Este nuevo libro es una versión actualizada y recargada de nuestro trabajo precedente Maquinita, Infleta y Devaluta. En este sentido el documento nos genera sensaciones encontradas. Por un lado, una profunda felicidad derivada de un nivel de productividad inimaginable, aun por nosotros mismos, ya que al recopilar el material generado desde la publicación del libro anterior, nos encontramos un volumen de obra que no estaba en línea con las preferencias reveladas por los individuos en el mercado. Por ende, dado que somos libertarios en serio, consideramos que era mejor hacer una obra mucho más compacta y focalizarnos en aquellos temas por los cuales regularmente somos convocados a los medios de comunicación para dar nuestra opinión.
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Por otro lado, en fuerte contraposición a la sensación anterior, nos invade en cada momento una frustración enorme por la bajísima calidad del debate que nos proponen nuestros adversarios ideológicos. En este sentido, no solo que NO dan muestras de estar al tanto de lo que ha pasado durante el último medio siglo en materia de teoría económica y de la evidencia empírica tanto a nivel internacional como local sino que, además, reflejan una profunda involución en la calidad de los argumentos respecto a los que se presentaban, por ejemplo, hace cuarenta años con el debate de la tablita cambiaria. Por ello, en una gran cantidad de oportunidades tenemos la sensación de estar viajando por el túnel del tiempo para discutir temas y posiciones que casi representan la prehistoria del análisis económico.
En función de lo anterior, el presente libro se divide en tres partes: 1. Marco Normativo; 2. El cepo: una tortura monetaria y 3. El diseño de la política económica. El orden de la obra no es antojadizo, ya que dada la precariedad de los argumentos levantados por nuestros oponentes y por el adoctrinamiento del tipo keynesiano-marxista que se imparte en la mayoría de las instituciones educativas, nos hemos visto en la necesidad de comenzar postulando el marco normativo del que partimos, ya que el marco alternativo es lo que ha brindado sustento a la “economía” populista.
De hecho, desde nuestro punto de vista, los daños causados por la instauración de un populismo salvaje y violento (donde a los opositores se los acallaba ya fuera por las buenas o por las malas) a inicios de la década del 40 del siglo XX, no solo han quitado a nuestro país de los primeros lugares del ranking mundial en riqueza, sino que además han inyectado en una gran parte de la sociedad profundos niveles de odio, envidia y resentimiento (propio de los escritos de marxistas y keynesianos) que, sumergido en pujas ridículas, dejaron a la Nación en una situación de frontera camino a una ridícula pobreza.
En este contexto, las bases económicas que dan sustento al populismo se nutren de la profunda irresponsabilidad fiscal emergente de ese nefasto libro de John M. Keynes conocido como “Teoría General” (donde la lectura del capítulo 22 de dicha obra muestra que lo afirmado por gran parte de los economistas locales respecto a la política fiscal es falso) y de los más alocados delirios monetarios de los estructuralistas, con Julio Hipólito Guillermo Olivera a la cabeza, quien dio los fundamentos para validar monetariamente cualquier tipo de disparate que surgiera de políticas económicas inconsistentes.
En función de ello, la primera parte del libro arranca con el artículo “Keynes, Friedman y el triunfo de la Escuela Austríaca”. Comienza con la descripción del marco analítico previo a la irrupción de la “Teoría General” y cómo trabajaba. A partir de allí se explora minuciosamente cómo el trabajo de Keynes va destruyendo cada uno de los elementos centrales a un punto tal que su obra borra todo rastro del marco precedente. Sin embargo, lo más impresionante de todo esto radica en que dicho trabajo fue emprendido por una persona que solo había tomado un curso de economía con Marshall (algo que permite explica su aberrante idea del multiplicador) y que desconocía gran parte del debate por no leer alemán (idioma dominante entonces) ni francés.
De hecho, el propio Hayek consideró que el libro era tan malo y que Keynes era tan volátil en sus pensamientos que ni ameritaba tomarse el trabajo de hacerle una crítica. Desafortunadamente para la humanidad, el libro fue un éxito, pese a que, como señalara Hazlitt, “todo aquello que es bueno en la teoría general es robado y todo lo que es nuevo es malo”. La razón para que un texto tan malo fuera un éxito es muy simple: no era más que un pasquín escrito a beneplácito de políticos ladrones y/o mesiánicos que daba sustento a todo tipo de despilfarro.
Luego, se procede a estudiar la obra de Friedman como una respuesta sistemática a la obra de Keynes que busca poner en escena a lo mejor del análisis económico, obra que fuera completada con Robert Lucas Jr., quien no solo terminó por sepultar a los keynesianos sino que además impulsó al análisis económico para volver a sus fuentes, las cuales nunca debería haber abandonado: la investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones; esto es: el crecimiento económico. De este modo, no solo Adam Smith volvió al centro de la literatura sino que además implicó el triunfo de la Escuela Austríaca, ya que se recobraban los microfundamentos y sobre todo la intertemporalidad.
Una vez aclarada nuestra posición en el debate sobre Keynes, Friedman y la Escuela Austríaca, pasamos de lleno a las cuestiones de índole monetarias. El segundo artículo postula sin reparos y con absoluta contundencia que “La inflación es siempre un fenómeno monetario”, el cual repasa las bases conceptuales del monetarismo y su validez empírica. También discutimos la naturaleza de la tasa de interés, la relación entre dinero y crecimiento, el entorno que define cuándo es mejor trabajar con agregados monetarios o bajo qué contexto se puede implementar el modelo de metas de inflación de modo exitoso, como así también la necesidad de diseñar la política económica en base a un conjunto de reglas bien definidas que minimicen la discrecionalidad. A su vez, como una suerte de subproducto de toda esta visión, aparece nuestro enfoque sobre los temas vinculados al debate cambiario y esa verde pasión argentina que es el dólar y su vínculo con los precios y el dinero. Por último, la sección se cierra con una presentación intuitiva del modelo de metas de inflación instrumentado desde el control de la tasa de interés.
