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La batalla de Estados Unidos y Venezuela por el petróleo: ¿hasta dónde puede llegar?


La incautación del barco Skipper y la salida de María Corina Machado fueron ingredientes de un coctel que dejó al chavismo lidiando con frentes abiertos en todas las direcciones.


Hugo Santiago Caro

13 de diciembre de 2025 - 09:00 p. m.
Nicolás Maduro besa una bandera durante una movilización en Caracas (Venezuela).
Foto: EFE - Miguel Gutiérrez
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Cuánta presión puede aguantar el régimen de Nicolás Maduro, cada vez más aislado y contra las cuerdas, es la pregunta cuya respuesta sigue en suspenso. Entre el operativo de película que rodeó la llegada de María Corina Machado a Noruega, la entrega de su premio Nobel de Paz y la toma, por parte de efectivos estadounidenses, del barco petrolero Skipper frente a las costas venezolanas, el interrogante se mantiene, pero con nuevos agravantes.


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Sin embargo, es posible explorar algunos puntos sobre lo que ocurrió durante la semana y que dejan la mesa servida para lo que seguirá de aquí en adelante.


¿Por qué la incautación del barco petrolero ocurre ahora?


El miércoles, Estados Unidos difundió el video en el que sus fuerzas desplegadas en aguas latinoamericanas descendían sobre el Skipper, un barco fantasma que operaba transportando petróleo que, según la Fiscalía de Estados Unidos, respondía a intereses de Irán y Venezuela. La toma del barco es la primera operación —más allá de sobrevuelos de aviones militares— que Washington ejecuta frente a Venezuela con un argumento distinto al del ataque directo al narcotráfico. El navío estaba en sus costas cuando fue interceptado. El momento en el que ocurrió fue, cuando menos, preciso. La noticia se reveló al mismo tiempo que en Oslo Ana Corina Sosa, la hija de María Corina, recogía el premio de su madre. Asimismo, esta última viajaba con rumbo a Europa. Toda la información, en simultáneo, llegó al Palacio de Miraflores, probablemente confirmando un día de pesadilla.


“En términos operativos, las agencias estadounidenses llevaban meses preparando incautaciones de buques y ya habían elaborado una lista de petroleros sancionados, lo que sugiere que el Skipper fue elegido como el primer movimiento visible de una campaña más amplia, no como un objetivo oportunista. En el plano político, la incautación coincide con un momento en el que Washington cuestiona abiertamente si Maduro puede ser desplazado únicamente mediante sanciones económicas y presión diplomática. También sigue a meses de interdicciones letales contra embarcaciones acusadas de narcotráfico, lo que ha normalizado un umbral de uso de la fuerza más alto en la región”, explica Dorian Kantor, analista de seguridad internacional y director de Kantor Consulting. Como dato adicional sobre el barco, BBC Verify reveló que por meses este navío tuvo un historial de falsificar o encubrir sus verdaderas coordenadas de navegación para burlar las sanciones que recaían sobre el crudo venezolano.


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Qué busca Estados Unidos con la incautación de barcos petroleros


A diferencia de las sanciones económicas o los ataques militares, con la incautación del barco Estados Unidos golpea directamente las rutas clandestinas con las que el régimen de Nicolás Maduro burla las sanciones ya existentes sobre el crudo.

“El régimen se sostiene gracias a redes opacas de transporte —la llamada flota en la sombra— que permiten exportar crudo pese a las sanciones. Al incautar físicamente buques y su carga, Estados Unidos eleva drásticamente los costos y riesgos para armadores, aseguradoras e intermediarios. Los efectos son inmediatos: tras la primera incautación, millones de barriles de crudo venezolano quedaron suspendidos o retrasados. A nivel estratégico, Washington también envía un mensaje más amplio: la evasión de sanciones deja de ser tratada como una infracción administrativa y pasa a ser conceptualizada como una amenaza a la seguridad”, continúa Kantor.

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En resumen, la Casa Blanca ya ligó directamente el envío clandestino de petróleo a la narrativa del narcoterrorismo y del sustento de grupos terroristas como el Cartel de los Soles. Con eso, llevó el caso del crudo venezolano de un tema económico a uno de control y presión en clave de seguridad.


