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Torre de Tokio: picaresca nipona

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

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Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
19 de febrero de 2023 - 02:00 a. m.
Fotos de delincuentes buscados en la caseta de la policía en el barrio de Musashi-Sakai en Tokio.
Fotos de delincuentes buscados en la caseta de la policía en el barrio de Musashi-Sakai en Tokio.
Foto: Gonzalo Robledo
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La profesora Y. Y., una especialista japonesa en literatura del Siglo de Oro español, me comentó que la cantidad de robos por estafa que ocurren últimamente en Japón le hacen pensar que su archipiélago se empieza a poblar de pícaros similares a aquellos cuyas biografías enseñaba en la universidad hasta que se jubiló. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

Aunque dedicó más de cuatro décadas de su vida a un importante género literario protagonizado por desposeídos y ladrones, Lazarillo, Estebanillo o el Buscón, fueron para ella remotos personajes en el tiempo y el espacio. A veces asociaba la picaresca con su infancia, cuando tras la derrota de la Segunda Guerra Mundial las ciudades arrasadas eran un hervidero de pillos pendientes de encontrar algún ingenuo para engañarlo y sobrevivir.

Pero ya de adulta, metida en su burbuja académica, la profesora Y. Y. solo veía la delincuencia local en series de televisión, en la ocasional noticia o en las casi anecdóticas estadísticas de crimen callejero en Japón.

Hace poco, sin embargo, se enteró por las noticias de que los jubilados pudientes como ella son el principal objetivo de bandas locales especializadas en lo que en japonés se denomina “la estafa de yo”.

La burda patraña que se inicia con la exclamación “¡Soy yo, soy yo!”, seguida de algún nombre o vinculación familiar (soy tu nieto, tu sobrino o tu hermano) y continúa con la petición de transferir dinero para remediar algún problema con las autoridades, reclamar un premio de la lotería o salvar el pellejo amenazado por un grupo mafioso.

Como en la picaresca literaria, las estafas suelen ser increíbles no solo por lo descarado del delincuente, sino, sobre todo, por lo candoroso de la víctima.

Aunque hasta ahora este tipo de delitos rara vez desembocan en un crimen mortal, hace unas semanas se supo de una anciana de 90 años que fue asesinada a golpes en su casa de Tokio por una banda que no logró encontrar dinero en efectivo.

La variante en este caso era que los delincuentes no pertenecían a bandas de crimen organizado, sino que eran personas desempleadas reclutadas a través de ofertas de “empleo” difundidas por Instagram y otras redes sociales. Sin ánimo de jactarme, le expliqué que en el mundo hispanohablante este engaño se denomina “el paquete chileno”, “el cuento del tío” o “la llamada millonaria”.

Le expliqué cómo el aumento de la polarización social, mientras el Producto Interno Bruto y otros indicadores económicos siguen creciendo, suelen estar detrás del incremento de la delincuencia. La sociedad retrocede, pero que no hace falta ir hasta el Siglo de Oro. En Japón basta recordar la inmediata posguerra cuando el ingenio era azuzado por la necesidad.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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