El Magazín Cultural
Publicidad

Aníbal Tobón: el poeta de los niños

De Aníbal Tobón se sabe mucho y poco. Él fue lo que quiso ser: un loco que vivía como un poeta.

Andrés Vélez Cure
07 de enero de 2021 - 10:00 p. m.
El nombre de Aníbal Tobón es tan común en Barranquilla que hasta los verdaderos monumentos lo homenajean con palabras y luces de colores.
El nombre de Aníbal Tobón es tan común en Barranquilla que hasta los verdaderos monumentos lo homenajean con palabras y luces de colores.
Foto: Cortesía Universidad del Norte

El día que conocí a Aníbal Tobón tenía siete años y fue cuando me llamó “Ojo de águila”. Aunque, pensando bien la cosa, puede que ya lo conociera de antes: porque cuando veíamos a aquel personaje de cabello y barba larga y gris que siempre se vestía de blanco (a excepción de sus botas rojas), mis amigos del barrio y yo ya lo llamábamos: “Señor Aníbal”. Todos los niños de Salgar lo llamábamos así por respeto o por poeta, supongo, pero me bastó crecer para darme cuenta de que estaba equivocado cuando me decía: “Más señor será tu abuelo”.

Le sugerimos leer Literatura presidencial

Muchos saben que nació en Barranquilla, Colombia, en 1950, cuando ya tenía tres años y que tuvo un hijo que fue mayor que él. Además, nadó contra la corriente la mayor parte de sus piraterías y paladeó las diferentes formas de naufragio, tal como él se describe en su autobiografía del libro Ocios del Oficio (2006).

“Con los buenos

Mejor

Con los malos

Peor

De los poetas

Hermano

De los locos

Total”.

El equívoco de definirlo me aterra, y más al pensar que alguno de los eruditos del café me diga “te faltó decir que fue esto u otro”. Lo que sí es menester enfatizar es el hecho de que el fundador de la Cátedra de filosofría con sus “Concervezatorios” fue para todos los niños de Salgar un sinónimo de esperanza. Yo fui uno de esos niños.

Fue antes de vivenciar cómo vive un poeta cuando empecé a querer a Aníbal Tobón. No fue necesario saber que sólo tomó cerveza durante más de veinte años porque el agua le parecía “aburrida” o que las cosas sanas lo enfermaban. Sólo bastaba estar reunido en la calle con mis amigos del barrio para esperarlo pasar a comprar su botella de Ron Blanco y decirle que nos llevara a jugar fútbol el domingo. “Dale, cuadro, el domingo a las 8:00 en punto”, decía. Sí, un poeta nos llevaba a jugar futbol, a jugar bolita de uñita y trompo, a jugar a hacer actores en los teatros, a la playa a recoger basura, y a leer y escribir poesía en su biblioteca: Biblioteca popular Efraín Arrieta, a la que asistí a los 10 años y a los 18 coordinaba.

“Si digo vida léase dificultad

Si digo muerte es error

Si amor fecundidad feliz

Y cuando yo diga mar

Usted escuche rumor de olas y pez

Y barca y amanecer amado y faro e isla

Porque las palabras no son

Sólo eso que nombran”.

No es un equívoco: gracias al “Poeta de los niños” no sólo nos negamos a soñar con fantasías de Hollywood, sino que también empezamos a “Leer la naturaleza”, un proyecto en el que “Las palabras no son sólo eso que nombran” y en el que pudimos aprender que “El mar nunca nos dice adiós, siempre nos dice Olaholaolahola”. Me disculparán sus más fieles amigos, pero Aníbal Tobón era más feliz con los niños. No es azar que saliera de su barco y tuviera detrás de él una fila de niños preguntando: “Señor Aníbal, ¿cuándo empieza el taller de Leer la naturaleza?”. “Señor Aníbal, ¿por qué la biblioteca no abre los domingos?”. “Señor Aníbal, ¿puedo ser poeta?”.

Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: Sandro, antes de Sandro

El nombre de Aníbal Tobón es tan común en Barranquilla que hasta los verdaderos monumentos lo homenajean con palabras y luces de colores. En Salgar, al igual que en Barranquilla, “El señor Aníbal” (Más señor serás tú) se escucha en la cima de los árboles de almendra, en los ladridos de Jack y Nimba, en el mar que nunca dice adiós, en los recuerdos de Yade y en los jardines de la memoria de “Ojo de águila”.

Cuando murió descubrí mi propio mar, supongo que también muchos otros amigos lo hicieron, porque desde el triste 17 de agosto del 2016, cuando supe que no recibiría más sus historias de vida ni mis caramelitos de chocolatinas ni recomendaciones de libros (“Ojo de águila ¿Cómo es que te llaman?”) o la propuesta de ir en helicóptero de Puerto Colombia a Barranquilla…, todos me preguntan por el fundador de Oniria, el país del corazón.

“El mar lo llevamos por dentro

Cada lágrima es un pedazo de océano

Cada suspiro espuma de ola

Cada dolor una tempestad en altamar”.

Aníbal Tobón con su vida de poeta me llevó al camino de la educación, y hoy su esposa dice: Andrés es el hijo de Yadira y Aníbal.

Por Andrés Vélez Cure

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar