El Magazín Cultural

El testigo del río Magdalena

Sair García, artista colombiano, lanza libro “Magdalena”. El Espectador habló con el artista sobre cómo a través de sus páginas se ve la desolación, la tragedia, el conflicto y la belleza del río más grande del país.

Manuela Cano Pulido
10 de marzo de 2020 - 11:00 p. m.
Sair García: "Por medio de una imagen puedes decir lo que nadie se atreve a escribir, por ejemplo". / Cortesía
Sair García: "Por medio de una imagen puedes decir lo que nadie se atreve a escribir, por ejemplo". / Cortesía

"El papel del artista es tratar de mostrar lo que está sucediendo en su país y en su entorno. Creo que es una tarea fundamental de nosotros como latinoamericanos, mirarnos hacia adentro, mirarnos a nosotros mismos, para poder ver lo que está sucediendo a todo nivel." dice Sair García. Él es un errante. No se queda mucho tiempo en su estudio, pues cree que para dar a conocer eso que está pasando por toda Colombia hay que recorrerla, caminarla, conocerla y reconocerla, en diferentes escalas. 

Sin embargo, la entrevista se dio en su estudio. Ese que parece un lugar de paso, una parada transitoria. Tiene pocas cosas y su piso es de madera. Algunos de sus cuadros descansan en las paredes del lugar. Es un espacio lleno de luz, esto aviva todos los colores que tiene en su interior ese segundo piso en la calle 25. 

García vive convencido de que los artistas latinoamericanos deben volcar su mirada hacia adentro, hacia lo que es lo propio y no lo ajeno. Dice que muchos caen en el facilismo de plasmar en sus obras aspectos lejanos y extranjeros. Él, en cambio, sabe que narrar a Colombia es una tarea complicada y a veces desgarradora. Aun así, afirma que “hay muchas cosas por decir, demasiadas cosas por decir. Dejarlo de lado sería desaprovecharlo y sería por demás injusto.”

Así pues, su arte consiste en relatar esos aspectos colombianos que han pasado desapercibidos y aun en su tenacidad, sublimarlos a través de su oficio. Su última obra se titula como Magdalena. Este río fue la manera en que García decidió acercarse a la historia colombiana, y así, también, a su propia historia. Se convirtió en su hilo conductor. A través de este logró unir todo lo que el artista siempre quiso mostrar.  La obra "nace por la necesidad de mostrar lo que en realidad marcó mi vida respecto a las situaciones políticas y sociales que pasaban en los años ochenta, en donde empezaba ese auge de cosas desafortunadas. Vivir eso en carne propia, verlo, sentir el temor, sentir el miedo del ambiente en un pueblo como el mío era bastante particular."

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La violencia, el temor y el desconcierto rodearon su infancia hasta el punto de llevarse uno de sus seres más queridos. Pero estas tres, también marcaron el fluir de ese río que ha sido un testigo silencioso de los actos más atroces de la sociedad colombiana. Es por eso, que su arte se convierte casi en una obligación, en una responsabilidad, y quizás, también una necesidad de catarsis, tanto colectiva como individual.

La pregunta que siguió a esa reflexión era cómo plasmar todo eso en una misma obra. "Mi decisión fue mostrarlo de una manera tranquila y respetuosa posible". Recalca que sobre todo respetuosa, pues de no ser así sería como “irrespetar a mi madre o mí mismo”. Quizás sea por esa razón, que sus obras reflejan esa serenidad del fluir del agua o de su misma aparente quietud, aun cuando este río fue y sigue siendo el lugar de los actos más trágicos y violentos del país. Aún así García muestra que existe una belleza detrás de todo esto, detrás de algo que no es perceptible a la vista en lo cotidiano. Sin embargo, el arte dice el artista, “habla en otro idioma”. Esta vez el Magdalena transmuta desde ese lenguaje particular y lo muestra de una manera que no había sido visto antes. 

El idioma único del arte se le presentó a García cuando era muy pequeño. Algo que no tenía mucho sentido para un niño nacido en los años setenta en Barrancabermeja. Se veía casi como un chiste que a alguien le llegara a interesar ese tipo de expresiones en dicho lugar, era algo que parecía irreal y que desentonaba. Sin embargo, cuando estaba llegando a la adultez, decidió que era a lo único que quería dedicarse. "Estudiar artes en un pueblo como Barranca en el año 92 era algo imposible. Empezando por mi propia casa. Estábamos en una situación bastante difícil y compleja a nivel social. Yo decidí irme a estudiar artes cuando lo que se necesitaba era que trabajara para que aportar a la casa.” 

