El Magazín Cultural

Dian Fossey: la rebelión del amor

El 26 de diciembre de 2016 se conmemoran 31 años del asesinato de Dian Fossey. Detalles de su vida y lucha por la conservación de los gorilas de montaña en África. Una reflexión oportuna para la especie humana y su relación con los animales.

Nancy Paola Moreno
19 de diciembre de 2016 - 09:04 p. m.
Dian Fossey nació en San Francisco (California), Estados Unidos, el 16 de enero de 1932. / Cortesía
Dian Fossey nació en San Francisco (California), Estados Unidos, el 16 de enero de 1932. / Cortesía

 "...Quiero expresar mi más profunda gratitud a los gorilas de montaña por haber permitido que llegara a conocer su singular nobleza." Dian Fossey

Algún día el zoólogo George Shaller escribió "Nadie que mire a un gorila a los ojos - inteligente, gentil, vulnerable - puede permanecer indiferente ante la realidad de que la diferencia entre humano y gorila desaparece, de que el gorila vive aún dentro de nosotros. ¿Los gorilas reconocen también esta antigua relación?”

Cuando Dian Fossey acababa de ojear estas palabras deambuló en su casa, ubicada en San Francisco (Estados Unidos),  supo que no debía esperar a que de repente los sueños se hicieran realidad. Entendió que todo se construye, se reinventa. Que la perseverancia de cada convicción supone un combate, muchas veces en contra de las prescripciones que ha impuesto la costumbre. Quizás, sólo así el camino se haga más grande, fuerte y majestuoso.

En septiembre de 1963 pidió un préstamo al banco para cumplir su sueño de conocer África durante siete semanas. El contacto con aquel continente marcó para siempre su vida. Decidió abandonar la comodidad del hogar, la compañía familiar, el júbilo de las amistades y su trabajo como terapeuta ocupacional en el Hospital de Kentucky.

Se contactó con el arqueólogo Louis Leakey, quien desarrollaba investigaciones sobre el comportamiento de los grandes simios. Leakey le exigió extraerse la apéndice a modo de consejo médico, debido a las difíciles condiciones en las que estaría en el África. Fossey, alarmada, realizó inmediatamente el procedimiento de la apendicetomía.

La anécdota es que no se trataba de una exigencia médica, era una prueba del doctor Leakey para saber la verdadera y sincera determinación de la mujer. Pasada la prueba, Fossey realizó su segundo viaje al África, esta vez de forma definitiva. Se hacía realidad el proyecto para vivir de otra forma y convencida de que la verdadera lucha es infinita, inacabada e incluso sobrepasa la propia existencia. “De repente, oí un ruido a mi lado, en el follaje, y al mirar vi la maravillosa y confiada cara de Macho, que de pie, me contemplaba. Había dejado el grupo para venir a verme. Al percibir la dulzura, la tranquilidad y la confianza reflejadas en sus ojos, me abrumó la extraordinaria profundidad de nuestra compenetración. La intensidad de su gesto no se extinguirá jamás.”

Así, la verdadera historia de Dian Fossey comienza en algún lugar del África llamado el Parque de los Volcanes. En este lugar se reúnen principalmente las tierras de Ruanda, bordeando con Uganda y República Democrática de Congo.

Instaló varios campamentos hasta que consolidó el Centro de Investigación de Karisoke (1967 - 1983) y con afecto escribió: “He construido mi hogar entre los gorilas de montaña”. Al campamento fueron llegando estudiantes de todo el mundo. Prefería las personas que anteponían las necesidades de los gorilas a las suyas.

Al poco tiempo vagaba cerca una perrita a la que Dian Fossey puso el nombre de Cindy. También adoptó a Lucy y Dezi, un par de gallinas. Cindy poseía la extraordinaria vitalidad y alegría con la que los perros le cantan a la vida. Uno de los cantos más majestuosos sobre la tierra.

El amor de la mujer y Cindy fue la mejor medicina para la recuperación de crías de gorila, raptadas de sus grupos por los cazadores. El ritual era sencillo, caían los rayos de sol sobre los pequeños gorilas en el lomo de Cindy e iniciaban los largos juegos. Lo anterior fue fundamental, ya que una cría de gorila raptada permanece en los abismos de la depresión y muchas no sobreviven ante la devastación de la separación y aislamiento.

Escribe sobre una de las crías a su cuidado: “Coco se instaló en mi regazo, tranquila, por unos minutos y al rato se dirigió a un largo banco debajo de las ventanas que dominaban las cercanas laderas del Visoke. Con grandes dificultades se subió a él y contempló las montañas. De pronto empezó a sollozar y derramar verdaderas lágrimas, algo que nunca vi hacer a un gorila, ni antes ni después. Por último, cuando creció la oscuridad, se hizo un ovillo en un nido de vegetación que yo le había preparado y lloriqueó dulcemente hasta dormirse”.

Descubrió que la cohesión de un grupo de gorilas era fundamental para la vida de esta especie. Que los machos adultos de cada grupo ofrendaban sus vidas para defender a las hembras y las demás crías. Es decir, enfrentan valerosamente la muerte que algunos humanos cobardes infligen con armas y crueldad a los animales de la Tierra.

Por eso, Nyiramachabelli -la vieja que vive en el bosque sin un hombre-, como le decían a Diann Fossey, hablaba de una conservación activa que involucraba la unidad de cada grupo de gorilas de montaña en su hábitat. Este proyecto incluía una apropiada manutención del personal que protegía el Parque de los Volcanes, promoción del turismo a zonas protegidas, proyectos productivos para los agricultores que vivían cerca al Parque, leyes en contra de la caza furtiva y conciencia sobre la conservación de los bosques.

Hablaba de los peligros de la deforestación y las medidas gubernamentales para enfrentar los altos niveles de miseria en los países de África. Entendía que es imposible que una persona con hambre comprenda la necesidad de defender y proteger los bosques para la conservación de las especies.

De tantas y tantas experiencias habla en su libro, Gorilas en la Niebla. Por ejemplo, relata que un día lluvioso y frío notó que “un brazo rodeaba mis hombros, levanté la vista y topé con los cálidos ojos castaños claros de Digit. Estaba de pie, me miraba pensativo, me dio unas palmaditas en la cabeza y se echó a mi lado. Puse la cabeza en su regazo, posición que me daba calor... Al cabo de una media hora la lluvia aminoró y, sin previo aviso, Digit echó la cabeza hacia atrás y abrió su boca en un gran bostezo.”

Digit fue uno de los gorilas más queridos de Dian Fossey. También estaban Beethoven, Uncle Bert, Macho, Kweli. De todos ellos aprendió el valor de la nobleza y la sabiduría. La mayoría de ellos fueron víctima de la caza furtiva.

El 31 de diciembre de 1977 es asesinado Digit. Relata en el libro: “Ian encontró el cuerpo mutilado de Digit en un rincón de una zona de vegetación aplastada y empapada de sangre. Las manos y la cabeza del gorila habían sido cortadas con un machete, y su cuerpo presentaba múltiples heridas de lanza. Hay momentos en que no se pueden aceptar los hechos por miedo a destrozarse. Mientras escuchaba las noticias de Ian, discurrió por mi mente toda la vida de Digit, desde mi primer encuentro con él hacía diez años, pequeña bola juguetona de negra pelusa. Desde entonces viví en una parte aislada de mi ser. He intentado no pensar en la angustia, el dolor y todo el sufrimiento de Digit al ver cómo se comportaban los hombres con él.” El gorila murió solitario y valeroso defendiendo a su compañera Simba, su futuro hijo y al resto del grupo.

Tras el suceso, Fossey decide crear el Fondo Digit para la conservación de gorilas en la montaña. Nunca más fue la misma, un hondo dolor le había atravesado el alma y de aquella herida emanaba un llanto íntimo. Una pena que solo le pertenecía. El desconsuelo de la muerte que nunca cesa, aún cuando el tiempo insiste en continuar su marcha.

Se enamoró  de Bob Cambell, fotógrafo de la National Geographic, y quién retrató los mejores y más emotivos momentos de los gorilas con Diann Fossey. Al tercer año, Bob Cambell regresó a Londres con su esposa. Desde entonces, la Nyiramachabelli procuró nunca más mencionar aquel nombre. Cuando un hombre decide continuar su viaje solitariamente, cada mujer recomienza sus pasos y aprende que en su soledad podrá construir cosas infinitas y mágicas para ella misma, para el mundo.

En las épocas de navidad reían y cantaban todas las familias del personal del Centro de Investigaciones Karisoke. Los árboles del bosque se llenaban de regalos. Los ruidos del llanto de los bebés, los villancicos en Kinyarwanda y todos danzaban infinitamente en el campamento de la montaña. Creaban composiciones en homenaje a la Nyiramachabelli.

El 26 de diciembre de 1985 el cuerpo de Dian Fossey fue hallado sin vida en la cabaña del campamento. Las heridas de un hacha sobrepasaron el cráneo de Dian Fossey. Una de sus manos empuñaba el arma con la que intentó defenderse, pero no usó la munición adecuada. Intentó defenderse hasta el último instante: vidrios rotos, muebles derribados. Sabía que defendiendo su vida, defendía el Parque de los Volcanes y consigo a la especie que amó.

Nunca se supo con exactitud los responsables del asesinato. Se acusa la venganza de los cazadores furtivos o la orden de algún gobernante ruandés. Dian Fossey fue enterrada en el Parque de los Volcanes junto al cuerpo de Digit y el cementerio de los demás gorilas mutilados.

Su trabajo significó el inicio de los estudios del comportamiento sobre gorilas y contribuyó a la realización de planes de conservación. Además de alarmar sobre las consecuencias de la caza furtiva. Las últimas notas en su diario decían: “Cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado, y se concentra más en la conservación para el futuro.”

Por Nancy Paola Moreno

 

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