbloquear una crisis que se ha convertido en un callejón sin salida tanto para Irán como para EE.UU. y sus aliados.
“Hay varios datos que sugieren que Irán se está preparando, y preparando a su opinión pública, para un compromiso nuclear”, ha afirmado Karim Sadjapour, investigador del Centro Carnegie para la Paz Global.
La ofensiva diplomática de Rohani empezó desde su investidura, con la invitación, por primera vez, a los presidentes de los países con los que Irán mantiene relaciones. Dijo entonces que la distensión con Occidente era crucial para resolver los problemas internos de su país. Luego felicitó vía Twitter a los judíos por la festividad de Rosh Hashana, una diferencia significativa con su predecesor que se dedicaba a cuestionar el Holocausto.
Entre tanto, aunque sólo se ha sabido ahora, intercambió mensajes con Obama, cuya felicitación por haber sido elegido respondió en un tono que ha llevado al estadounidense a señalar que “busca el diálogo de una forma que no hemos visto antes; así que debemos intentarlo”. Incluso la liberación el jueves de una docena de presos políticos se interpreta como un paso para reparar las relaciones con Occidente, cuyas sanciones están arruinando al país.
“Los iraníes están decididos a salir del atolladero, pero sin duda esperan también una respuesta de la otra parte”, interpreta una fuente diplomática europea en Teherán.
La impresión general de los observadores es que hay avances. Los últimos acontecimientos, incluido el acuerdo que ha evitado el ataque estadounidense a Siria, parecen estar dando crédito a Rohani y su equipo. “Los iraníes, que han sufrido en carne propia el horror de las armas químicas, contribuyeron a convencer a Al Asad”, asegura un analista. Además, tras el descalabro de la Primavera Árabe, Irán destaca como un ejemplo de estabilidad.
No todo el mundo lo tiene tan claro. Los duros, tanto en Occidente como en el propio Irán, se muestran escépticos, e incluso dispuestos a arruinar la fiesta. Desde fuera, con los dirigentes israelíes a la cabeza, se recuerda que la República Islámica ya ha defraudado antes las expectativas. La desconfianza es recíproca. Los guardianes de las esencias iraníes advierten de engaños anteriores. Sólo el penoso estado de la economía los obliga a conceder un tiempo de gracia al nuevo presidente.
Rohani se ha mostrado prudente. No da puntada sin hilo. Por eso, aunque en la entrevista con la NBC no ha descartado verse con Obama en la ONU, no es previsible que tengan un mano a mano. La Casa Blanca ha dicho que no hay planes. “Es un salto excesivo. No encaja con cómo hace las cosas y le causaría más problemas que beneficios dentro de Irán”, opina el diplomático antes citado. Sin embargo, si la casualidad hiciera que los dos mandatarios se cruzaran en un pasillo, la cortesía persa se impondría.