Cómo funcionan los barcos fantasma


Ya adelantamos que el modus operandi de estos barcos es claro: falsear su ubicación o encubrirla para hacer más difícil encontrarlos. BBC también cita al portal “TankerTrackers.com”, que rastrea los envíos de crudo y que afirma que desde el 7 de noviembre no se conocía con precisión la ubicación del barco.


También revelan que existen imágenes de los últimos meses en las que el barco, a través de una manguera, transporta todo el crudo de su interior en alta mar. Además de falsear su ubicación, su bandera igual era falsa.

El Skipper navegaba enarbolando la bandera de Guyana, pero su gobierno desmintió tajantemente cualquier filiación de empresas guyanesas con el navío. Adicionalmente, es una embarcación que el Departamento del Tesoro ya venía sancionando desde 2022, cuando tenía otro nombre y estaba involucrado en una “red internacional de contrabando de petróleo”.


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Vale la pena recordar que, según la fiscal general de EE. UU., Pam Bondi, el barco llevaba al momento de su incautación crudo con intereses venezolanos e iraníes. Estos países, además del crudo que parte hacia Rusia, son parte de los objetivos frecuentemente sancionados desde Washington. Cabe resaltar que, de aproximadamente 921.000 barriles de petróleo por día extraídos por Venezuela en noviembre, la mayoría van a parar a China.


¿Es legal que Estados Unidos incaute barcos y petróleo?


Todo el despliegue de Estados Unidos frente a Venezuela se mueve en zonas grises, tanto en el derecho internacional como en sus propias leyes. La ONU ya ha advertido que los ataques a lanchas pequeñas —que hasta ahora dejan cerca de 90 víctimas— podrían cruzar la línea hacia ejecuciones extrajudiciales. Y el intento, aunque simbólico, de frenar en el Congreso de EE. UU. las acciones impulsadas desde la Casa Blanca también terminó en nada.


Kantor coincide y suma la incautación del barco a esa zona gris: “La incautación se presenta como una acción de cumplimiento legal basada en sanciones, en marcos vinculados al combate al terrorismo y en órdenes contra buques previamente designados por su participación en redes ilícitas. Bajo esta lógica, no se trata formalmente de piratería ni de un acto de guerra, sino de una acción estatal autorizada. Sin embargo, es una interpretación jurídicamente agresiva del derecho internacional. Implica la aplicación extraterritorial de sanciones, interdicciones cerca de costas extranjeras y el uso de capacidades militares para hacer cumplir medidas económicas”. Al mismo tiempo, considera “frágil” el argumento desde Caracas, que tildó de piratería la operación: es una jugada más política que jurídica, opina.


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¿Qué tanto apoya Rusia a Venezuela?


Irán fue mencionado en toda la operación de estos días, pero desde Teherán no ha habido más que silencio frente a la incautación del Skipper. No obstante, desde Moscú apareció un salvavidas simbólico para Maduro, cuando Vladimir Putin en una llamada telefónica reiteró su apoyo a Venezuela. Llamativo, cuando menos, teniendo en cuenta que, en cerca de cuatro meses de ataques en el Caribe y el Pacífico, no ha existido un apoyo militar.


Vladimir Rouvinski, analista y docente de la Universidad Icesi de Cali, cuestiona el rol de Rusia en este momento según cómo entendamos “apoyo”, pues una cosa es “tener una conversación telefónica expresando su solidaridad y otra es tener algo mucho más tangible que dar”. Y pone como ejemplo el caso Juan Guaidó en 2019, cuando Rusia envió a “especialistas técnicos, militares de las Fuerzas Armadas de Rusia que estuvieron apoyando el trabajo de los sistemas de defensa antimisil, que es clave para realmente poder resistir alguna invasión militar”.


