Publicidad

Sobre la cuestión catalana

Tras varios meses de politización y polarización acerca de si se podía o debía desarrollar una consulta soberana que decidiera el devenir de Cataluña como nación política, finalmente, con la posición de Artur Mas de acatar las indicaciones del Estado español, parece que la reivindicación soberanista entra en una difícil tesitura.

Jerónimo Ríos Sierra *
15 de octubre de 2014 - 04:25 a. m.

Comienza una etapa de exigencias, de mayor profundidad democrática, de más política y de mejores políticos con los que buscar una salida a esta cuestión que finalmente no es ni mucho menos nueva, presente ya en la II República, con motivo de un estatuto catalán de 1932 que enfrentó las posiciones de dos intelectuales como Manuel Azaña y José Ortega y Gasset.

A modo de pasos a seguir, una primera urgencia pasaría por la dimisión de Artur Mas, un político que ha capitalizado la cuestión catalana, especialmente desde la Diada de 2012, como su razón de ser política. Razón de ser que abandona, aun cuando sabía de la complejidad del intento, y que, todo sea dicho, le sirvió como cleavage para invisibilizar una gestión basada en endeudamiento, recortes y desmantelamiento del bienestar.

Tras ello, y dada la inicial inconstitucionalidad de la consulta, las opciones frente a la misma sólo pueden ser dos. O desobediencia civil el 9 de noviembre y realización de la consulta en los mismos términos, o convocatoria de elecciones en las que el issue fundamental sea la referida cuestión soberana. No obstante, ambas terminan por ser una manifestación de legitimidad que, no olvidemos, no es sino la primera causa de la democracia.

Un tercer ejercicio sería de pedagogía democrática. Primera lección: la democracia se construye con legitimidad y convicción ciudadana. Legitimidad antes que una legalidad que, como sucede con el caso catalán, es fundamento idóneo para preservar el statu quo. Segunda lección, proveniente de la historia: toda nación cultural debe disponer finalmente de la opción de poder erigirse en nación política. Tercera lección, derivada de la sociología: según el teorema de Thomas (1923), si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias.

Quizá la desatención sobre lo anterior explique que España sea uno de los seis países del mundo que hasta el momento no han reconocido ninguno de los tres procesos recientemente discutidos en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas: Palestina, Kosovo y Montenegro.

 

* Profesor U. Santo Tomás.

Por Jerónimo Ríos Sierra *

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar