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Túnez, camino hacia la democracia

La ausencia de militares que perpetuaran el anterior régimen y la nueva división de poderes hacen de la de Túnez una revolución ejemplar.

Daniel Salgar Antolínez

24 de noviembre de 2011 - 12:02 p. m.
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Las revueltas que derrocaron al mandatario de Túnez, Zine El Abidine Ben Alí, fueron inspiración de los levantamientos populares que ya destronaron a autócratas en Egipto, Libia y Yemen y de los que aún se presentan en Siria, Bahréin y Marruecos. Pero ninguna de las manifestaciones desencadenadas ha logrado un éxito similar a la tunecina. El proceso de transición en Túnez se proyecta hacia la democracia, aunque aún no soluciona la crisis socioeconómica que desató las protestas.

La manifestación comenzó en diciembre de 2010 y logró de modo pacífico —a pesar de los cerca de 300 muertos— que Ben Alí dejara el poder para exiliarse en Arabia Saudita el 14 de enero de 2011. Desde entonces, el proceso de transición ha resultado ejemplar: en menos de un año los tunecinos celebraron los primeros comicios democráticos para elegir una Asamblea Constituyente que ahora redacta su nueva Constitución.

Las razones que han dado lugar a una transición que, según Robert Malley, director del Grupo Internacional de Crisis para Oriente Medio y el Norte de África, es dentro de la Primavera Árabe “la que más posibilidades de éxito tiene en su camino a la democracia”, van desde el creciente activismo social hasta la asociación de fuerzas políticas que superan sus disensos.

Tras la salida de Ben Alí no hubo militares que intentaran perpetuar el antiguo régimen, como sucede en Egipto. El exmandatario no fortaleció al Ejército, porque desconfiaba de un posible golpe de Estado. Y, en efecto, según Malley, “al final, los militares fueron leales al Estado, no al régimen. Incluso los servicios de seguridad fueron tratados con desconfianza por Ben Alí, con excepción de la guardia presidencial, cuyos privilegios sólo fomentaron un mayor resentimiento”.

Los tunecinos también evitan el continuismo en la política. Una de las primeras resoluciones tras la salida de Ben Alí fue la disolución de su partido. Quienes lo reemplazaron no eran cercanos a su gabinete: Béji Caïd Essebsi, quien asumió como primer ministro interino y renunció hace dos días, antes de que la Constituyente anuncie un nuevo Gobierno, se había apartado de Ben Alí hace más de 20 años.

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Nicolas Dot Pouillar, otro analista del Grupo de Crisis para Túnez, señala que la transición tunecina es liderada por “instituciones heterogéneas, fuerzas políticas y asociaciones que encuentran el camino a través de negociaciones y compromisos”. Ennahdha, el partido islamista que obtuvo la mayoría en la Constituyente, hizo un pacto con partidos liberales y de centro izquierda para levantar el Gobierno interino: Hamadi Jebali, de Ennahdha, será el primer ministro; el presidente de la República será el jefe del Consejo por la República, Moncef Marzouki; Ben Jaafar, del partido de centro izquierda Ettakatol, encabezará la Constituyente.

Otras causas del exitoso camino a la democracia en Túnez pueden hallarse en que desde el régimen de Ben Alí se venía adoptando un modelo de estado musulmán moderado, como el de Turquía. La sharia —ley musulmana— era concebida más como fuente de la espiritualidad que del derecho. Ben Alí impulsaba leyes progresistas que daban un papel activo a la mujer y que, según Ennahdha, serán consolidadas en la nueva Carta Magna.

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Túnez, sin embargo, tiene retos pendientes. Del diálogo entre fuerzas seculares y Ennahdha dependerá la forma en que el islamismo se ponga al servicio de la democracia. Y falta lo más importante, que es salir de la crisis socioeconómica, causa original de la revolución tunecina: en nombre de Mohamed Bouazizi, un profesional desempleado que, en vista de la falta de esperanzas, se inmoló el 17 de diciembre de 2010, miles de jóvenes se tomaron las calles para exigir empleo, oportunidades económicas, mejoras en educación y salud.

“Pero la victoria política que alcanzaron ha hecho poco para cambiar las condiciones que dispararon la revolución. Al contrario: la revolución inevitablemente devastó el turismo, la inestablildad regional disparó los precios del petróleo, afectó las inversiones extranjeras y el conflicto en Libia trajo miles de refugiados”, dice Malley.

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No obstante, la situación en Túnez es motivo de celebración. La división de poderes en el Gobierno interino es ejemplo para países como Egipto y Libia, que enfrentan la dificultad de establecer un gobierno democrático después de más de tres décadas de autoritarismo. La salida de la crisis tunecina dependerá, en parte, del apoyo internacional que logre el nuevo Gobierno. Entretanto, los tunecinos celebran su liberación y esperan el fruto de la unión entre islamismo y democracia.


Yemen: no cesa la violencia

Cinco personas murieron y 34 resultaron heridas a manos de partidarios del presidente yemení, Alí Abdalá Saleh, durante una manifestación para reclamar que se juzgue al mandatario. Saleh criticó los hechos y pidió al Ministerio del Interior que lleve a cabo una investigación y “haga comparecer ante la justicia a los autores del crimen”, según la agencia oficial Saba.

El portavoz de los jóvenes manifestantes, Walid al Amari, declaró que Saleh “da la orden de matar y después aparece en público para condenar las matanzas”. Dijo que el presidente yemení, Alí Abdalá Saleh, condenó las acciones de violencia registradas porque “tienen como objetivo encender la chispa de la guerra cada vez que se divisa un rayo de esperanza para lograr la paz”, en alusión a la firma del acuerdo que estipula su salida del poder.

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Más plazo a Siria

La Liga Árabe decidió dar plazo de un día al régimen de Bashar al Asad para que permita la misión de observadores árabes que planea enviar a este país y amenazó con la imposición de sanciones económicas si Damasco rechaza esta iniciativa. Los jefes de la diplomacia árabe decidieron que si Damasco no firma hoy el protocolo para el envío de observadores, se celebrará una reunión del Consejo Económico y Social mañana para analizar las citadas sanciones, entre las que están previstas el cese de los vuelos a Siria, de las transacciones con el Banco Central Sirio y de los tratos financieros con este país. La violencia contra los manifestantes ha dejado más de 3.500 muertos.

Por Daniel Salgar Antolínez

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