El Magazín Cultural
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En el abismo de Carlos Salas

Exposición de Carlos Salas va hasta finales de noviembre.

Paula Santana
07 de noviembre de 2012 - 09:00 p. m.
Según Carlos Salas, algunas piezas de la muestra están inspiradas en  relación en la Tierra y el cosmos. / Gabriel Aponte
Según Carlos Salas, algunas piezas de la muestra están inspiradas en relación en la Tierra y el cosmos. / Gabriel Aponte

Al fondo de una enorme sala de la galería Alonso Garcés, una ventana deja ver el cielo pintado de azul. El tragaluz, compuesto por cuatro cuadrados teñidos de tonos azules y verdes, con resplandores blancos y negros, es la obra más grande de la última exposición de Carlos Salas: “En el abismo”. Sus obras y la manera como están dispuestas en el espacio dan la posibilidad de múltiples lecturas y hacen un llamado a la imaginación del espectador.

Para el artista huilense, esta muestra es el resultado de sus lecturas, de las horas que pasó escuchando las rarezas musicales que descubría, de la meditación y de las vivencias consignadas en su libreta de apuntes. Pero, sobre todo, del diálogo a distancia que mantuvo con su hija Ana María.

Durante casi dos años Salas se comunicó por medio de correos electrónicos con su hija cineasta radicada en París. Ella, intrigada por el taller de su padre, que veía como un lugar vivo, habitado por secretos y huellas de una memoria creativa, lo convirtió en el tema de un documental. “Este diálogo libre y abierto empezó a influir tanto en mi obra como el trabajo de Ana María”, afirma el artista. Un libro pequeño que reúne parte de estas conversaciones está disponible en la muestra.

Las visiones del cosmos, presente en la obra de Salas, fue uno de los temas que salió a la luz. En un correo escrito el 25 de marzo de este año, Ana María Salas relata cómo en el desierto de la Tatacoa, ubicado en el departamento del Huila y donde se pueden ver nebulosas, estrellas gigantes rojas y azules, tuvo una experiencia que después develó el nombre de la exposición:

“Nos acostamos a ver el cielo en la oscuridad. Después de mirar durante un rato, tuve una visión impactante. Vi las estrellas con profundidad de campo, en tres dimensiones: en lugar de un cielo plano con estrellas más grandes y más pequeñas, sentí unas estrellas cerca y otras muy lejos. De repente me vi acostada en la Tierra, que estaba proyectada en el universo, formando parte de esa inmensidad. Vi el universo infinito y a mí en él. Fue bellísimo. Vivimos en un inmenso abismo, pero lo olvidamos todo el tiempo. El arte nos lo recuerda evocándolo”.

Seis cuadros circulares, colgados en la parte más alta de la sala, hacen alusión a los mapas estelares. Pero estos círculos no tienen una sola interpretación. Cuenta Carlos Salas que visitando a una amiga, se encontró con un libro de mandalas del psicólogo suizo Carl Jung. Estos círculos sagrados —una representación artística del cosmos, interior y exterior, utilizadas en el budismo tibetano para ayudar a los monjes a alcanzar la iluminación— los usó como un recurso terapéutico, que ponía a pintar a sus pacientes, para identificar desórdenes emocionales y recobrar el equilibrio.

“Estas piezas circulares terminaron siendo un ejercicio de meditación. En una parte del diálogo le digo a mi hija que me tienen mareado. Realmente sentía rebote con ellos”, cuenta Salas, quien une las dimensiones enormes de sus cuadros, y esta vez el color azul, para absorber al espectador dentro de su obra.

Hasta finales de noviembre en la galería Alonso Garcés, carrera 5ª N° 26B–92. Teléfonos: 337 5827/32.

Por Paula Santana

 

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