El Magazín Cultural
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Dos + dos = fútbol

Estadígrafo, amante del fútbol, exjugador de las divisiones inferiores de Millonarios, Tovar analiza, desde las cifras, parte de lo que ocurre en una cancha.

Fernando Araújo Vélez
09 de mayo de 2014 - 03:40 a. m.
/ 123rf
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Murió un poco ese día, aunque luego William Shankly dijera que “el fútbol no es un asunto de vida o muerte, es mucho más que eso”. Murió con cada uno de los tres goles que Paolo Rossi le anotó a Brasil, y lloró, sí, con el llanto de Sócrates, de Falco, de Toninho Cerezo y Zico, que desperdigados por el campo de Sarriá, Barcelona, empezaban a comprender que no habían podido llegar al Olimpo de los dioses del fútbol, que no habían sido capaces de desplazar la leyenda del Brasil de Pelé, Tostao, Rivelino y Cía en el 70. Él, Jorge Tovar, murió un poco el 5 de julio de 1982, como muchos otros hinchas de Brasil, cuando Italia lo eliminó de la Copa del Mundo. Luego, con los años, los críticos dirían que Brasil perdió porque no sabía defenderse, y que sólo entendía el fútbol como un asunto de atacar, y de atacar, si era posible, con belleza. “Lo cierto fue que ese partido que perdieron cambió para siempre la alegría del fútbol brasileño”, diría él 30 años más tarde.

Fue feliz, más feliz que nunca por una pelota de fútbol, el 5 de septiembre de 1993, cuando Colombia venció 5-0 a Argentina en Buenos Aires. “La alegría fue por la victoria, por supuesto, pero sobretodo por devolver con creces el desprecio que Argentina había mostrado hacia Colombia, particularmente aquella famosa expresión de Maradona afirmando que ‘Colombia aquí (mano abajo), Argentina aquí (mano arriba)’”. Para entonces, ya Tovar era un fanático irredento del fútbol, de sus historias y sus estadísticas.

Aquel amor sin explicación se había iniciado en Inglaterra, adonde llegó porque su padre fue a estudiar allá un doctorado, y a él le quedaron servidos el fútbol y Liverpool, y algo de los Beatles, por supuesto, y la leyenda de Shankly, el hacedor del Liperpool que lo embrujaría, el hombre de las frases: “Esta ciudad tiene dos grandes equipos: el Liverpool y el equipo reserva del Liverpool”. “Para suerte mía -recordaría Tovar-, mi estadía allá coincidió con los primeros años de la época de oro del Liverpool. Allí me comenzó a llamar la atención el fútbol. Al regresar a Colombia, ya era un aficionado total. No me perdía La Polémica, aquel programa que dirigía Hernán Peláez. Además, recogía estadísticas de partidos y torneos”.

Jugaba, claro. Jugaba de delantero, y alcanzó a hacer parte de las divisiones inferiores de Millonarios a comienzos de los 90, hasta que se le rompió la rodilla. Y escribía de fútbol, mientras estudiaba economía en Los Andes. Cuando la vida seria comenzó a apremiarlo, decidió unir la pelota y los números. “Al regresar de mi doctorado, hace diez años, comencé tímidamente a revisar la literatura académica sobre el fútbol, economía del deporte. Con el tiempo me involucré más en la literatura que ha coincidido con un movimiento muy fuerte en torno a la economía del deporte y lo que se denomina en inglés Sports Analytics. Su traducción sería algo como análisis estadísticos de los datos del deporte”.

Dos años atrás, concluyó que sus textos, sus estudios analíticos y las estadísticas que había levantado, tendrían que salir de su computador para que alguien más las disfrutara o las peleara. Creó un blog, golyfútbol.com, y le propuso a Pinguin Random House un libro, Números redondos (publicado hace un mes). Allí contó sus pasiones, revivió derrotas y victorias, ensalzó a sus ídolos, los comparó con los ídolos de otros hoy, se desquitó con sus “enemigos futboleros” y contó historias, historias como la de la rivalidad entre el Glasgow Rangers y el Celtic. “El Glasgow -escribió-, por ejemplo, no contó con jugadores católicos desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1989. Aquel año llegó, procedente del Celtic, Mo Johnston. Fue repudiado tanto por los protestantes del Rangers como por los católicos del Celtic. Los unos por verlo fuera de lugar, los otros por sentirse traicionados. Incluso, se dice que los hinchas del Rangers ignoraban sus goles. Si el equipo ganaba 2-1 con gol de Johnston, en ‘realidad’ el resultado era 1-1. No pudo volver a vivir en Glasgow”. Relató historias como la del pase de Alfredo Di Stéfano al Real Madrid, una transacción con visos de mafia. “Millonarios no tenía derecho a negociar a Di Stéfano con ningún club. Para ello habría requerido un acuerdo con su club de origen, es decir, con el River Plate. Ese acuerdo nunca existió, así que Millonarios no debió haber negociado ni con Barcelona ni con Real Madrid”.

Su libro fue su partido de fútbol más difícil, pero también, el único que jugó como quiso y cuando quiso. Con Pelé como compañero de equipo, con Cruyff como capitán, con Xavi e Iniesta como socios, con Messi como goleador, y con los números como la explicación de lo aparentemente inexplicable.

 

 

faraujo@elespectador.com

 

Por Fernando Araújo Vélez

 

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