Publicidad

El componente social

Tanto la escuela rusa como la china de ajedrez concibieron el éxito en este deporte si se ligaba con un sistema social, y, por otro lado, la participación de los países en este juego definió lo que ocurría en otros campos.

María Antonia León * /Especial para El Espectador
05 de octubre de 2014 - 02:00 a. m.
El componente social

 Desde un punto de vista político, el ajedrez fue un arma simbólica durante la Guerra Fría, e incluso después de que ésta finalizara. Las batallas parecían desarrollarse dentro y fuera del tablero. La Rusia socialista consideró el ajedrez como un arma política, por lo que este deporte contaba con recursos otorgados por el Estado. El pensamiento de la escuela rusa era que el ajedrez contribuía a su propósito de “crear seres mejores”. Este ideal contrasta con la curiosa respuesta de Gary Kasparov cuando le preguntaron por qué los rusos eran tan buenos trebejistas. Él contestó: “Es por el invierno”.

Pero la hegemonía de esa región y de esa escuela se vino abajo gracias a la intervención monumental del estadounidense Robert James Fischer. Los soviéticos fueron testigos de cómo un representante del capitalismo y la individualidad de Occidente derrotó a todo un sistema colectivo, cuando Bobby venció a Boris Spassky y se coronó campeón mundial en 1972. Hasta Nixon intervino para que el genio de Brooklyn lograra la hazaña. En Bogotá, parte de la transmisión del match se vio en una pantalla que instaló el diario El Tiempo en plena calle y se agotaron los juegos en los almacenes y los libros de ajedrez de las librerías.

Antes de ese acontecimiento que revolucionó el mundo, en nuestro país el ajedrez era un pasatiempo de vagos, pero en ese momento se convirtió en un deporte respetable que se llevaba a cabo en clubes y cafés cerca a la Plaza de Bolívar en Bogotá. Similar al fenómeno del siglo XVIII, cuando los cafés europeos en los que se jugaba sólo eran frecuentados por hombres, en Colombia este deporte ha sido apropiado por las mujeres y legitimado por los hombres de manera muy lenta, como si se tratara de un match muy largo, pero tanto en este como en otros terrenos, las mujeres ya hemos ganado varias partidas.

La gran maestra paisa Beatriz Franco, una de las figuras femeninas que participarán en el VII Festival Internacional de Ajedrez de la Universidad Central, es una prueba más que fehaciente de ese terreno ganado. A este deporte se dedica desde niña, como ocurre en más del 90% de los ajedrecistas, y hoy, a sus 26 años, su vida entera gira en torno a los escaques, enroques y mates. “Formarse en una disciplina es difícil, pero siempre valdrá la pena porque todo lo bueno y correcto en la vida requiere de un sacrificio, mientras lo malo e incorrecto siempre será fácil, pero vacío al final”, asegura esta campeona nacional. Su testimonio confirma que sólo es cuestión de tiempo para que se fortalezca la equidad de género entre las nuevas generaciones de ajedrecistas.

Por María Antonia León * /Especial para El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar