Tras el rastro de los tres menores desaparecidos en San Cristóbal Norte

Familiares, amigos y personas que se han solidarizado con la búsqueda intentan seguirles los pasos a los jóvenes que desaparecieron en una camioneta hace más de dos semanas en San Cristóbal Norte.

Juan David Moreno Barreto
10 de marzo de 2017 - 04:21 a. m.
Tras el rastro de los tres menores desaparecidos en San Cristóbal Norte

La camioneta Land Cruiser vinotinto avanzó lentamente entre el tráfico por la calle 163. Uno de los menores iba al volante y otro, de copiloto. Disminuyeron aún más la velocidad casi hasta detenerse y esperaron a que el tercero se colgara de la puerta. Poco a poco, como se ve en los videos de seguridad, los jóvenes se esfuman como si se los tragara la tierra.

Minutos antes, Brayan Andrés Montaña Pulido, de 17 años; Mauricio Castillo, de 16, y Juan Esteban Moreno Pachón, de 14, trabajaban como domiciliarios frente a un supermercado del barrio San Cristóbal Norte. El único rastro que dejaron a su paso, a las 6:45 p.m. del pasado 22 de febrero, fue el de la música del vehículo, que sonaba a todo volumen.

Dos semanas después, frente a la tienda de barrio, Germán Montaña prende un cigarrillo y habla por celular en voz baja: “Nada, no sabemos nada todavía”. Se frota la frente y parece respirar con dificultad. A su espalda está pegado uno de los tantos afiches en los que se muestra la foto de su hijo Brayan, seguido por una serie de números telefónicos que completan casi un párrafo. “Ya no sabemos qué hacer ni a dónde ir”. A su lado, Máximo Hernando Moreno se mueve con aire de intranquilidad y lanza una frase suelta: “Pero si estamos hablando de unos niños… mi hijo (Juan Esteban) es casi un niño”, dice. Vuelve a reflexionar con un vago sentimiento de incertidumbre.

La tienda del sector de Don Bosco (San Cristóbal Norte), ubicada en la carrera 7F con calle 163A, se convirtió en el punto de encuentro de los padres de los jóvenes. En algunos casos llegan los amigos y vecinos. “¿Nada?”, pregunta una mujer a la espera de una respuesta satisfactoria. Ángela Montaña, tía de Brayan, niega rotundamente con la cabeza y se despide con una venia de agradecimiento sin emitir una palabra.

No saben qué más hacer. Ya fueron a todos los hospitales de la ciudad, preguntaron en el Instituto de Medicina Legal y han recorrido las “ollas” más peligrosas del centro de Bogotá, en donde –al no encontrar noticias– se resignan a pegar afiches en los postes y fachadas. Durante estas semanas han recibido todo tipo de llamadas: desde quienes aseguran que vieron a uno de ellos en Chapinero con la ropa hecha pedazos y hasta quienes les han insistido en que estaban desayunando en Manizales. La información ha resultado falsa.

La única pista concreta la encontraron el pasado viernes, cuando la Policía encontró sobre la calle octava sur con carrera 29 (barrio Santa Isabel, en el sur de Bogotá), la camioneta en la que se movilizaban los jóvenes el día que desaparecieron. La encontraron sin radio ni parlantes, con el sistema de gas desconectado y sin el sistema de rastreo satelital. Lo más curioso: las placas habían sido cambiadas.

Con ayuda de las autoridades, los padres de los menores obtuvieron los videos de seguridad de Santa Isabel y vieron que el vehículo se detuvo de repente y armó un pequeño trancón. El conductor de un vehículo de estacas, que iba detrás de la Land Cruiser, se bajó y ayudó a empujarla.

Las características físicas de la persona que conducía, según se observa en la grabación, no corresponden a la de ninguno de los menores. Es un hombre alto y de contextura gruesa, dicen los padres. Al lado del automotor pasó una patrulla de la Policía que verificó la situación y continuó su camino. “Es muy extraño que no los hayan detenido o que no hayan verificado sus documentos”, dice Máximo Hernando.

A la hora de reconstruir la historia, con videos en mano, formulan nuevas hipótesis. Se preguntan si quizás alguien más iba con ellos en el carro cuando desaparecieron. Pero nadie, por ahora, puede confirmar o desmentir tal conjetura, porque la camioneta tiene los vidrios oscuros y no se veía a nadie más en la parte posterior del carro.

Tampoco entienden por qué después de hacer un domicilio regresan al supermercado y no se detienen a hacer otro. “Generalmente, las personas que están ahí, hacen cinco o seis domicilios diarios. Ellos hicieron máximo dos”, dice Germán Montaña. También les parece extraño que uno de ellos se hubiera colgado en el carro y, según se observa en el video, parece como si se bajara y saltara de nuevo a la calle. Lo cierto es que minutos antes, a las 6:26 p.m., fueron vistos frente al local. Uno de ellos tenía un celular en las manos, hablaban entre ellos y parecían bromear con la gorra blanca de Mauricio.

La investigación está a cargo del CTI de la Fiscalía y cuenta con el apoyo de la Sijín de la Policía. Fuentes de las autoridades aseguran que las pesquisas han estado enfocadas en revisar los videos de seguridad del sector, realizar entrevistas y hacer pruebas dactiloscópicas en la camioneta encontrada.

Para los familiares, sin embargo, ese trabajo no ha sido suficiente. “Hace unos días, una extranjera se perdió en Cali y desplegaron un operativo enorme que incluso contó con un helicóptero. En este caso, a pesar de que hablamos de menores de edad, no se ha visto nada parecido, ni siquiera que se ofrezca una recompensa”, dice Ángela Montaña, quien teme que con el paso del tiempo aumente su incertidumbre y contagie de indiferencia a quienes han participado en la búsqueda.

 

Por Juan David Moreno Barreto

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