El Magazín Cultural

Carta de un pupilo a su maestro

Estoy bien. Estoy bien y disculpa haberte preocupado. Cuando te cansaste de llamarme, le preguntaste a terceros por mí. Cuando aquellos terceros tampoco supieron darte una respuesta, me escribiste y me pensaste. Cuando eso tampoco eso funcionó, vino la resignación y el olvido.

Juliana Vargas @jvargasleal
15 de mayo de 2019 - 03:41 p. m.
Cortesía
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Tal vez eso era lo que quería: la reclusión, el abandono, el olvido. Después de escucharme hablar sobre mis sueños infantiles por años, cómo decirte que había fracasado. No, no era capaz, porque azul era el cuadernito que alimentamos de verano a verano, y azul el cielo bajo el que me viste elevarme a dos palmos del suelo, y azul el obstáculo sobre el que me viste caer. “No vuelvas a caerte”, dijiste. “Levántate”, me ordenaste. Cómo decirte que no lo había hecho, cómo decirte que seguía en el suelo.

Ya estoy bien.

Quizás lo que me salvó fue recordar que también has visto balcones que se suicidan, que no encontraste el camino sino que él fue el que te encontró a ti. Entonces por qué no hacer de mi vida un castillo y refugiarme en tus primeras y últimas oraciones.

Estoy bien.

Así que ya puedes preguntar sobre mí a terceras personas, a cuartas y a quintas, y formamos un epitafio de lo que no fue pero será, porque si aquí viste balcones que se suicidan, yo veré caminos que se encuentran a sí mismos.

Así que también puedes acercarte, vigilar que todo seguirá bien y cerciorarte que aquí estoy. Si hace años te pedí que te quedaras, no te reclamaré nada ahora que cumpliste tu palabra, pues no sólo estás para abrazarme, sino también para darme dos golpes secos y verificar que ahí está la voz que he estado buscando.

Estoy bien, ahora llenemos los pasillos de tus primeras y últimas oraciones, y de mi voz, y de la revolución que quieres que sea. Peguemos en la pared mis sueños ya no tan infantiles y mis frases que ahora citas con orgullo. Envolvamos este lugar de los caminos que no encontramos sino que creamos a nuestro antojo. Hagamos de este sitio un cuadernito azul que reescribo.

Y al final, vuelve a verme: Una batida, enfrento el obstáculo. Dos batidas, lo espero y no me adelanto, permito que él venga a mí. Tres batidas, salto. “No vuelvas a caerte".

Por Juliana Vargas @jvargasleal

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