Un aliado menos de la pena de muerte

Al parecer el gobernador del estado de Oregon, John Kitzhaber, parece haber pensado bastante acerca de la pena de muerte desde 1995, cuando llegó por segunda vez a la gobernación. Desde 1984, los dos únicos reos ejecutados en el estado purgaron su pena con Kitzhaber a la cabeza, una realidad que quizá lo persiga: “Fueron las decisiones más agónicas y difíciles que he tenido como gobernador, y lo he revisado y preguntado una y otra vez en los últimos 14 años".

Ese impulso de sinceridad lo tuvo durante una rueda de prensa el miércoles, en la que anunciaba su decisión de suspender la pena máxima en Oregon: "La pena de muerte practicada en Oregón no es imparcial ni justa, ni rápida ni certera. Y no es aplicada de manera igual a toda la gente (…) es hora de que Oregón considere otro acercamiento. Rehúso ser parte de este sistema desigual y comprometido por más tiempo, no permitiré más ejecuciones mientras sea gobernador".

Las razones de Kitzhaber son morales, un argumento suficiente para que sus críticos lo ataquen desde todos los frentes. Él es el gobernador y no la ley. Sea como sea, el que se perfila como principal beneficiario de la medida es Gary Haugen, la única ejecución del estado pendiente en lo que resta del año. Al menos hasta 2015, año en el que Kitzhaber dejará su puesto, podrá mantenerse con vida después de que los jueces decidieran quitársela por asesinar a la madre de su exnovia.

Ahora mismo, el gobernador Kitzhaber es un personaje a destacar por las ONG’s que luchan por la abolición de este castigo, practicado actualmente por 60 de los 191 países que conforman la ONU y 35 de los 50 estados que conforman los Estados Unidos. En lo que va corrido del año 43 personas han sido ejecutadas en el país del Norte, tres menos que el total de 2010. La cifra parece irrisoria si se compara con los altos índices de Oriente: los muertos por pena capital en China anualmente superan los 1.000, le siguen Irán con 252 ejecutados el año pasado y Corea del Norte con 60. Estados Unidos ocupa el quinto lugar, según Amnistía Internacional, justo detrás de Yemen (53 en 2010).
La condición moral de John Kitzhaber sirve, al menos, para que la nación no suba en esa lista, generalmente encabezada por regímenes totalitarios.