Los retoques contrarreloj del deprimido de la 94

Minutos antes de que llegara el alcalde Enrique Peñalosa y todo su séquito, decenas de obreros hicieron los últimos ajustes para que finalmente se pusiera en marcha la intersección a desnivel que le costó a la ciudad más $166.000 millones. La obra promete mejorar en un 70% el tráfico en la zona.

Redacción Bogotá
22 de marzo de 2017 - 07:37 p. m.
Los retoques contrarreloj del deprimido de la 94

Una hora antes de la inauguración oficial, un ejército de obreros se encargó de dar los últimos retoques al deprimido de la 94, cuya entrega era inaplazable. A pesar de que cumplían 22 horas trabajando de corrido, los pequeños quehaceres no los dejaban descansar un solo segundo. Sembraron plantas, pintaron las paredes e instalaron unas señales de tránsito a toda velocidad. “Ya viene el alcalde”, se rumoraba entre ellos. Se postraron en el suelo a instalar separadores y barrieron las ciclorrutas. Cuando el alba los sorprendió, los vehículos que estaban parqueados en el corredor subterráneo salieron a toda marcha, los obreros tomaron las escobas y las palas, las guardaron en el almacén y regresaron a toda carrera para esperar la llegada de los funcionarios de la administración. (Lea: “A nombre de la Alcaldía, pido disculpas por el deprimido de la 94”: Peñalosa)

Édgar Ramírez se sacudió el overol naranja y alistó su celular para la ceremonia. Fue uno de los encargados de pintar y poner los ladrillos de la construcción. Lleva siete meses en el deprimido, pero no había trabajado tanto como en el último mes y muy pocas veces como en las últimas 24 horas. “Para eso estamos, eso es lo que sé hacer”.  (Lea: Luego de diez años, por fin abrirán el deprimido de la 94)

Habla con satisfacción de la obra y asegura que cuando pase con sus hijos les mostrará las cosas que ayudó a levantar: las barandas, la excavación y los arreglos. Pero prefiere guardar silencio frente a los hechos de corrupción que rodearon la construcción de la intersección y que le costaron a la ciudad cuatro veces más su costo original, es decir más de $166 mil millones. Para él, es mejor pensar en los beneficios que le generará el deprimido a la ciudad. “La gente se siente emocionada de que puedan transitar por este lado”.

A la 7:27 a.m., acompañado por un séquito de funcionarios y concejales, el alcalde Enrique Peñalosa arribó hasta la intersección vestido de traje de paño y corbata vinotinto. Sus acompañantes parecían lucir su mejor traje. Algunos de ellos, rápidamente, se pusieron chaqueta de la administración distrital para posar frente a las cámaras. Muy despacio, y tras dar unas cortas declaraciones, el burgomaestre descendió y fue recibido con un breve aplauso. Los obreros le apuntaban con sus celulares y no perdían ninguno de sus movimientos. Édgar Ramírez fue uno de los primeros en estrechar su mano.

Minutos después, luego de verificar los pormenores de la obra, Peñalosa afirmó: “El IDU trabajó día y noche en este deprimido que encontramos totalmente empantanado. Logramos destrabarlo y entregarlo en la fecha en la que nos comprometimos”. El mandatario  además aseguró que las vías secundarias que resultaron deterioradas tras el paso de maquinaria pesada estarán arregladas el 22 de abril.

Tras salir por el costado oriental de la intersección, los funcionarios del Distrito les dieron el paso a los vehículos que estaban estacionados en la entrada listos para estrenar los 2,50 km subterráneos y los 3,72 en superficie. Esta obra, de acuerdo con la Secretaría de Movilidad, mejorará la velocidad de la zona en un 70% y la velocidad promedio aumentará de 18 km/h a 33 km/h. “Y la idea es que siga aumentando la velocidad en la zona”, dijo el secretario de Movilidad, Juan Pablo Bocarejo.

Faryd Lahud, residente del sector, se sintió aliviado porque “por fin se acabará el ruido, disminuirá el polvo y todas las incomodidades que eso generaba”. Pero advirtió, en consonancia con algunos vecinos, que la obra ha traído consigo vendedores ambulantes, un fenómeno que para ellos es preocupante y al cual hay que hacerle seguimiento.

Poco a poco cientos de vehículos rodaron a lo largo y ancho de la intersección, tomaron los 18 giros y no se encontraron con un solo semáforo. A pesar de la magnitud de la construcción, la apertura del deprimido estuvo despojada de cualquier solemnidad: no hubo corte de cintas ni celebraciones. Peñalosa, como se había anunciado, optó por ofrecer excusas a la ciudadanía por los oscuros episodios que rodearon la obra.

A los pocos minutos se generó la primera congestión desde la avenida Novena, de sur a norte, hacia el oriente de la ciudad. Al parecer, todos los ciudadanos que pasaban por el sector querían dar el paso insoslayable: el que pagaron hace una década, pero solo hasta hoy tuvieron la oportunidad de utilizar por primera vez.

Por Redacción Bogotá

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