La recta final de la campaña a la Presidencia de Brasil difícilmente podría ser más intrigante. En el mano a mano actual entre la presidenta, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, y el retador Aécio Neves, del Partido Social Demócrata, comenzó la fase de los señalamientos con dedo firme, esa dinámica en la que los candidatos incrementan la vigilancia de su rival y la denuncian mientras ocultan sus propios puntos flacos: el escándalo que pasó desapercibido, la promesa incumplida, las cifras poco amables.
Así transcurrió el último debate, que coincidió con la publicación de un sondeo de Ipsos: 51% de la intención de voto para Neves y 49% para Rousseff. Con un 2% de margen de error y un empate técnico en la víspera, el resultado bastó para poner al Partido de los Trabajadores en aleta máxima. Mientras la presidenta intenta ligar a Neves con el exmandatario Fernando Henrique Cardoso —su principal asesor económico, Armínio Fraga, fue ministro de Cardoso en una de las peores etapas de la economía brasileña—, su opositor se enfoca en lucir impenetrable, denuncia la crisis de la petrolera estatal Petrobras como una consecuencia del actual gobierno y elogia el paso de Luiz Inácio Lula da Silva por la Presidencia. Para él, Lula, la insignia del PT, hizo un gran trabajo en ocho años, que en los últimos cuatro, con Rousseff, está terminando en escombros.
Dilma Rousseff, quien ha visto en los avances sociales de los últimos 12 años su carta de presentación, no tiene mucho tiempo para analizar la estrategia que la ponga de vuelta al frente del favoritismo. En semana y media, Neves logró igualarla, después de que en la primera vuelta ella obtuviera el 41,59% de los votos y él 33,55%. Además, la mandataria no tiene a quién recurrir. Su carrera es en solitario, sin más aliados que su partido.
La esperanza de que Marina Silva (21% de los votos en la primera vuelta) recordara su pasado en PT y se uniera a su causa se esfumó hace tres días, cuando la excandidata expresó su apoyo al opositor. Es como si la noche le hubiese caído de golpe a la presidenta. Eduardo Jorge, del Partido Verde; Pastor Everaldo, del Partido Social Cristiano, y Levy Fidelix, del Partido Renovado Trabajador Brasileño, se alinearon a favor de Neves. La única que no lo hizo fue Luciana Genro, que consiguió un millón y medio de votos por el Partido Socialista y Libertad (PSOL). Para ella, el voto en blanco, nulo o por Dilma sirven para el mismo propósito.