El Magazín Cultural

Desaparecer para no anularse

El libro “La estación de las mujeres” narra cuatro historias que viven en la penumbra. Una novela sobre el placer o la tragedia de explorar los límites.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
08 de marzo de 2020 - 02:00 a. m.
 Carla Guenfelbein ganó el Premio Alfaguara en 2015 por su libro “Contigo en la distancia”. / AP
Carla Guenfelbein ganó el Premio Alfaguara en 2015 por su libro “Contigo en la distancia”. / AP

Los que toman personajes reales para sus novelas de ficción son malos escritores. Es una práctica de jóvenes principiantes, suele decir un sector de la crítica.

Al revisar los años y las publicaciones de Carla Guenfelbein, se demuestra que es probable que esta tesis no sea del todo cierta. La estación de las mujeres es la más reciente novela de la escritora chilena, que con esta obra suma más de seis libros. Tiene 61 años y su primera publicación la realizó cuando cumplió 41, edad en la que se decidió por las letras para no abandonarlas nunca.

La estación de las mujeres es una mezcla de realidad y ficción. Guenfelbein tomó personajes que existieron y les inventó nuevas formas de hablar, pensar y sentir teniendo en cuenta lo que ya se había dicho de las figuras conocidas. Una de ellas es Doris Dana, la pareja y albacea de Gabriela Mistral. Los demás nacieron durante el tedio. La novela se gestó en tiempos de pausas. Estaba atascada en un túnel emocional que después la llevó a quedarse inmóvil en el rincón de algún lugar para observar a la gente mientras tomaba café, se bajaba de un bus o lloraba en algún bar. De allí salieron las demás: el centro de este libro son cuatro mujeres de diferentes épocas que, por algún motivo, terminaron cruzándose.

El libro contiene 136 páginas que resguardan las vivencias de mujeres atoradas. Una de ellas dice “esperar es desparecer”, y lo hace justo después de contar que a pesar de que existe, no se siente viva. No para los que le importan. Ella, igual que las otras, aguarda paciente y otras veces con una furia que, a pesar de la intensidad, no la mueve. Aunque este libro no se enfoca en el machismo, el racismo o el clasismo, estos conceptos sí se cuelan entre las razones por las que estas mujeres no salen del crepúsculo. “El arma más poderosa del patriarcado no es su violencia, sino su universalidad, su persistencia, su capacidad obstinada y eficaz de hacerse pasar por normalidad”, fue la frase que utilizó después Guenfelbein para explicar por qué decidió hurgar en las sombras que se producen por la espera. Se lo dijo a El Cultural el 12 de agosto de 2019.

Además de reflejar lo que puede vivirse desde la feminidad escondida, Guenfelbein le dio cabida a una condición que trasciende los géneros y las razas. Escribió sobre los deseos de desaparecer a causa de, por ejemplo, vivir con el interrogante de la paternidad o el sinsabor de la insatisfacción. En La estación de las mujeres los personajes huyen, buscan, no saben quiénes son o quieren olvidarlo.

Se decidió por Doris Dana y no por Gabriela Mistral, porque de la segunda se ha dicho mucho sobre su genialidad, pero ha habido un manto de misterio alrededor de su humanidad y, sobre todo, de su sexualidad. De la primera lo que se sabe es muy poco, así que Guenfelbein tenía la oportunidad de recrearla, de volver a dibujarla, de regalarle frases y adoptar unas cuantas que realmente hubiera dicho. De imaginarse su “hambre de eternidad que la llevó a arrimarse a seres grandiosos” y su distracción para no darse cuenta lo que “contienen los instantes hasta que han pasado y ya es muy tarde para asirlos”.

La prosa de Carla Guenfelbein transmite frescura. Encontró la forma de darles voz a cuatro seres que hablan por medio de cartas, cavilaciones, conversaciones o silencios. En su libro también hay silencio. Sobre Doris Dana escribió en tercera persona, y a Margarita la hizo decir: “Quiero detener al primer bípedo que pase por mi lado y preguntarle si le parezco atractiva, si soy en efecto una mujer, una hembra…”.

“Acaso las personas desaparecen para que alguien las vea”, se pregunta una de estas mujeres -otra- y en eso se concentra la valía de esta novela, que se hace preguntas sobre la incapacidad de avanzar en un mundo que, para los más frágiles, está diseñado para la sumisión y la pausa.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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