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Cómo editar novela gráfica

La editora de Salamandra Graphic (España) explica cómo funciona el mundo editorial del cómic y la novela gráfica y cuáles son las diferencias con la edición de obras literarias.

Sara Malagón Llano
13 de septiembre de 2015 - 02:03 a. m.
Catalina Mejía es colombiana. Trabaja en Madrid, España, como la editora de la línea de novela gráfica y cómic de Ediciones Salamadra. / Cristian Garavito
Catalina Mejía es colombiana. Trabaja en Madrid, España, como la editora de la línea de novela gráfica y cómic de Ediciones Salamadra. / Cristian Garavito

“Vengo de la edición literaria, ahora edito cómic, y debo decir que hay una diferencia enorme entre editar textos narrativos ‘de texto corrido’, o literarios, y editar novelas gráficas”. Hace diez años Catalina Mejía, editora de Salamandra Graphic, no era ni siquiera lectora de novela gráfica. “Todos los prejuicios que existen acerca del cómic los tenía yo”.

Mejía estudió derecho. Se fue a España a los 20 años y estando allá se topó con un máster en edición literaria en Madrid. Empezó su carrera como editora de literatura, hasta que llegaron a sus manos Maus, de Art Spiegelman, y Persépolis, de Marjane Satrapi. “Ahora soy una conversa radical, defiendo esto a rajatabla”. Hace dos años propuso hacer un sello de novela con un solo objetivo en mente: publicar cómics de autor, con relevancia internacional: lo mejor que se publique en el sector. Tan es así que, por casualidad, el primer libro que publicó Salamandra Graphic fue Come prima, de Alfred, ganador del Fauve d’Or (Premio a la Mejor Obra) 2014 en Angulema, Francia, donde se realiza el festival de novela gráfica más importante del mundo. Luego publicó El árabe del futuro, de Riad Sattouf (muy conocido por sus viñetas en Charlie Hebdo), que también ganó después en el Angulema 2015. “Eso es tener buen ojo”. Es Mejía quien escoge el contenido y quien se encarga, también, del proceso editorial. Publica autores de la tradición francesa, la corriente franco-belga, la italiana, en oposición al comic book estadounidense. “Me gustan las obras con un contenido literario, no de superhéroes. Me interesa que el lector no lector de cómic se interese por la novela gráfica”.

Ahora la novela gráfica está tocando las puertas de las editoriales literarias. Varias, como Random House con Reservoir Books, Turner, Nórdica e Impedimenta, están publicando colecciones de novela gráfica. Estamos viviendo un boom del género.

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Le pregunto a Mejía cómo es el proceso de edición de la novela gráfica, y estos son algunos puntos que rescata.

Imágenes: “Al inicio el proceso es igual: se compran los derechos de autor. La diferencia es que el libro no existe si no tenemos imágenes en alta definición, prácticamente listas para imprenta. Esas imágenes las proporciona el editor, el agente o quien haya negociado los derechos. No se pueden escanear las imágenes, su reproducción es mala y no se tienen los derechos sobre ellas. Cuando negocias los derechos negocias también un costo por el cd o el archivo con las imágenes”.

Traducción: “Una vez se tienen las imágenes, se manda el texto al traductor, igual que en el proceso literario. Él envía un documento en Word y el diagramador o rotulista copia el texto en los bocadillos. Existe una metodología, unas señales en el documento de Word, que hace el traductor para que el editor sepa en qué bocadillo va un texto. Con inglés me es fácil, pero con holandés o polaco se necesita la señalización. La forma de indicar eso es enumerando la viñeta y el bocadillo (1.1 quiere decir ‘primera viñeta, primer bocadillo’). La mayor dificultad es que en la traducción al castellano, de una lengua como el inglés, el texto traducido es un 20% más largo. Hay que contar con traductores que entiendan el lenguaje de la novela gráfica. Ampliar el bocadillo para que entre el texto está casi prohibido, porque la estructura de la imagen hace parte de la creación autoral.

Se deben evitar a como dé lugar notas del traductor en pies de página. Dudas como juegos de palabras, dobles sentidos que en español no existen, sentido de una oración que en su traducción no funciona, se deben negociar con el autor. La clave es mantener una comunicación constante con el autor y el traductor. Luego el texto pasa a corrección de estilo y allí surgen otras dudas. Hay que volver al autor, aunque los correctores de estilo respetan al máximo el texto del autor, sobre todo porque en cómic y novela gráfica el énfasis no está en la perfección de la lengua. Podemos darnos algunas licencias.

Una vez tengo el libro maquetado y rotulado se lo mando al autor para que apruebe la tipografía y los otros detalles. Luego mando el libro a una corrección tipográfica, donde miran si faltan tildes, sobran espacios”.

Tipografía: “Hay complejidades propias de ciertos libros. Algunos, por ejemplo, están escritos por el autor manualmente. En esos casos se debe buscar a un rotulista especializado en imitar la caligrafía de los autores. La rotulación también es una decisión autoral. Hay autores que no dan los derechos hasta que no se mande una prueba de la rotulación. Hay autores que han retirado sus libros del mercado cuando han encontrado vulnerada su rotulación. Antes esa imitación de la caligrafía se hacía calcando (rotulador) y escaneando (editor). Ahora se hace con programas como InDesign, que hacen la cosa más sencilla”.

Color: “Luego se genera un pdf para imprenta, como en la edición de literatura, pero en la edición de novela gráfica es fundamental ver que existe una similitud entre los tonos. Mando el libro muestra de la edición extranjera a imprenta para que siempre traten de igualar el color al máximo y de allá nos envían pruebas del color. En el 90% de los casos los colores coinciden. Se trata de uno más de los procesos necesarios para dar el visto bueno. Luego la imprenta envía plotters, o pruebas de imposición, para comprobar que la compaginación está bien, que estén bien hechas las planchas. Entonces vuelvo a leer los libros. Esa es la última oportunidad para corregir cualquier error antes de mandarlo a imprimir. Luego empieza todo el proceso normal de distribución”.

Criterios editoriales: “Son decisiones que incluyen, por ejemplo, problemas de traducción. Uno de los casos es el uso de onomatopeyas. Hay onomatopeyas que se pueden dejar tal cual, porque son universales, y hay otras que se deben traducir. Hay editores puristas que prefieren traducirlas todas. Pero ¿cuál es el problema real de las onomatopeyas? Que muchas veces no son una tipografía, sino que hacen parte del dibujo. Hay una tendencia en Estados Unidos a utilizar los verbos como onomatopeya: en vez de ‘bow-wow’ o ‘woof’, el autor escribe ‘bark, bark’. Si eso se traduce literalmente es ‘ladra, ladra’, y en español queda raro que un perro diga ‘ladra, ladra’ en vez de ‘guau, guau’. Sin embargo, como el autor ha decidido poner el verbo en vez de la onomatopeya, hay que consultar con él posibles cambios”.

Portadas: “A veces los autores exigen que todas las ediciones del mundo sean exactamente iguales: misma portada, misma tipografía, incluso mismo papel. Sin embargo, la portada no es una decisión autoral, es una decisión editorial, y eso porque hay portadas que no funcionan en algunos países. En los países anglosajones las portadas netamente tipográficas funcionan muy bien: un fondo blanco, título y el nombre del autor. En España las personas necesitan un referente visual: una foto, una ilustración”.

Por Sara Malagón Llano

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