La segunda parte del libro aborda esa experiencia espantosa y traumática que fue el “cepo cambiario”. La misma significó uno de los tantos avances y escalada de violencia del Estado (en este caso en manos del régimen K) sobre las libertades individuales, donde aún hoy mucha gente sigue sin percibir cómo nos llevaba a la instauración de un régimen socialista como el que hoy hace estragos en Venezuela.
Concretamente, si se tiene un tipo de cambio fijo al tiempo que se emite dinero para financiar el déficit fiscal, la consecuencia directa es la pérdida de reservas internacionales de modo tal que sea eliminado el exceso de pesos no demandado por los individuos. Frente al gran drenaje que experimentaba el BCRA, el kirchnerismo en lugar de liberar el tipo de cambio y sincerar el valor de las variables económicas, optó por recrudecer el aparato represivo del Estado, donde ya no solo controlaba el precio de la divisa extranjera sino sus cantidades.
Así, a los daños sobre la libertad de los individuos se les sumaban nuevos daños indirectos. Por un lado, al fijarse el tipo de cambio por debajo del nivel de equilibrio se generaba un exceso de demanda de divisas que hacía que compradores y vendedores vieran frustradas sus transacciones, al tiempo que favorecía circuitos de corrupción ya que estas restricciones no se le aplicaban por igual a toda la población. Por otro lado, se producía un exceso de oferta en el resto de la economía que en el mercado de bonos implicaba una elevada tasa de interés; en el mercado de bienes, caída del producto per cápita; en el mercado de trabajo, aumento del desempleo y caída del salario real que se maquillaba con aumento de los empleados del sector público. Lo cual hacía que aumentara más el déficit fiscal, la emisión monetaria y las normas represivas para quienes querían proteger el fruto de su trabajo.
Todo este caos en el sistema económico producía un exceso de pesos en la economía atrapados en una olla a presión. De hecho, el nivel de exceso de pesos (money overhang) generado por la imposición del cepo alcanzó niveles superiores a los de 1959 y 1975, donde en dichos casos, al momento de quedarse sin divisas y tener que liberar el mercado cambiario, dio como resultado una sextuplicación de la tasa de inflación y una caída del PBI del 6% en el peor momento de la crisis.
En este sentido, si uno toma en cuenta el exceso de pesos al abrirse el cepo, una tasa de emisión monetaria del 47% y la bomba de los futuros que hubieran llevado a la tasa de expansión monetaria al 80%, ello implica que de no ser por el accionar del BCRA bajo la nueva presidencia con el Dr. Federico Sturzenegger a la cabeza, el país hubiera experimentado una hiperinflación que tenía un piso en torno al 500%, una caída del PBI del 6% (en lugar de 2,5%) y la pobreza se hubiera ubicado en torno al 65% de la población (en lugar del terrible 32%).
Naturalmente, como sostenía Milton Friedman “no existe tal cosa como un almuerzo gratis”. La contracara de haber evitado un desastre de dimensiones descomunales es el stock de Lebacs en el balance del BCRA. También en este punto la profesión comete errores más que groseros. Esto es, renegar de las Lebacs como si hubieran aparecido por arte de magia y malicia del BCRA no resiste ni la más mínima prueba lógica de un infante con capacidades especiales. Esto es, las Lebacs son la muestra tangible de que había un sobrante de dinero, por lo que al criticar la política de esterilización no se puede ignorar la situación de inicio (algo bastante obvio de no ser por la cabeza contaminada por el pensamiento keynesiano-estructuralista-marxista) que dio lugar a la forma en que ha evolucionado el instrumento.
Había mejores formas de salir del cepo. Sin embargo, Alfonso Prat-Gay decidió ignorarlas de modo explícito y frente a ello Sturzenegger tenía que elegir entre ponerse a llorar como un niño o ponerse a laburar. El BCRA se puso los pantalones largos y laburó, pero no fue libre de costos y puso un freno de mano al despegue de la economía.
A la luz de todo lo mencionado, para cerrar la presente obra y acorde a nuestro estilo, no solo nos quedamos en el análisis y en la crítica dura, sino que a su vez proponemos soluciones. Por ello, en la parte final (la tercera) se presentan nuestras propuestas de política económica. Obviamente, si usted está leyendo estas líneas ya sabe desde el vamos que, desde nuestro punto de vista, el origen de todos los males es el Estado y su traducción en la política económica que se refleja en un gasto público exorbitante con un consecuente nivel de presión fiscal que no solo lastima al crecimiento sino que además nos conduce a la pobreza. Para seguir la línea de pensamiento de nuestro formidable colega Gustavo Lazzari: “me temo que mis hijos terminarán envidiando el nivel de bienestar de Somalia”.
Finalmente, si bien en este libro se documentan nuestros trabajos de los últimos casi dos años, las bases sobre las que se construye nuestra visión de la economía se sustentan en nuestro debate interno que lleva más de diez años y que esperamos siga por muchísimos años más, ya que no solo nos une un profundo y mutuo respeto profesional, sino que además el vínculo se ha coronado con una gran relación de amistad, a punto tal de considerarnos mutuamente como hermanos gemelos herederos de Adam Smith y de toda la amplia familia de pensadores libertarios. Habiéndole contado esto, esperamos que la presente obra le resulte tan apasionante como nos ha resultado a nosotros escribirla.
Buenos Aires, junio de 2017
* Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial.