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Un día en el 'Bronx' con el centro de atención a adictos

En la inauguración de los dos primeros Centros de Atención a Drogodependientes (Camad), se atendieron a 250 habitantes de calle.

Diana Carolina Cantillo E.
18 de septiembre de 2012 - 10:35 a. m.
Foto: Gabriel Aponte
Foto: Gabriel Aponte

Sólo hasta que el Distrito hiciera llegar a la esquina del Bronx el primer Centro de Atención Médico a Drogodependientes (Camad) en Bogotá el lunes, cinco ‘campaneros’ que custodiaban tres vallas que hacían las veces de ‘compuertas’ permitirían la entrada a ese lugar de dos máquinas retroexcavadoras para remover la basura y el excremento del piso. A las 10:30 arribaría el alcalde Gustavo Petro y su equipo de trabajo, quienes recorrerían estas tres calles, en forma de ele, en donde viven cerca de 3.000 habitantes de la calle, de los 9.614 que deambulan por las aceras capitalinas.

A las 8:00 a.m., dos unidades móviles llegaron a prestar servicios de salud en el Bronx y en el sector El Amparo, ubicado en la localidad de Kennedy. Siete profesionales en la salud en cada uno de los centros llegaron a atender las diferentes patologías de la población y cerca de 60 personas de la secretaría de Integración social y de Salud del Distrito estuvieron en el Bronx para motivar a los habitantes a hacer uso del Camad. En este lugar hubo poca presencia de la policía, sin embargo los uniformados tomaron distancia ya que los habitantes del Bronx los ven como una amenaza, situación que podría echar a pique el trabajo de socialización del proyecto Camad.

Puestas las normas de juego, los campaneros de la entrada del sector permitieron el ingreso de las máquinas y comenzó la remoción de las capas y capas de suciedad de ese sector. Por otra parte, Guillermo Alfonso Jaramillo, secretario de Salud del Distrito, quien fue el encargado de darle inicio a la jornada, dijo que el próximo año la ciudad contará con otros dos centros de atención.

Mientras se terminaba de acomodar la operación de la unidad móvil, algunos habitantes curiosos preguntaban si para ser atendidos debían tener algún documento que los certificara como indigentes, mientras que otros sólo se interesaron por el refrigerio, y algunos más reticentes observaban desde su cambuche la puesta en escena de los medios de comunicación en el cubrimiento de la noticia. “Esta es la otra Bogotá, la que nadie quiere, la que nadie mira. Nunca se asoman por acá, vienen es a sacar plata de la miseria en la que vivimos”, gritaba una mujer joven que, por su aspecto físico y semblante, no parecía llevar mucho tiempo viviendo en el Bronx.

A las 9:00 a.m. del domingo el centro empezó a prestar los servicios de medicina general y odontología. María Helena Vargas, una joven embarazada, de 19 años, pero que aparenta más edad de la que dice tener, es la primera persona en ser atendida. Desde hace cinco años, cuando decidió vivir en el mundo de la calle, no había ido a una cita médica. La joven se quejaba de dolor en el estómago y dolores de cabeza. Aseguró que ese no era su primer embarazo, pero que no sabía qué había ocurrido con los demás, sin especificar cuántos había tenido.

Después de María Helena Vargas, entraron otras dos personas. Pero después de éstas el ingreso se vio restringido debido a que los medios de comunicación entraron a conocer y a tomarle fotos al interior del centro móvil, lo que causó molestia entre los usuarios: “nunca se asoman por aquí, sólo cuando hay muertos, cuando hay tragedia. Mire que no nos dejan entrar, estamos mal, yo tengo una herida desde hace varios días. Por qué primero los medios, si el carro se trajo para nosotros”, reclama un hombre de edad avanzada, con voz ronca, a quien lo atormenta una tos que casi no lo deja hablar. El hombre esperó unos minutos, se aburrió y abandonó la fila.

Desde las vallas, las cámaras de los medios capturaban una ciudad insospechable ante los ojos, pero que en medio de la basura y cambuches de dos y tres pisos, deambulan hombres de caras conocidas, los mismos que concurren las calles del centro, que cuidan carros en los sectores de Chapinero y la Candelaria, que venden dulces o piden plata en los semáforos u ofrecen sopas de letras en los buses bajo un discurso cristiano y de salvación.

Uno de los campaneros, un hombre viejo, barbado y de ojos desorbitados, cumpliendo su labor de custodia, desafía a un fotógrafo de un medio internacional que, en un descuido, trató de colarse entre las rendijas de las vallas: “trate de entrar y verá”, lo amenaza. “Le prometo que sabrá qué es ser creyente”, lo intimida. “Aquí adentro hay reglas y se cumplen, marica”, le advierte.

En medio de la discusión del uno y del otro, un hombre que parecía dormido, de un momento a otro interrumpió la escena y le dijo al fotógrafo que lo dejaba entrar y que posaba para la foto siempre y cuando ‘le tirara una liga’. El fotógrafo lo piensa, pero su envalentonada decisión se merma y rechaza la propuesta. Pero hay quien llega a salvarle la foto. Otro de los habitantes, que cruzó con parsimonia las vallas, desfiló con un paso bailado y marcado por el compás de un golpe producido por el choque de un palo de escoba contra el piso, Francisco se preparaba para el acto artístico que, según él, le ha dado para vivir 15 años en la calle. “Y uno, dos, tres... cuadra ese acordeón carajo”, le indica a su acordeonero imaginario y empieza a cantar un vallenato resabiado. Pero su acto es interrumpido por la llegada de Petro.

El alcalde llegó, entró al Camad y se reunió con el personaje que viene haciendo el contacto entre la administración del Distrito y los 'duros' del Bronx para que finalmente se pudiera entrar a ese lugar. Ultimados los detalles finales: no se le permitió el ingreso a periodistas, camarógrafos ni fotógrafos, y menos a policías. Petro y su comitiva fueron entrando, a paso lento, a través de un callejón angosto en el que lado a lado estaba lleno de comida descompuesta, animales muertos, reciclaje, ventas de drogas, residencias, cambuches, muñecos de trapo, afiches de equipos de fútbol y de modelos desnudas, hombres sin ley, niños, familias.

El recorrido duró 10 minutos, el tiempo suficiente para hacerle saber al alcalde el cúmulo de necesidades y reclamos: “que no entren más los tombos que entran a robarnos las monedas de las máquinas, nos botan la comida, nos pegan, pero a la hora de conseguir bareta si llegan, ¿verdad?”, gritó alguien . “No tenemos trabajo, no tenemos vida, ni Sibén ni nada”, reclamó otro. En medio de las protestas, los habitantes del Bronx se convirtieron en paparazis y fotografiaron a Petro, unos intentaron tocarlo, algunas mujeres le disparaban besos.

Finalmente Petro terminó de hacer el recorrido. Se dirigió a una tarima dispuesta a unos cuantos pasos del Camad, en donde aseguró que con la implementación de los centros móviles se había avanzado en el proceso de paz y de reconciliación entre la misma sociedad bogotana. Después del discurso, habitantes de la calle bailaron al ritmo de Son Callejero, una banda salsera que es conformada por personas que hicieron parte del extinto Cartucho y que ahora se dedican a la música y acompañar al equipo del Distrito que se encarga de motivar al habitante de calle a ingresar a un proceso de desintoxicación y rehabilitación.

En su primera jornada, cada uno de los Camad funcionó con una odontóloga, un médico general, una psicóloga, dos trabajadoras sociales y dos auxiliares de enfermería. Se llevaron a cabo sólo citas médicas generales y las psicológicas empezaron con una serie de charlas que invitan a los habitantes de la calle y la población vulnerable a que conozcan el programa denominado “Escucha activa” para que surtido este paso, se empiece a llevar un historial psicológico y psiquiatra del paciente para así proceder a formular alguna droga legal que sustituya el síndrome de abstinencia. La unidad que atendió en el Bronx no pudo prestar normalmente el servicio de odontología por falta de energía.

La Secretaría de Salud no reportó casos de personas con cuadro psicológico grave. Entre las patologías más comunes de la población atendida se encontraron úlceras varicosas, infecciones, golpes, dermatitis y enfermedades provocadas por hongos. Las curaciones fueron uno de los procedimientos que más se practicó en esta primera jornada.

Por Diana Carolina Cantillo E.

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