Brasil y Colombia preparan su tinglado para elecciones presidenciales en 2022 en un ambiente hostigante, polarizado al máximo, donde el debate civilizado ha dejado su lugar a una batalla campal, sin reglas.
La nave latinoamericana, desde el Rio Grande hasta la Patagonia, atraviesa una larga y atroz turbulencia cuyo final aún no se vislumbra, como tampoco que quedará una vez esta amaine algo. Un escenario cuasi-dantesco protagonizado por el Covid en sus varios picos haciendo estragos, un congestionado calendario electoral, una profunda polarización política, descontento creciente, viejas fracturas sociales, elites aisladas de sus pueblos y una crónica deficiencia institucional. Ambiente propicio para populistas, vendedores de espejitos y pescadores de rio revuelto.
Tras doscientos años de construcción de Estado, nación y sociedad aparecen en cada uno de los países las piezas que quedaron chuecas. La tarea es tratar en enderezarlas los más posibles sin que la estructura se venga al piso. El continente de las “décadas perdidas” pareciera correr raudo hacia otra. Una contracción económica, según cifras de la CEPAL, mayor al 9 % desde el comienzo de la pandemia augura un crecimiento significativo de la pobreza, la vulnerabilidad y un decrecimiento de la clase media, la base de la estabilidad de las sociedades.
Basta solo con observar algunas de las contiendas electorales actuales para ruborizarse. El balotaje de este domingo 6 de junio en Perú entre un profesor comunista que padece de lo que Moisés Naim denomina “Necrofilia ideología”, revivir ideas muertas y la hija de Fujimori. Centroamérica, que con la excepción de Costa Rica y Panamá no ha levantado cabeza desde la Colonia, tendrá una contienda electoral en Honduras entre la esposa del chavista Manuel Zelaya y el convicto lavador de dinero Yani Rosenthal. En Nicaragua, las elecciones son el circo de los Ortega en el que Daniel busca transferirle el mando a su esposa, Doña Rosario.
Chile, el otrora “consentido de los mercados”, eligió una asamblea constituyente que quedó compuesta por gran diversidad de fuerzas políticas y candidatos independientes. ¿Salto al vacío?, quizás no, pero futuro institucional incierto. En ese alebrestado escenario constitucional y en medio de un tenso ambiente social y crispación política, el país austral tendrá elecciones presidenciales en noviembre.
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Los cuatro grandes del continente, Brasil, México, Argentina y Colombia sufren enfermedades crónicas y de temporada, sin que se haya encontrado las medicinas adecuadas. En México las legislativas de este domingo se convirtieron en un “toconamlo”, para evitar que Lopez Obrador se haga al poder absoluto, para después hacer quien sabe que con él. Argentina, siempre disfuncional políticamente desde que irrumpió en la escena el general Juan Domingo Perón tendrá legislativas en octubre, una especie de referendo a lo que ha sido un pésimo manejo de la pandemia por parte de Fernández.
Brasil y Colombia preparan su tinglado para elecciones presidenciales en 2022 en un ambiente hostigante, polarizado al máximo, donde el debate civilizado ha dejado su lugar a una batalla campal, sin reglas, en el que todo se vale, con la caja de resonancia y ruido que proveen las redes sociales.
¿La América de Nino Bravo, ese “inmenso jardín”, logrará evitar marchitarse? El tiempo lo dirá, o no.
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