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Torre de Tokio: elegir morirse

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa. Hoy sobre la muerte.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
02 de enero de 2022 - 02:00 a. m.
Torre de Tokio: elegir morirse
Foto: Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar de Japón

El caso de una amiga traductora reacia a someterse a martirizantes tratamientos para apaciguar un cáncer feroz que devoró todas sus esperanzas me permitió observar cómo se practica la eutanasia pasiva en Japón. (Recomendamos leer aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

En su última semana en este mundo, llamó a sus amigos para darnos el adiós definitivo. Desde su lecho de muerte, eligió las flores para adornar sus exequias y decidió el menú de la recepción posterior donde los asistentes, incluidos varios hispanohablantes, intercambiamos opiniones sobre su difícil decisión.

Aprendimos que, por haber renunciado a su tratamiento, su caso era catalogado como “muerte digna”, categoría que incluye apagar aparatos o desconectar tubos usados para mantener las funciones vitales de un paciente terminal.

La palabra “eutanasia” se escribe en japonés con los caracteres de “muerte” y “confortable”, y se define como poner fin a la vida de un enfermo terminal, o que sufre, con la participación activa de un médico o de otra persona. Se castiga con cárcel y es parte de un debate social del que suele estar ausente el componente religioso.

En julio de 2020, la eutanasia fue noticia sensacionalista cuando dos médicos fueron detenidos por haber inyectado una dosis letal de barbitúricos a una mujer de Kioto aquejada de una enfermedad neurodegenerativa, incurable y mortal, que los contactó por las redes sociales.

Uno de ellos había recibido de la enferma una transferencia de unos US$12.000, el precio de un automóvil de gama media aquí. El otro era un declarado admirador del doctor Kiriko, un médico que mata a domicilio por misericordia pacientes terminales en el popular manga Black Jack, dibujado por el maestro del género Osamu Tezuka en los años 70.

Al hablar de eutanasia, los japoneses acostumbran evitar la expresión “suicidio asistido” y piden no asociarla con la cultura del suicidio, perpetuada por el escritor Yukio Mishima y el cine de samuráis y pilotos kamikaze, cuya principal razón para quitarse la vida es el honor.

Japón vive hoy la paradoja del abultado gasto estatal en cuidados médicos de la tercera edad y la longevidad récord de sus habitantes. Gracias a la dieta sana y los avances de la medicina preventiva, la japonesa promedio vive 87 años, y el japonés, 81 años.

Como el 80 % de los fallecimientos tiene lugar en hospitales, el gobierno promueve el cuidado de los enfermos en el hogar y adelanta una campaña educativa para animar a las familias a dilucidar, juntos y con mucha antelación, si es preferible vivir en estado vegetativo o ser desconectado.

La campaña se llama “Reunión de vida”, pese a ser una invitación a preparar las maletas y mentalizarse, como mi recordada amiga, para el viaje postrero.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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