En 2025 no se cuenta con ningún registro de algún movimiento de este tipo. También se mencionó el rol de Bielorrusia, cuyo líder Aleksandr Lukashenko es uno de los más férreos aliados de Vladimir Putin en Europa, y de quien Reuters señaló que estuvo reunido varias veces en la última semana con el embajador venezolano en ese país. La insinuación es una eventual ventana de asilo allí para Maduro y los suyos. En cuanto a esto, Rouvinski lo minimiza afirmando que “el dictador de Bielorrusia está tratando de cumplir un papel relevante; por lo menos ha logrado que Trump conozca de su existencia. Tienen un nivel de dependencia enorme con Rusia, pero es un político que está dispuesto a cambiar este apoyo ruso por el de alguna otra potencia si le conviene”. Lo resume en que para Maduro podría ser un plan C o D.


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¿Hasta dónde puede llegar Estados Unidos?


Esa es la pregunta del millón. Y está directamente ligada a qué tanto pueda aguantar el chavismo en el poder, porque una cosa puede forzar la otra. Ya hemos explicado aquí que prácticamente todas las vías están sobre la mesa. Trump y Maduro ya hablaron por teléfono, ya hubo un enviado de Washington a Caracas, ya hubo sanciones económicas, la declaración del Cartel de los Soles como organización terrorista, los ataques en el Caribe, el apoyo para que María Corina saliera del país y, ahora, la incautación del barco. Solo queda una vía que ya fue anunciada, pero no se ha ejecutado: ataques terrestres dentro de Venezuela.

Claro, esto no quiere decir que sea la única que falte por explorar. “La administración está adoptando una lógica que recuerda al neoconservadurismo de comienzos de 2000: se equiparan narcotráfico, terrorismo y regímenes hostiles como partes de una misma amenaza, y se recurre implícitamente a la arquitectura de seguridad posterior al 11 de septiembre para justificar el uso de la fuerza fuera del territorio estadounidense. La diferencia clave es que, en este caso, ya no se invoca el lenguaje de los valores universales ni de la promoción de la democracia. La justificación es más directa y más cruda: seguridad, control y neutralización de amenazas”, explica Kantor.

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Sin embargo, aclara que esto no quiere decir que una invasión a Venezuela sea inminente, pero sí abre la puerta a “normalizar un abanico cada vez más amplio de acciones coercitivas —más incautaciones, mayor control marítimo y potenciales operaciones justificadas como antiterroristas—, reduciendo progresivamente el umbral político para una escalada mayor”.


¿Qué rol puede cumplir María Corina Machado?


Sin duda alguna, es la protagonista de la semana, pero su liderazgo o relevancia está en camino a transformarse radicalmente. Como Leopoldo López en 2014, Juan Guaidó en 2019 o Edmundo González hace un par de meses, dejó Venezuela y, aunque su salida parece heroica —esquivando retenes policiales, estando a la deriva en alta mar y con disfraces—, el hecho es que está fuera del país hasta nuevo aviso, así prometa que va a volver con el Nobel en mano.


Afuera corre el riesgo de pasar de ser la que desafía al chavismo desde adentro a ser una líder exiliada más, una lista bastante extensa. Si bien puede aprovechar la visibilidad que tiene hoy para tejer alianzas y llevar una agenda más proactiva y con menos presión, para Txomin Las Heras “hay que tener en cuenta que el estar en el exilio le puede, digamos, cortar un poco su contacto con la realidad venezolana y con los factores que mantienen la lucha democrática en Venezuela”.

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No se trata de condenar su rol político, pero es claro que de trata de un parteaguas para su lugar en la pugna por la caída del régimen chavista. Mientras tanto, su agenda ya se mueve en asuntos personales, como la reunión con sus hijos y chequeos médicos, de los cuales declaró que lleva ausente por más de año y medio. Pero también anunció que le han llovido invitaciones de distintos países y que sostendrán varias reuniones antes de regresar a Venezuela para seguir posicionando su plan de transición hacia la democracia.

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Por Hugo Santiago Caro

Periodista de la sección Mundo de El Espectador. Actualmente cubre temas internacionales, con especial atención a derechos humanos, migración y política exterior.@HugoCaroJhcaro@elespectador.com
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