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Todo, menos negociar: La CIA entra en escena en estrategia de Trump contra Maduro

La autorización a la CIA para operar en Venezuela marca un giro en la ofensiva de Washington y la verdadera batalla de Maduro sigue siendo mantener unido su frente interno.

Hugo Santiago Caro

15 de octubre de 2025 - 07:00 p. m.
El presidente Donald Trump (izq.) en Washington, D.C., el 9 de julio de 2025, y el líder venezolano Nicolás Maduro (der.) en Caracas el 31 de julio.
Foto: AFP - JIM WATSON FEDERICO PARRA
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Han sido dos semanas intensas para el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Primero, Donald Trump ordenó frenar cualquier negociación diplomática con Caracas, al parecer cansado de la negativa de Maduro a dejar el poder. Luego, le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, su principal contendiente, aunque sin poder real. En medio de esa jornada, CBS News reportó que en Miraflores se preparaban ante un posible e inminente ataque desde Washington. Y, según The New York Times (NYT), ayer Trump habría autorizado a la CIA a ejecutar operaciones en el territorio venezolano.

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¿Todos los caminos conducen a una intervención? Quizá no todavía, pero todo apunta a que su fin máximo sería quitarle el poder a Maduro. Una estrategia diseñada por el secretario de Estado, Marco Rubio, con el apoyo de John Ratcliffe, director de la CIA. Para realizar este plan, el Pentágono desplegó más de 10.000 hombres en el Caribe, la mayoría en Puerto Rico, en aguas donde han sido hundidas más de cuatro embarcaciones pequeñas y han muerto unas 27 personas en los últimos dos meses. Según Trump, todos eran “narcoterroristas”, y al menos dos de ellos serían colombianos, información confirmada por el presidente Gustavo Petro y ratificada por el NYT.

Pero más que un giro de Washington, el foco está en cómo Caracas puede llegar a interpretar y usar estas amenazas. Es probable que el régimen no tema ahora lo que ocurre fuera de sus fronteras, sino lo que pueda fracturar su control dentro. Según Geoestrategos, laboratorio y tanque de pensamiento en análisis estratégico con apoyo académico de la Universidad de los Andes, el régimen está entrando en un “modo de supervivencia”.

En su último informe afirman que “sus respuestas, más asimétricas que convencionales, apuntan a preservar el control interno mediante represión, propaganda y cooperación criminal transnacional. La alianza con redes ilícitas regionales se convierte en su escudo operativo y su aparato militar se reconfigura para resistir o absorber golpes selectivos”.

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El mismo NYT reportó hace días la desesperación de Maduro, quien habría puesto sobre la mesa, durante las negociaciones con Washington, la posibilidad de “abrir todos los proyectos de petróleo y oro existentes y futuros a empresas estadounidenses, otorgar contratos preferenciales a compañías de ese país, revertir el flujo de exportaciones de petróleo venezolano de China a Estados Unidos y recortar los contratos de energía y minería con empresas chinas, iraníes y rusas”.

Txomín Las Heras, analista e investigador adscrito al Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, considera que, pese a todas las señales externas, una intervención no parece cercana. No obstante, afirma que esto pone el foco sobre toda la alianza de fuerzas que sostiene al Gobierno de Maduro. “Si efectivamente en algún momento pudiera generarse alguna ruptura sin que se llegue a los hechos, indudablemente la presión que se está ejerciendo podría llevar a algunos de los factores que apoyan al Gobierno, especialmente a las Fuerzas Armadas, a preguntarse si realmente vale la pena seguir respaldando y sosteniendo a un régimen sometido a presiones tan grandes”, explica. En otras palabras, es clave lo que ocurra ahora en los cuarteles y ministerios de Caracas.

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La pregunta sería si el discurso de la amenaza externa, con el que Maduro afrontó el inicio de la crisis en el Caribe, se está agotando, pues Trump ha cercado cada vez más el asedio militar y la carta blanca a la CIA puede resultar completamente impredecible. Sin embargo, Las Heras recuerda cómo históricamente el chavismo se ha alimentado de esta narrativa y, pese a la “desesperación” reportada, podría capitalizar las horas bajas. Se trata, dice, de “construir este lenguaje y esta narrativa antiimperialista y de carácter nacionalista con el fin de tratar de recomponer sus apoyos”.

¿Y la gente en Venezuela?

Maduro ha anunciado, desde el inicio de la tensión en el Caribe, en diferentes momentos, que las Milicias Bolivarianas —ente creado en tiempos de Hugo Chávez en 2008, adscrito a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana— tienen de cuatro a ocho millones de miembros. Esta fuerza está compuesta casi en su totalidad por una base popular urbana; es decir, la mayoría serían voluntarios y reservistas venezolanos.

Mostrar casi ocho millones, como ha afirmado, podría proyectar hacia afuera que su respaldo popular sigue en pie, pero Las Heras piensa que hay una ventana en la que esto podría ser diferente: “También debemos pensar en qué medida la población venezolana —que ha sido afectada durante tantos años por una crisis económica, política y social tan profunda— estaría o no dispuesta a apoyar al Gobierno en una coyuntura como la actual o si, por el contrario, se mostraría indiferente ante cualquier hecho de este tipo. Esto no lo podemos saber, porque en Venezuela no es posible realizar estudios de opinión sobre un tema tan delicado como este. No obstante, es un escenario que debemos mantener abierto, ya que es posible que la población, un tanto harta de la situación que ha vivido, termine mostrando indiferencia y no quiera expresar un apoyo activo, como el que propagandísticamente ha querido hacer ver el Gobierno”.

Lo más acertado sería concluir que todas las posibilidades están abiertas, menos negociar. Pese a los reportes de los medios en Estados Unidos, el punto en común es que la estrategia de Trump desde enero —influenciado por Rubio, quien además es su asesor de seguridad— era negociar una salida, a lo que Maduro se ha negado de todas las formas posibles, a pesar de ofrecer alternativas. Washington se cansó y se retiró de la mesa. El coctel de la autorización a la CIA y el Nobel para Machado —quien ha apoyado las intervenciones de Trump— puede abrir un nuevo capítulo en esta historia.

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Por Hugo Santiago Caro

Periodista de la sección Mundo de El Espectador. Actualmente cubre temas internacionales, con especial atención a derechos humanos, migración y política exterior.@HugoCaroJhcaro@elespectador.com
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