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El dilema de la vivienda popular

La medida del Distrito para obligar a los constructores a destinar un 20% de sus proyectos en este tipo de infraestructura, genera polémica por las dificultades para integrar a ricos y pobres.

Verónica Téllez Oliveros
08 de noviembre de 2012 - 11:34 p. m.
La favela Paraisópolis contrasta con los edificios de clase alta en la ciudad de São Paulo, en Brasil. / EFE
La favela Paraisópolis contrasta con los edificios de clase alta en la ciudad de São Paulo, en Brasil. / EFE

Mientras la administración ultima los detalles para reglamentar una polémica medida con la que busca conseguir vivienda para los más pobres y que éstos convivan con los ricos, el debate se enciende en torno a: ¿qué tan deseable es la integración?, ¿qué tan factible es hacer realidad un proyecto así en la capital?, y, ¿cómo les ha ido a estos proyectos en otras partes del mundo?

En pleno corazón del centro de Londres, en el distrito de Candem, se levantó en 2009 el edificio del arquitecto italiano Renzo Piano, Central St Giles, que mezcla oficinas, viviendas y hoy tiene a personas de diferentes ingresos económicos conviviendo en un mismo punto. Para hacerlo realidad sus constructores debieron destinar el 35% del proyecto a vivienda social, es decir, para aquellos que no pueden pagar los altos precios del mercado.

Esta situación es el resultado de la política de ciudad sostenible que Londres consignó en su plan de desarrollo en 2002 y en la que resalta que la vivienda debe ubicarse donde se pueda maximizar el uso del terreno, conservar energía, estar cerca de los centros educativos y laborales, las tiendas y el transporte público. Este proyecto logró reactivar una importante zona central de esa capital, con miras a ser no sólo una solución al problema de hábitat, sino también un impulso de la economía nacional.

Que esto pueda ser realidad en una ciudad como Bogotá resulta una ilusión para muchos, incluso una mentira del alcalde Gustavo Petro, como lo señaló en días recientes el exalcalde Enrique Peñalosa a la revista Dinero, respecto a la posibilidad de mezclar estratos en un mismo proyecto de vivienda. También señaló que si una idea de este tipo ha funcionado en lugares como Londres, se debe a que los terrenos eran propiedad del Estado.

Pero la administración está convencida de combatir la segregación y obtener suelo y vivienda para los pobres, ya que según cifras oficiales, en la capital faltan 180.000 viviendas para esta población. Por esta razón, la secretaría de Hábitat prepara un decreto con el cual los constructores de la ciudad están obligados a destinar el 20% de sus proyectos a Vivienda de Interés Prioritario (VIP), esa que cuesta máximo $40 millones.

A pesar de tener claro su plan, el Distrito también sabe que no será fácil. Debido a esto, aún discute si en el Centro Ampliado será obligatorio que los nuevos proyectos incluyan su porcentaje de VIP en este mismo lugar o si por el contrario se permitirá que el desarrollador lo haga en diferentes puntos, de tal manera que no se combinen estratos.

El exalcalde Paul Bromberg asegura que aunque no está seguro de que la política de la administración funcione, sí es interesante, y más allá de los intereses económicos plantea una duda fundamental: ¿qué tan integrados y parecidos somos en la capital? Un interrogante que se evidencia en el hecho de que hoy un ciudadano del estrato 1 tenga que gastar 40 minutos más que uno del estrato 6 en transportarse en la capital, como lo reveló la Encuesta de Movilidad 2012.

El expresidente de la Lonja de Propiedad Raíz, Óscar Borrero, indica que esta alternativa del Distrito es la solución que tiene para encontrar la VIP que no hay en la ciudad. Sin embargo, advierte que termina convirtiéndose en un tributo que los constructores trasladarán a los compradores de estratos medios.

Al respecto, el excurador urbano y miembro de Corposéptima, Jaime Rodríguez Azuero, asegura: “Entiendo a los empresarios, pero la especulación en la ciudad ha llevado a que las casas se vendan con precios altísimos que les dejan enormes ganancias. Ahora pueden seguir ganando, pero también contribuir a que sectores que no tienen esa capacidad sean incluidos en los planes de vivienda”.

Aunque la primera impresión de un ciudadano ante la propuesta distrital pueda ser el rechazo o el temor por no saber cómo terminará afectado en términos de seguridad, por ejemplo, sin duda se trata de un proyecto deseable y necesario. Pero, ¿qué le faltaría a la ciudad para concretarlo? Bromberg argumenta que mientras una ciudad se siga aislando en aspectos como la educación, será muy difícil lograr una integración real por medio del hábitat solamente.

En cuanto a la propuesta del porcentaje VIP, el reto sería que la administración construya una infraestructura para los pobres de tal calidad, que las personas de estratos 3 y 4 quieran ir a vivir allí mismo. Es una idea compleja pero alcanzable. Francia fue una ciudad integrada hasta la década del 80, pero los problemas se presentaron cuando los inmigrantes empezaron a llegar. Antes pudieron convivir ricos y pobres en las mismas cuadras, resalta el exalcalde Bromberg.

Por Verónica Téllez Oliveros

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