Torre de Tokio: futuro dopado

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

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Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
02 de julio de 2023 - 01:30 p. m.
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Foto: EFE - KIMIMASA MAYAMA
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Una conversación sobre la odisea de los niños uitotos en la selva colombiana y el papel de una sustancia psicotrópica en su feliz rescate desembocó en el tema de los estimulantes usados a diario por millones de empleados y estudiantes japoneses para hacer más llevaderas y productivas sus jornadas.

La escasa información sobre los rituales indígenas en la noticia latinoamericana más feliz en lo que va de año me llevó a vaticinar, además del documental y la infaltable serie, un aluvión de explicaciones en la prensa mundial sobre la también llamada ayahuasca y su función en una misión que, según se dijo, aunó tecnología con saber ancestral.

Mencioné luego unas botellitas de color marrón presentes en la vida laboral y académica de Japón desde los años 60 que, aparte de aliviar la fatiga, prometen un ascenso anímico y energético similar al descrito por quienes mastican hoja de coca en los Andes para combatir hambre, sed, cansancio y mal de alturas.

Las venden en supermercados, farmacias y máquinas expendedoras de todo el archipiélago bajo la clasificación de “bebidas nutritivas”.

Con textura y sabor de jarabe expectorante, son un coctel químico de vitaminas y componentes aprobados como los aminoácidos, el guaraná, la cafeína y la taurina, que promete poner cuerpo y alma en modalidad turbo.

Algunas marcas pueden costar cuatro o cinco veces lo que un refresco normal. Han dado lugar a una industria multimillonaria y hacen pensar en una masa de adictos trabajadores cuya inyección de energía contribuye al producto interno bruto de la tercera economía del mundo.

Los primeros usuarios que vi botella en mano, y en la misma actitud de Popeye vaciando en su garganta la providencial lata de espinacas, fueron unos sudorosos vendedores que recargaban baterías antes de terminar de tocar la puerta del centenar de hogares que les quedaban por visitar en un barrio residencial de Tokio.

Estudiantes de corta edad beben versiones mucho más dulces catalogadas de “bebidas energéticas”, como el famoso Red Bull, mientras sus madres agonizan al verlos estudiando hasta primeras horas de la madrugada propulsados por una bebida azucarada cuya alta dosis de cafeína representa una seria amenaza para la salud y el desarrollo del niño.

Con un sistema educativo y un mercado laboral cada vez más exigentes, las bebidas nutritivas y energéticas se perfilan como un componente imprescindible de un futuro que, como en tantas novelas de ciencia ficción, se vislumbra inclemente.

Exaltar el heroísmo de los niños indígenas colombianos y sus salvadores dará para un documental típico de supervivientes. La conexión entre las sustancias ancestrales y los estimulantes modernos que ofrecen ráfagas de estímulos puede ofrecer otra perspectiva, problemática pero tal vez más reveladora.

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Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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