“Estás loco”, le decían. Pero aun siendo tildado como tal, llegó a la Universidad Nacional en 1996. Si bien fue un cambio abrupto y difícil, con una sensación repleta de añoranza e incertidumbre, García se comenzó a dedicar a eso que lo había seducido de una manera muy podersosa durante toda su vida. Recuerda que la Universidad se convirtió en una especie de "burbujita", que se iba agrietando al pasar de los últimos semestres.  Esos que para él fueron contradictorios. Cuando salió de ese ambiente académico donde las cosas se decían de cierta forma y logró comenzar a transmitir a su manera, desde su arte. 

"Por medio de una imagen puedes decir lo que nadie se atreve a escribir, por ejemplo ", responde a la pregunta de por qué escoger el arte antes que otros tipos de lenguajes. Y agrega "cuando tienes esa arma, para ponerle algún calificativo, y la sabes usar, terminas siendo poderoso a la hora de manifestarte, de mostrar una realidad, ahí es cuando pienso que el arte es el medio más podersoso que puede tener el ser humano para narrar la historia, para contarla de otra manera."

De pequeño vivió el río Magdalena, hacía parte de su paisaje cotidiano. Lo recorría y contemplaba. Con el tiempo este lo llevó a reflexionar y a saber que este sería fuente de muchos aspectos que quería denunciar.  "Yo crecí con ese río. Cuanto tienes claro que este es lo que le da vida a esos pueblos, es parte importante, por no decir la más importante, de las cosas que le generan a un pueblo todo el tema económico, les da de comer, les da vida. Cuando empiezas a conocer que por ahí pasaron tantas cosas valiosas, confrontarlo y contrastarlo con lo que estás viendo, ver tragedias, ver que el río en verdad se volvió fue como un gran contenedor de muertos, te choca, y sí o sí tienes que hablar. "

El río, entonces, se convierte en una paradoja. Es fuente de vida, pero también está rodeado por la muerte. Es luz y abundancia, pero también oscuridad y desaparición. Es comida y hambre. Es movimiento y quietud. Es solo contradicciones. Sin embargo, dice García, “hoy por hoy, para mí y para mi pueblo, sigue siendo lo más importante que tiene, porque sigue generando vida, porque, aunque se está muriendo, se está secando, se está deteriorando y nadie hace nada por él, es tan generoso que todavía le entrega vida a la gente por donde pasa. Es como el corazón, que sigue botando sangre y sigue latiendo para todos esos pueblos."

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Además, el río no es el mismo en toda su extensión. Se abre y cierra, se vuelve más agreste. Es como un viaje en el tiempo. "Lo que sucede allá es como otro mundo, lo que está enfrente es como otro momento de tu vida, allí se detuvo el tiempo", afirma García, que, aunque no lo ha recorrido por completo, lo ha podido divisar en muchas de sus diferentes facetas. Por eso, para él fue difícil saber cómo mostrar ese flujo, esas diferencias, en una superficie estática.

Primero se decidió por el acero como material, después fue encontrando la forma de plasmarlo de una manera particular. Este permite que el espectador termine por sentir que está dentro de la obra, porque ve su reflejo sobre la pintura del río. Es, además, un material duro y frío. "Al final uno está metido dentro de la obra, pero también es un material que al ser tan rígido te genera muchas preguntas". Permite, pues, tener un tipo de reflexión distinta. 

Ahora todas estas pinturas descansan en las páginas de un libro, que tiene el mismo nombre de la serie: Magdalena. Al pasar las páginas se ve todo lo que el artista algún día quiso expresar, “la tragedia, la belleza, la rigidez, la desolación, la luz, los problemas, la niñez”. Esas páginas pretenden generar un cambio. Pues para García, "el arte sirve para transformar pensamientos, entonces, por supuesto que será generador de reflexiones y la paz es eso: generar reflexiones de lo que se vivió de lo que se vive y transformarlo, para bien". "Cuando empecé hacer esto comencé a buscar respuestas a nivel personal, pero todo fue cambiando a un punto que entendí que la tragedia no es solo de uno, es de todo un país." Su libro es entonces, un relato único de esas tragedias y de esa belleza que rodean al país, pero también se convierte un recordatorio de que estas no pueden volver a ocurrir. Este último recordatorio se inmortaliza en sus páginas. 

 

Por Manuela Cano Pulido

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