
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Decir que un género literario se está echando a perder por el calentamiento global puede parecer exagerado, pero es lo que afirman los practicantes del haiku, la poesía japonesa conocida por celebrar, en solo 17 sílabas, los prodigios meteorológicos y biológicos de cada estación.
Las alarmas literarias se activaron desde que organismos como las Naciones Unidas, la Unesco o especialistas en fenología (la ciencia que conecta biología y clima), empezaron a advertir de las graves consecuencias del aumento de luz solar en los países del hemisferio norte.
Las subidas de temperatura acortarán la primavera y el otoño, las dos estaciones favoritas de las abejas, las flores, los osos y, también, predilectas de muchos poetas por su asociación con temas como la renovación, la esperanza, la melancolía o lo efímero de la existencia.
Los más ortodoxos practicantes del haiku exigen que cada poema contenga una palabra clave (como “ruiseñor”, “sopor” o “copo”) para transmitir la esencia de cada estación.
Facilitan su labor unos exhaustivos diccionarios de términos estacionales donde acuden para encontrar la fragancia precisa de las hojas de arce caídas en otoño o el sustantivo justo para evocar el insistente estridor de la veraniega cigarra.
Con los cambios de clima, se teme que estos ordenados glosarios pierdan vigencia. En algunas regiones de Japón los cerezos ya florecen antes de tiempo y algunas aves migratorias llegan con retraso.
Hay pájaros que, al parecer, se equivocan de país y, engañados por la buena temperatura y el intenso verdor, aterrizan en un bosque nipón en vez de seguir su viaje hasta Filipinas.
Debido a la fuerte conexión con la naturaleza de otras disciplinas japonesas, como la gastronomía y la literatura, el cambio climático es una preocupación cada vez más presente en las conversaciones culturales.
Pero conscientes de que hay asuntos más graves que desbarajustar un estilo poético oriental, algunos promotores del haiku sugieren usar sus poesías para concientizar al porcentaje de humanidad que aún considera la ecología una conspiración ideada por los enemigos del petróleo.
Que un científico puede ser poeta e intentar ser agente de cambio a través de la poesía, fue demostrado por el especialista norteamericano en climatología, Gregory Johnson, que resumió un arduo informe de dos mil páginas sobre el calentamiento global en 19 haiku con sus respectivas ilustraciones.
Johnson lo puso a disposición de los hispanohablantes y, aunque advirtió que en muchos de sus versos la traducción no logra la métrica reglamentaria, transmite el sentido de urgencia y nos recuerda nuestra responsabilidad.
Uno de sus versos, ilustrado con una acuarela de unos columpios vacíos, dice: En cuarenta años /Los niños y las niñas vivirán en un mundo/ Formado por nuestras decisiones.
👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.