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El camino de un Nobel

En su historia, al menos en la que él cuenta, en la que recuerda, no hay síntomas de su gran escritura, ni un atisbo de que sería un hombre de letras, ni un deseo real de traspasar las fronteras de la lejana China con la fuerza de su verbo.

Angélica Gallón Salazar
07 de febrero de 2013 - 10:00 p. m.

En su libro Cambios, el Nobel de Literatura de 2012, el chino Mo Yan, deja ver que su destino, el de convertirse en uno de los escritores celebrados mundialmente, fue más bien resultado de una pulsión tardía que se le cruzó inesperada en su futuro de hombre humilde, que no había soñado con más que ser el que heredara el puesto de conductor de un viejo camión Gaz 51 de fabricación soviética.

Nos acercamos a la vida de los que el mundo celebra como grandes hombres, nos acercamos a este libro “íntimo”, con una cierta tentación de descubrir una vida extraordinaria, o por lo menos con los anhelos de desentrañar cómo se construyó a sí mismo un Premio Nobel. Nos encontramos con el descubrimiento de que hay vidas regulares, humildes, básicas y juiciosas, con aires de fracaso desde donde también se construyen la brillantez y la gracia y, sobre todo, se nos revela que en un soldado raso que antes de sus 26 años apenas maneja las cuatro operaciones matemáticas básicas y ha completado quinto de primaria puede labrarse el carácter de un Nobel. “Yo era muy poca cosa, un desgraciado desde la infancia, especialista en pasarme de listo para acabar metiendo la pata en todo... Cuántas veces exclamó mi madre: “¡Hijo mío, eres como el búho anunciando la buena nueva: por mucho que se esfuerce a nadie le alegra!”, narra Mo Yan en este libro publicado por Seix Barral.

Cambios no es una novela, es más bien, como Mo Yan lo sugiere, “básicamente recuerdos”, y es por eso que este libro se convierte en la posibilidad de seguir a este hombre de origen rural, que vivió en su infancia las desigualdades de una China de campesinos, en donde muchos tienen el anhelo de entrar al ejército o de hacer parte del Partido Comunista pero muy pocos lo logran. “Después de despedirme de He Zhiwu, yo también empecé a sentir desasosiego e impaciencia. A pesar de que ser empleado temporal en la manufactura de algodón era mejor que ser campesino, oficialmente yo estaba censado como campesino, y, si no lograba cambiar eso, seguiría siendo de baja categoría social... Estuve pensándolo mucho tiempo: ingresar en el ejército quizás fuera la manera de salir del pueblo y cambiar el rumbo de mi vida”, narra en el libro.

Con episodios como este, el escritor, criticado por muchos por mantener una posición blanda con el régimen chino, deja que en su historia la política actúe más como escenario. No abstrae la situación china para lanzar arengas ni asume posiciones ideológicas, sólo narra y describe situaciones que un lector atento quizás pueda entender de modos más complejos.

Este libro fue el resultado del encargo que le hizo una editorial india en 2010 para que hiciera parte de la colección “¿Qué es el comunismo?” y aunque esa respuesta no parece nunca contestarse en este libro, sí vemos cómo a través de su historia, y la historia de sus personajes, se puede evidenciar la transformación de una China después de Mao, de una China en donde el dinero se convierte en valor determinante, un valor incluso al que el mismo Mo Yan, con su prosa sencilla y sincera, parece confesarnos que también sucumbe. “Metió la mano en el bolso y sacó un sobre. —Compañero, aquí hay diez mil yuanes. Es poco, pero, por favor, invita de mi parte al señor Lu y a los demás a tomar algo... Vacilé unos instantes. —Está bien —dije— acepto”.

Por Angélica Gallón Salazar

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