El veterinario que rescata a los animales callejeros

Desde hace siete años, Juan Guillermo Rubio ha estado detrás del programa CES (Capturar, Esterilizar y Soltar) de Bienestar Animal, que dejó en el olvido las eutanasias masivas en la ciudad.

Mónica Rivera - @Yomonriver (mrivera@elespectador.com)
08 de diciembre de 2019 - 02:00 p. m.
Juan Guillermo Rubio es uno de los veterinarios que ha trabajado en el proceso de captura de los animales callejeros, que se encuentran en los humedales. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Juan Guillermo Rubio es uno de los veterinarios que ha trabajado en el proceso de captura de los animales callejeros, que se encuentran en los humedales. / Gustavo Torrijos - El Espectador

La primera vez que Juan Guillermo Rubio salió con el camión de Zoonosis de Bogotá no sabía qué pasaba. El vehículo, viejo y con golpes en los costados, siempre iba escoltado por una patrulla de Policía. Minutos después supo la razón: la gente no los quería. Por esto debían recorrer los barrios casi que a escondidas, para atrapar a un perro o un gato callejero. Tras lograrlo, tenían que huir a toda velocidad, pues siempre los despedían a pedradas.

Pero eso no fue lo único que le preocupó. “Agarraban a los animales con unas mallas, para que no los mordieran, y luego los dejaban caer, como desde un metro de altura, al piso del camión. Esa fue la bienvenida al trabajo en Bogotá”, recuerda Rubio, oriundo del Tolima, quien llegó a la capital para integrar el equipo de zoonosis, que desde ese momento rediseñaría el modelo para tratar a los animales callejeros. 

Su primera meta fue frenar las eutanasias masivas, luego conseguir un nuevo camión y, finalmente, darle un nuevo enfoque al plan y al equipo de captura. “Antes cada hospital ponía la gente que recogía los animales, pero a ellos no les importaba cómo lo hacían, pues solo lo hacían una vez al mes y nunca iban al mismo sitio”, dice Rubio. 

Lo que hicieron de ahí en adelante fue llegar y presentarse ante la gente. “Les informábamos cómo manejar a los animales callejeros y les preguntábamos cuáles eran los más problemáticos. Así no nos terminábamos llevando el perro manso de la vecina, que estaba en la calle. Gracias a esta estrategia, en dos años, la Policía ya no tuvo que acompañarnos más”.

Lo siguiente fue replantear la forma como se veía a los animales callejeros. Zoonosis atrapaba alrededor de 10.000 al año y la mayoría pasaba por eutanasia, porque el afán era capturar el mayor número. Con el cambio de esquema, ahora se rescatan 3.000, de los cuales al menos 2.000 son entregados en adopción. “Claro que hay una problemática de animales en la calle, pero es ocasionada por las personas que los abandonan. Por eso se aumentaron los tratamientos y las esterilizaciones a los callejeros”. 

En el centro de protección animal construyeron casas y camas. Con los voluntarios arreglaron los guacales viejos y Rubio construyó cortinas y sacos para que los cachorros resistieran el frío, que en la madrugada cae a los 3 °C. Pero esta transición no ha sido fácil. Les ha tocado ser recursivos. 

Mientras con sábanas Rubio construye trampas para gatos recién nacidos, con mallas de arcos de fútbol recicladas hacen las que necesitan para atrapar los animales en la calle. “Tenemos pilotos para hacer diferentes trampas, algunas para atrapar toda una colonia a la vez, pero nos falta madera para ponerlas a prueba”.

Este veterinario hace parte del programa CES (Capturar, Esterilizar y Soltar) del Instituto de Protección y Bienestar Animal (Idpyba), que nació como resultado de ese primer trabajo en la ciudad. Allí se encarga de realizar todo lo que han estructurado en los últimos siete años para atender a los animales de calle, de tal forma que la última opción sea la de sacrificarlos. De hecho, algunos pasan hasta cuatro años en el centro antes de ser adoptados.

La sensibilidad que caracteriza a Rubio es algo que tiene prácticamente desde que nació. Mientras su padre se destacó por haber sido el creador del primer grupo de Protección de Fauna Silvestre en la Universidad del Tolima; su madre, una maestra rural, se dedicó por años a hacer colectas para llevarles comida a los niños más pobres del municipio en que vivían.

Es a ellos precisamente a quienes, asegura, les debe esa vocación de ayuda, no solo a los animales sino a las comunidades, pues dentro del centro también ha adelantado proyectos de investigación para determinar los mapas de calor de los animales callejeros en Bogotá, no solo para determinar en dónde se encuentran sino para abordar a las personas.

“Nos hemos dado cuenta de que detrás de los animales callejeros siempre hay un doliente, que los vigila o les da comida”. Asimismo, saben que hay personas vulnerables, que trabajan todo el día o que tienen otros problemas por atender, como personas acumuladoras que llegan a tener más de cuarenta animales. Sabe que el trabajo va más allá de la atención veterinaria y por eso cree que cada vez que sale debe primar el trabajo bien hecho por encima del cumplimiento de su labor. 

Sabe que se vienen grandes retos, pues cada día los solicitan más. Rubio y su equipo trabajan con las uñas, pero con la satisfacción del deber cumplido. “Siempre hay dificultades y algo por hacer, pero hay que mantener el norte. Tenemos la necesidad de reconocer el trabajo de las ambientalistas y voluntarios y así unir esfuerzos para continuar haciendo cosas que beneficien tanto a los animales como a las personas”. 

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Por Mónica Rivera - @Yomonriver (mrivera@elespectador.com)

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