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Millones de japoneses que sintonizaron el canal principal de la televisión Tokyo Broadcasting System (TBS), el pasado 12 de diciembre, se enteraron de la existencia de un país productor de claveles y coca, donde hay hipopótamos deambulando por las calles y que ha quedado en la historia como la cuna mundial de las drogas ilegales. El objetivo del reportaje, emitido dentro de una serie titulada Crazy Journey (Viaje loco), era conocer hasta qué punto las drogas ilícitas han penetrado el tejido social de Colombia, uno de los grandes productores de hoja de coca, junto a Perú y Bolivia. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
El intrépido reportero era un hombre robusto vestido con camiseta negra y con la cabeza rapada, cuyo exótico alias confirma su gratitud hacia América Latina como un territorio prolífico en historias violentas para sus reportajes: “Maruyama Gonzales”.
La aventura se inicia en una calle no identificada de Medellín donde Maruyama pregunta por la noche a la gente sí por allí se puede conseguir droga. Los interpelados responden con una afirmación inmediata acompañada de una sonrisa condescendiente, como si alguien hubiera entrado a preguntar a una panadería a primera hora de la mañana si allí venden pan.
Intrigado por la disparidad de precios (algunos de los entrevistados le dicen US$5 el gramo y otros US$20), el periodista decide buscar el verdadero valor intentando él mismo una compra.
El momento decisivo del programa, la grabación oculta de un encuentro con un vendedor de cocaína al filo de la medianoche, viene precedido de un largo preparativo que tres comentaristas en el estudio adoban con miradas expectantes y suspiros angustiados.
Pero todo se queda en agua de borrajas cuando Maruyama reaparece con las manos vacías para contar que su cámara escondida se averió antes de iniciar el intercambio. Para resarcirse del fiasco, Maruyama consigue que Roberto Escobar escenifique una tensa entrevista en la que el malhumorado hermano del fallecido capo del cartel del Medellín se niega a responder las preguntas que habían pactado.
Aunque es poco probable que su programa desate una oleada de narcoturismo japonés a Colombia, Maruyama visita una tienda de objetos de recuerdo dedicados a Pablo Escobar y presenta los llaveros más vendidos: una ametralladora con el nombre de Medellín y una cucharita metálica para esnifar cocaína.
Quienes quieren saber más pueden entrar en las redes sociales de Maruyama y escuchar su encuentro con los hipopótamos antioqueños o conocer a un fotógrafo japonés especializado en muertes violentas, quien anota que basta saber español para acceder a un abanico de países donde fotografiar escenas escabrosas. Tal vez, la más inaudita promoción que exista hasta ahora del idioma de Cervantes.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.