El Magazín Cultural

Claves de la información

De cómo me embarqué con dos amigos en una empresa ambiciosa y necesaria: una trilogía de talleres online donde enseñaremos a explotar la potencia de ese antiguo instrumento que nos tocó en suerte, la lengua española.

Julio César Londoño
14 de mayo de 2020 - 08:49 p. m.
Julio César Londoño, ensayista, dictará, junto con Betsimar Sepúlveda, poeta, y Alberto Salcedo, cronista, una trilogía de talleres online. / Betsimar Sepúlveda
Julio César Londoño, ensayista, dictará, junto con Betsimar Sepúlveda, poeta, y Alberto Salcedo, cronista, una trilogía de talleres online. / Betsimar Sepúlveda

El suceso más importante en la historia de la información se produjo a mediados del siglo pasado, cuando un tropel de genios (García Márquez, Talese, Capote, Mailer…) fusionó literatura y periodismo. El híbrido se llamó nuevo periodismo, primero, y ahora se lo conoce como periodismo literario, una manera de contar la realidad que reúne lo mejor de esas dos miradas: las técnicas narrativas de la literatura y la promesa de verdad que ofrece el periodismo. Esta suma es la crónica moderna, es decir, “un cuento que es verdad”, según la feliz definición de Gabo, como lo llamamos los confianzudos.

En la primera mitad del siglo XIX se produjo otra mezcla que ha pasado inadvertida para los teóricos de la información: ciencia y ensayo. El híbrido se llamaría luego ensayo de divulgación, y tuvo un arranque notable: es el “William Shakespeare” de Víctor Hugo, una relación de conocimientos que empieza con Job y El cantar de los cantares, pasa por Homero y Heráclito, por Cervantes y Shakespeare, hasta llegar a Galileo, Newton y Víctor Hugo.

Hoy contamos, pues, con diálogos de ciencia-ensayo y narrativa-periodismo cuyo fin es sumar técnicas y traslapar dominios para acuñar los relatos que necesita el hombre de la calle. Añadamos la poesía, esa manera de sentir que oscila entre el sonido y el sentido (Valery dixit) y tenemos ya una paleta riquísima, artefactos verbales capaces de contarlo todo, desde la humildísima noticia hasta la encopetada ciencia.

Pensando en estas combinaciones, tres escritores, dos colombianos y una venezolana, armamos un proyecto pedagógico para explicar cómo nos las hemos arreglado para lidiar con estos ornitorrincos. Somos el cronista Alberto Salcedo Ramos, la poeta Betsimar Sepúlveda y este ensayista.

Aceptando que debíamos fragmentar la empresa, decidimos que la poeta se ocupara de la casa, esa incubadora que nos prepara para enfrentar el mundo; que el cronista se ocupara de la ciudad, perímetro de leyes y trampas, de plazas y jardines, y que el ensayista se las viera con el espíritu de las naciones.

Para lidiar con las restricciones de la pandemia, hemos diseñado una trilogía de talleres online. Como recelamos de las clases numerosas, serán talleres personalizados, máximo nueve estudiantes. Como reconocemos nuestras limitaciones, no dictaremos clases magistrales. Expondremos nuestros métodos y las poéticas de los géneros, sus más íntimas estructuras, pero seremos, antes que catedráticos, coordinadores de clases de creación colectiva, sesiones en las que jugarán un papel importante las destrezas y los quehaceres de los estudiantes. (Es por esto que nos reservamos el derecho de seleccionar los estudiantes).

Los estudiantes leerán libros de poetas, cronistas y ensayistas consagrados, y buscarán las costuras de esos libros. Al tiempo, aprenderán a explotar la potencia de ese antiguo instrumento que nos tocó en suerte, la lengua española, y escribirán sus propios textos.

Los talleres tienen un segundo objetivo, no menos importante: formar centros de pensamiento en temas sociales: la ciudad, la educación, el sexo, el arte, la ciencia, la política y la historia, porque somos, antes que escritores, ciudadanos (una persona que no conozca ni siquiera la línea gruesa de la historia será un peatón despistado y seguramente un escritor apenas discreto).

Estamos ante un experimento ambicioso: un taller que eleve en poco tiempo (tres meses) el nivel escritural de los participantes y forme mejores ciudadanos, personas que coadyuven a la cristalización de una empresa crucial: lograr que un día la democracia deje de ser apenas una bonita palabra; que esa curva vastísima que va del esclavismo al feudalismo, al mercantilismo, la monarquía y las repúblicas, cuaje al fin en una democracia participativa cuyo sustrato sea una economía social de mercado.

Betsimar, Alberto y yo sabemos que los buenos relatos nos ayudan a crecer y afinan nuestra comprensión del mundo, y que las palabras, las leves y frágiles palabras, pueden ser una barrera muy sólida contra el avance de las hordas de los bárbaros.

www.periodismoyliteratura.com

Por Julio César Londoño

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