El Magazín Cultural

El tiempo de la desmemoria

En 2017 los militares le enviaron una carta al Centro Nacional de Memoria Histórica donde les aclaraban que las acciones del Ejército eran legítima defensa del Estado y que no iban a ser ellos los chivos expiatorios de los políticos. Todo lo que se diga sobre ellos debe estar basado en pruebas judiciales.

Daniel Ferreira
28 de noviembre de 2018 - 05:05 p. m.
"El tiempo de la memoria también puede estancarse, postergarse y trocar en tiempo de la desmemoria", escribe Daniel Ferreira. En la foto, imagen de la masacre de Bojayá, en mayo de 2002.  / Archivo
"El tiempo de la memoria también puede estancarse, postergarse y trocar en tiempo de la desmemoria", escribe Daniel Ferreira. En la foto, imagen de la masacre de Bojayá, en mayo de 2002. / Archivo

El grupo de Memoria Histórica respondió sobre tres aspectos: fuentes y metodología, ausencia de las víctimas de la fuerza pública del informe general, socialización y pedagogía. En esta carta explican al Ministerio de Defensa que para el informe general Basta Ya se acopiaron y contrastaron fuentes (Documentos y bases de datos) de la Defensoría del Pueblo, Registro Único de Víctimas de la Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas, Versiones libres provenientes de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación, Sentencias proferidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Las fuentes consultadas eran tanto oficiales como de distintas Organizaciones No Gubernamentales, contrario a lo que señalaban los militares en su carta.

El Informe General (IG) incorporó decisiones judiciales como parte de sus fuentes de información. Se reconoció que existen otras bases en las instituciones judiciales o disciplinarias del Estado que no pudieron ser recabadas en su momento como insumo para el Basta Ya. Y añadieron: “la misma ley de víctimas prohíbe de manera expresa la producción de una verdad oficial. Quisiéramos además aclarar que la presunción de responsabilidad que las fuentes arrojan recoge información sobre apenas el 20% del universo total de civiles muertos en el marco del conflicto armado. Esto significa que aún resta por esclarecer las presuntas responsabilidades en más de 140.000 homicidios de civiles.  Teniendo en cuenta lo anterior, debemos convenir que lo reportado por el informe general corresponde a las presuntas responsabilidades de un universo mínimo de víctimas, lo que significa que la continuación del esclarecimiento de la verdad conducirá irremediablemente a que las cifras de los casos atribuidos a presuntos integrantes de organizaciones ilegales y a presuntos agentes de la Fuerza Pública seguramente aumente en lugar de disminuir”.

Luego se refieren a la distinción entre Verdad judicial y memoria histórica:

“Respetuosamente discrepamos frente a la sugerencia que se hace en su comunicación de que la imputación de presunción de responsabilidad a agentes de la Fuerza Pública sólo se pueda enunciar cuando esté fundada en fallos judiciales.- La memoria histórica es un mecanismo no judicial de esclarecimiento de la verdad que opera en contextos de justicia transicional que se diseñan e implementan para enfrentar situaciones en las que el aparato judicial se encuentra totalmente desbordado. -La memoria histórica es una instancia de denuncia, reclamo y reconocimiento de la pluralidad de las voces de las víctimas, la sociedad y hasta de los victimarios que no vulnera en si misma el principio de presunción de inocencia porque no se erige como condena judicial. Condenar en un estado de derecho como el nuestro es una responsabilidad que le compete exclusivamente a la rama de la justicia.-Restringir la memoria histórica al campo de las decisiones judiciales o administrativas implicaría imponer una censura a las denuncias de las víctimas, de las organizaciones de derechos humanos y aún de funcionarios de otras entidades estatales.” 

Tal vez a lo que más temen los verdugos es al futuro. A cómo serán recordados. Por eso, como alternativa al nacimiento del Museo de memoria histórica, los militares sugirieron crear su propio centro de memoria en un parque de diversiones infantiles del norte de Bogotá, el Jaime Duque: contar su “relato de la memoria” a los que aún no tienen relato de la memoria, en un espacio donde la memoria hace parte de la diversión de las familias. Ya no será necesario el parque de diversiones. Basados en el rigor de la desmemoria, el afán de obtener el control de la “Verdad oficial” y amparados por el nuevo gobierno acaban de obtener la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica.

El tiempo de la memoria también puede estancarse, postergarse y trocar en tiempo de la desmemoria. Pero la memoria no es propiedad de nadie. ¿Se puede retomar la memoria de una época que ya no está en el horizonte de la generación actual? Los habitantes de Chorrera, en el trapecio amazónico, apenas ahora han empezado a contar el horror de las caucherías. Solo hasta ahora, 70 años después, sienten que pueden tocar la gran cicatriz y narrarla. Estamos a un anciano de conocer el pasado. O a un nieto. O a una novela.

Lo que sí pueden hacer, y harán seguramente, con la nueva orientación de la dirección, es cambiar el guión del Museo de la Memoria, revictimizar a quienes fueron las voces autorizadas de la memoria, las propias víctimas, y hacer trizas lo que pudo saberse de la verdad del conflicto en un momento dado.

Por Daniel Ferreira

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar