Una “gran victoria venezolanista”, así se refirió Nicolás Maduro Moros al proceso electoral que culminó en su investidura ilegítima como presidente para el período 2025-2031, cuyo último capítulo fue la ceremonia ocurrida en el edificio de la Asamblea Legislativa este viernes.
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En su primera alocución, apuntó a lo que sería su agenda para este sexenio, en medio de lo que la oposición ha clamado como un golpe de Estado. Insistió en su plan de siete puntos, que presentó desde la campaña, con el que aseguró que “transformaría” Venezuela con enfoques en “independencia plena, consolidación de la paz y la seguridad, recuperación de la protección social, proceso de repolitización, ecología y geopolítica”. No es algo nuevo y más bien repite la estrategia que heredó de Hugo Chávez desde antes de su llegada al poder en la nación bolivariana.
“Estos son los planes que siempre anuncia el chavismo y a los que les van cambiando el nombre. En algún momento fue el plan de los motores, los cinco motores del desarrollo. Bueno, ahora les van cambiando el nombre”, sintetiza Alejandro Martínez Ubieda, analista venezolano y miembro de la organización Diálogo Colombo-Venezolano, quien resalta que lo importante en estos planes de gobierno nunca es la generación de políticas públicas para el desarrollo, la superación de la pobreza, la generación de educación de calidad para la ciudadanía ni la promoción de la democracia mediante unas relaciones internacionales. “Es mantenerse en el poder mediante el apoyo militar, la supresión de las libertades públicas, las torturas, los asesinatos y, en síntesis, el terrorismo de Estado”, dice.
A pesar de los anuncios, Maduro no dio señas de cómo planea implementar los siete puntos del que podría decirse es su plan de gobierno. Lo que sí es tangible es que también repite la fórmula de buscar una reforma constituyente después de su fracasado intento de asamblea constituyente convocada en 2017, un proceso que, para muchos, sentó las bases de la debacle institucional de la última década en el país. Afirmó que el presidente de la Asamblea Legislativa, Jorge Rodríguez, uno de sus alfiles claves en los últimos tiempos y hermano de su vicepresidenta, Delcy, llamaría a “jornadas de diálogo” para explorar el proceso constituyente con el que busca “democratizar” más a Venezuela.
Sin embargo, para los analistas consultados, el resultado puede ser completamente opuesto. “Lo que van a hacer es, evidentemente, recortar derechos y tratar de, digamos, colocar todas las fichas a favor del régimen. Entonces, creo que no podemos esperar que cualquier reforma que haya implique una ampliación de libertades ni de derechos, sino todo lo contrario. De alguna forma, lo han dado a entender. Han dicho que hay sectores a los que no les darán vela en ese entierro, sectores que ellos califican de fascistas y que, en realidad, simplemente son opositores”, explica Txomin Las Heras, investigador adscrito al Observatorio sobre Venezuela de la Universidad del Rosario.
La actual Constitución política venezolana, la misma que la constituyente de 2017 fracasó en reformar, data de 1999 con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia del país y fue redactada en una asamblea constituyente. Más allá del diálogo que convocaría Rodríguez, Maduro no dio más señas de cómo se construiría la nueva carta magna. Pero, según Las Heras, el proceso más lógico sería consultarle al pueblo si quiere esta reforma. Esto no estuvo contemplado en el discurso. Y aunque no llamó al pueblo a una consulta, sí anunció que en su primer año de mandato se llevarían a cabo tres elecciones en el país: de diputados, alcaldes y gobernadores.
Aunque le delegó la responsabilidad al Consejo Nacional Electoral y la Asamblea, ambos entes bajo el control de funcionarios chavistas, dejó ver que quiere que las elecciones se realicen pronto y escalonadas.
“Él mismo ha dicho que esos diputados electos asumirían en febrero de 2026, lo que significa que prácticamente serían unas elecciones que se llevarían a cabo casi un año, o prácticamente un año, antes de que asuman. Eso, políticamente, no tiene ninguna lógica democrática porque la situación política de hoy en día es muy diferente a la que habrá a finales de año”, comenta Las Heras sobre las eventuales elecciones.
El analista coincide con Martínez Ubieda en que el ambiente en Venezuela no es el más propicio para unas elecciones, teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido en la última semana, un panorama que se puede ampliar al último año. En concreto, según la ONG Foro Penal, todavía más de 1.600 presos políticos en Venezuela y solo en esta semana hubo 49 detenciones en la antesala de la investidura, incluida la del excandidato presidencial Enrique Márquez.
Martínez también enfatiza en la ausencia de mecanismos de verificación y garantías para unas elecciones, teniendo en cuenta que de las de julio pasado, donde el régimen le dio el triunfo a Maduro, hasta la fecha no se presentó un solo respaldo del resultado. Quedan abiertos muchos frentes con este panorama. Tal vez el más importante es qué papel jugaría la oposición en unas elecciones, teniendo en cuenta que para ellos, y para gran parte de la comunidad internacional, Edmundo González Urrutia es el presidente electo y lo que está haciendo Maduro es un golpe de Estado.
“Habrá que ver qué ánimo hay no solo en la dirigencia política, sino también en la población. Aunque la población participó masivamente en estas elecciones, estas elecciones, digamos, han sido robadas, lo cual puede generar una gran desmoralización”, afirma Las Heras sobre el rol de la oposición en eventuales elecciones. También recuerda que es un tema complicado, pues en el pasado figuras como María Corina Machado, hoy líder indiscutible de la oposición, fueron abstencionistas y viene de participar en las elecciones de 2024 bajo todas las reglas establecidas por el régimen.
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Por Hugo Santiago Caro
