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¿Quién vigila los colegios?

Luego del caso de posible discriminación que vivió el joven antes de suicidarse, expertos en educación piden reflexionar sobre la calidad de los rectores de las instituciones privadas.

Redacción Bogotá
11 de septiembre de 2014 - 03:16 a. m.
Sergio Urrego se suicidó el pasado 4 de agosto. Su muerte estaría relacionada con la posible discriminación en el colegio donde estudiaba.   / Archivo personal Instagram
Sergio Urrego se suicidó el pasado 4 de agosto. Su muerte estaría relacionada con la posible discriminación en el colegio donde estudiaba. / Archivo personal Instagram

La historia de Sergio Urrego, quien se suicidó el 4 de agosto en Bogotá y cuya muerte estaría relacionada con la discriminación que vivió en su colegio, abrió la puerta para revivir debates amplios más allá de la indignación que se pueda vivir por un momento en la ciudad. No sólo quedó la reflexión sobre el largo camino que tiene el país en la aceptación de la diferencia, sino también acerca de qué está pasando de puertas para adentro en el resto de planteles privados. ¿Qué calidad tienen sus directivas? ¿Cuál es el problema con los manuales de convivencia? ¿Y qué estrategias hay para abordar temas como la diversidad sexual? Son algunos de los aspectos que hoy parecen estar fuera de control en las instituciones.

Que cada día los estudiantes de los colegios privados son remitidos a psicología incluso por las razones más absurdas, es algo que en este momento puede estar pasando en más del 90% de los colegios privados, incluyendo a los de alta alcurnia. De ello está convencido Francisco Cajiao, experto en los temas de educación en el país y rector de la Fundación Universitaria Cafam. Por ello asegura que una de las reflexiones que se desprenden del caso de Sergio es si los rectores de estas instituciones están preparados para su oficio. Según él, antes el Ministerio de Educación tenía requisitos para ser rector de planteles privados, pero este sistema se acabó. “Hoy hay colegios donde el rector terminó siendo el hijo de la dueña, sin tener ninguna preparación. Entonces les encomiendan a estas personas ineptas la preparación de hasta 500 niños y si quieren reprimirlos por cogerse de la mano o ser homosexuales, lo hacen”.

A propósito del caso del Gimnasio Castillo, donde estudiaba Sergio y fue señalado de un presunto acoso sexual contra su expareja, Mauricio Albarracín, director de Colombia Diversa, cuestiona que las instituciones educativas tengan manuales de convivencia donde censuran el homosexualismo. Hay colegios de la capital en los que señalan en su manual que una de las faltas graves que acarrearía la exclusión del plantel son “las manifestaciones de homosexualismo y/o de lesbianismo”.

Sin embargo, Cajiao dice que el problema con los manuales de convivencia es que los rectores (sin una preparación idónea) los pueden interpretar a su antojo. “Así estén bien elaborados, el lío está en el manejo de las relaciones organizacionales. La educación no es tema de normas policivas, sino de tener gente idónea al frente de una cantidad de niños diversos”. Insiste en que actualmente no hay condiciones serias para que alguien sea rector y cualquiera puede serlo.

Respecto al tema de los manuales, María Francis Salameda, subsecretaria (e) de gestión interinstitucional de la Secretaría de Educación, fue clara en que todas las instituciones educativas, ya sean oficiales o privadas, deben tenerlos implementados de acuerdo con la ley 1620 de 2013, con la que se estableció el sistema nacional de convivencia, que incluye el tema de la diversidad sexual y de género. “El sistema se fundamenta en el reconocimiento, respeto y valoración de la dignidad propia y ajena, sin discriminación por razones de género, orientación o identidad sexual, etnia o condición física, social o cultural”, dice la norma.

En cuanto a cuál es el trabajo que hace la entidad en la ciudad para verificar este punto, según la Secretaría, se reúnen constantemente con los planteles y hacen una revisión de los manuales de convivencia en el tema del respeto por la diferencia. “Se socializa con las directivas, a través de cartillas y talleres en los que se abordan explícitamente temas como la homosexualidad, por ejemplo. Esto lo lidera el equipo de Diversidad de Género en todos los colegios”, aseguró Salameda.

Sin embargo, con los casos como el de Sergio Urrego, todavía queda el sinsabor acerca de si hay un seguimiento riguroso sobre la implementación de las cátedras de diversidad sexual y de género en los colegios privados, que el Distrito impulsó en 2012. Ante esta inquietud, la subsecretaria ratificó que para la entidad es mucho más dispendioso vigilar a estas instituciones, pues no cuentan con tantos equipos de inspección en las localidades y la mayoría de ellos frecuentan los planteles oficiales.

 - Otros casos del Gimnasio Castillo

 La historia de Sergio no ha sido la única denuncia sobre el Gimnasio Castillo Campestre. Fabio Pérez*, alumno de este plantel durante 2007, aseguró que mientras estudió allí, también fue víctima de matoneo institucional. “Empezaron con el tema de las expansiones y los piercings que tenía. Yo los cubría con microporo, pero para ellos era lo peor. Amenazaban todo el tiempo con sacarme”, dijo.

Los padres de Fabián afirmaron que tal y como ocurrió con Sergio Urrego, también hubo una denuncia ante Bienestar Familiar por parte del colegio, en la que decía que Fabián era un niño muy mimado y por eso era rebelde. Según su padre, la trabajadora social fue hasta el apartamento y concluyó que no había problemas en ese hogar.

Otra madre de una estudiante del Gimnasio contó que el colegio puso una denuncia contra ella por abandono de hogar y sólo se enteró cuando la comisaría de familia la llamó a su celular, pues incluso la institución había señalado una dirección errada de su vivienda. Además, relata que también le pidieron que llevara a su hija a un psicólogo, pues la niña era muy rebelde y no cumplía con el perfil de la institución. La madre también dice que pidió que le aclararan por qué no le habían comunicado los problemas a ella antes de acudir a instancias legales, pero no tuvo respuesta y la rectora nunca quiso hablarle.

Por Redacción Bogotá

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