La travesía de los niños venezolanos con la educación pública

Ante la masiva llegada de venezolanos a la ciudad, el Distrito facilitó el ingreso de los menores a las instituciones públicas. Los problemas han sido por la baja calidad académica de los estudiantes del vecino país y los casos de matoneo que se han presentado.

Mónica Rivera / @Yomonriver
17 de septiembre de 2018 - 02:29 a. m.
El Distrito ha adelantado campañas en contra de la xenofobia en los colegios públicos.  / Secretaría de Educación
El Distrito ha adelantado campañas en contra de la xenofobia en los colegios públicos. / Secretaría de Educación
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El ingreso de los niños venezolanos a los colegios públicos en Bogotá no ha sido fácil. A pesar de que la administración ha abierto las puertas para que los menores tengan un cupo en las instituciones distritales, hay factores culturales, sociales y educativos que afectan su formación. Por un lado, están los casos de xenofobia que, pese a haber sido identificados y tratados a tiempo en las instituciones, muchas veces degeneran en matoneo. Por el otro, factores que la Secretaría de Educación ha detectado y que están relacionados con los bajos niveles educativos de quienes están llegando del vecino país.

Por ejemplo, en el colegio San Francisco de Asís, en la localidad de Los Mártires, recientemente recibieron a dos hermanos. El niño se encuentra en primaria y la niña, de acuerdo con la equivalencia de grados, debería entrar a noveno, pero ante las deficiencias educativas que presentó en áreas centrales como matemáticas, fue devuelta a séptimo grado, no sin antes recibir tutorías de nivelación.

Otro caso ocurrió en el colegio General Santander, en Usaquén, adonde llegó una niña que cuando residía en su país tomaba medicamentos psiquiátricos, pero ante la escasez y la migración a Bogotá, aún no está afiliada a un servicio de salud. Por consiguiente, no ha sido tratada y esto ha provocado que en el aula de clase presente graves dificultades de comportamiento y violencia.

La cuestión es que ya no son casos excepcionales. De acuerdo con el Distrito, al comenzar este año, alrededor de 1.000 niños del vecino país obtuvieron un cupo en los colegios públicos de la ciudad, pero en los últimos meses, este número se ha triplicado. Hoy, según cifras de la administración, en los colegios públicos hay 3.808 venezolanos, el doble de los niños afro que estudian en la capital.

Para Francine Howard, de la Asociación de Venezolanos Voluntad Popular, todo obedece a que se han presentado diferentes fases en la migración del vecino país a la ciudad. “Los primeros que llegaron estaban bien preparados, tuvieron la oportunidad de ingresar a colegios privados o llegaron con un buen nivel educativo a los públicos. Además, sus padres contaban con la posibilidad y los medios de mantenerlos. Pero la última migración ha sido de personas de muy bajos recursos, que estudiaban en colegios públicos de Venezuela, donde la educación no era la más adecuada, o estaban desescolarizados, debido a las vulnerabilidades que vivían. Esto ha llevado a que al enfrentarse a la educación colombiana tengan un choque muy fuerte”.

Este no es el único factor. Nancy Becerra, coordinadora del Colegio General Santander, ha identificado particularidades en los niños venezolanos que han llegado al plantel. “Sus costumbres son muy diferentes, por lo que tienden a ser más cercanos con los estudiantes costeños. Esto ha generado grupos y diferencias en las relaciones, que afectan la convivencia. En otros casos, son los mismos venezolanos los que no se sienten bien en la institución, entonces se aislan”.

Según la Secretaría Distrital de Educación, ante el ingreso de estudiantes venezolanos se han adelantado varias jornadas de sensibilización en la ciudad para “evitar el riesgo de barreras administrativas, sociales o culturales y acercar de manera permanente la oferta educativa a esta población, a través de encuentros locales de atención y la búsqueda activa, casa a casa, de la población desescolarizada”.

Por su parte, la Secretaría de Gobierno ha adelantado campañas contra la xenofobia, en asocio con al programa de Somos Panas Colombia, liderado por ACNUR (la agencia de la ONU para los refugiados), con el que se ha intentado atacar los focos de odio dentro de los colegios. Sumado a esto, para los menores que ingresan al país, se aplica el Marco Normativo General del Interés Superior del Menor, con lo que se les brinda toda la atención en educación y salud, aunque sus familias no tengan permiso especial de permanencia ni hayan definido su situación migratoria.

A pesar de esto, Howard considera que la situación de estos menores puede salirse de control para los entes distritales, pues la mayoría de los niños que están llegando no solo presentan problemas educativos, sino de desnutrición y otros derivados de llegar a la ciudad caminando. Además, “hay muchos venezolanos que se suben a Transmilenio a pedir dinero con los niños y eso no está controlado, porque, a pesar de que se han tomado medidas, la migración es masiva y no todos acceden a estas ayudas”.

Ahora la cuestión, ante la apertura de las inscripciones en los colegios públicos de la ciudad para el próximo año, es si el Distrito está en condiciones de recibir hasta el triple de estudiantes venezolanos, teniendo en cuenta que Migración Colombia ha registrado el ingreso de 118.709 menores a la ciudad, de los cuales, al menos el 10 % continúa acá. El reto, sin duda, será grande.

Por Mónica Rivera / @Yomonriver

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