Torre de Tokio: país cerrado
Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.
Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
En todo el mundo, estudiantes que recibieron becas japonesas o se preparaban para estudiar en Japón cuando llegó la pandemia claman porque los dejen entrar al archipiélago para poder continuar con sus estudios y terminar sus carreras. (Recomendamos leer aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
“Llevo esperando 565 días”, dice el cartel, en inglés, que sostiene Nele, estudiante belga, en una fotografía difundida en Twitter por el movimiento Stop Japan Ban (Paren la prohibición de Japón). Según cifras de la Agencia de Turismo de Japón (JTA por sus siglas en inglés), en 2021 un promedio de 1.400 japoneses salieron cada día fuera de Japón, muchos de ellos en viajes de vacaciones que, se supone, concluyeron con su regreso al país.
Los comentaristas políticos aseguran que Fumio Kishida, primer ministro japonés, cerró el país a los extranjeros no residentes hasta finales de febrero, para mostrar que se preocupa por la salud de sus compatriotas y mantener la popularidad de su partido de cara a las elecciones de la Cámara Alta, en julio próximo. Como continúan entrando diplomáticos de otros países, cónyuges e hijos de japoneses y algunos técnicos extranjeros, se habla ya de “discriminación no científica” contra los estudiantes foráneos.
Se recuerda también la prohibición de viajes decretada a comienzos del siglo XVII, que durante más de 200 años mantuvo a Japón como un régimen apartado de Asia y del resto del mundo. Aquel período de cerrazón, llamado en japonés sakoku (país aislado), es recordado como una edad de oro de la economía y la cultura niponas, pues el país tuvo que desarrollar su agricultura, mejoró las comunicaciones entre sus regiones y promovió la innovación tecnológica.
Además de tener tiempo para perfeccionar el sushi, los japoneses vivieron una paz interna que terminó cuando Estados Unidos —en un anticipo de su futura política exterior— envió, en 1853, al comodoro Matthew C. Perry para instarlos a firmar, apuntándoles con cañones, un tratado de libre comercio.
El Ejército estadounidense ha vuelto al ataque con la nueva variante del coronavirus en tres regiones japonesas donde tiene bases. Por estar exentos de las pruebas de detección de nuevas infecciones por coronavirus al salir de los EE. UU., los soldados norteamericanos contagiados se convirtieron en una importante causa de propagación de la variante ómicron en Okinawa, Hiroshima y Yamaguchi.
Japoneses a los que consulté el caso de los estudiantes extranjeros sugieren aplicarles cuarentenas estrictas, pero dejarlos pasar. Kumi Yokoe, profesora de la Universidad de Toyo y experta en diplomacia pública, calificó de injusto que sus compatriotas puedan ir de vacaciones al extranjero mientras los extranjeros no residentes son rechazados. En declaraciones al diario Mainichi afirmó: “Japón está enviando al mundo un mensaje intensamente egoísta”.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.
En todo el mundo, estudiantes que recibieron becas japonesas o se preparaban para estudiar en Japón cuando llegó la pandemia claman porque los dejen entrar al archipiélago para poder continuar con sus estudios y terminar sus carreras. (Recomendamos leer aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
“Llevo esperando 565 días”, dice el cartel, en inglés, que sostiene Nele, estudiante belga, en una fotografía difundida en Twitter por el movimiento Stop Japan Ban (Paren la prohibición de Japón). Según cifras de la Agencia de Turismo de Japón (JTA por sus siglas en inglés), en 2021 un promedio de 1.400 japoneses salieron cada día fuera de Japón, muchos de ellos en viajes de vacaciones que, se supone, concluyeron con su regreso al país.
Los comentaristas políticos aseguran que Fumio Kishida, primer ministro japonés, cerró el país a los extranjeros no residentes hasta finales de febrero, para mostrar que se preocupa por la salud de sus compatriotas y mantener la popularidad de su partido de cara a las elecciones de la Cámara Alta, en julio próximo. Como continúan entrando diplomáticos de otros países, cónyuges e hijos de japoneses y algunos técnicos extranjeros, se habla ya de “discriminación no científica” contra los estudiantes foráneos.
Se recuerda también la prohibición de viajes decretada a comienzos del siglo XVII, que durante más de 200 años mantuvo a Japón como un régimen apartado de Asia y del resto del mundo. Aquel período de cerrazón, llamado en japonés sakoku (país aislado), es recordado como una edad de oro de la economía y la cultura niponas, pues el país tuvo que desarrollar su agricultura, mejoró las comunicaciones entre sus regiones y promovió la innovación tecnológica.
Además de tener tiempo para perfeccionar el sushi, los japoneses vivieron una paz interna que terminó cuando Estados Unidos —en un anticipo de su futura política exterior— envió, en 1853, al comodoro Matthew C. Perry para instarlos a firmar, apuntándoles con cañones, un tratado de libre comercio.
El Ejército estadounidense ha vuelto al ataque con la nueva variante del coronavirus en tres regiones japonesas donde tiene bases. Por estar exentos de las pruebas de detección de nuevas infecciones por coronavirus al salir de los EE. UU., los soldados norteamericanos contagiados se convirtieron en una importante causa de propagación de la variante ómicron en Okinawa, Hiroshima y Yamaguchi.
Japoneses a los que consulté el caso de los estudiantes extranjeros sugieren aplicarles cuarentenas estrictas, pero dejarlos pasar. Kumi Yokoe, profesora de la Universidad de Toyo y experta en diplomacia pública, calificó de injusto que sus compatriotas puedan ir de vacaciones al extranjero mientras los extranjeros no residentes son rechazados. En declaraciones al diario Mainichi afirmó: “Japón está enviando al mundo un mensaje intensamente egoísta”.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.