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Enmudece la "fantasía flamenca"

El guitarrista español murió ayer en Cancún, México, a causa de un infarto. Con su instrumento estableció el vínculo entre los sonidos gitanos y algunas manifestaciones musicales de corte universal.

Juan Carlos Piedrahíta B.
27 de febrero de 2014 - 03:02 a. m.
Paco de Lucía hizo una gira de concierto por Colombia en octubre del año pasado. En ese momento estuvo respaldado por su formato de septeto. / AFP
Paco de Lucía hizo una gira de concierto por Colombia en octubre del año pasado. En ese momento estuvo respaldado por su formato de septeto. / AFP
Foto: AFP - JOSE LUIS ROCA

Durante una de las primeras visitas que realizó Paco de Lucía a Colombia, a mitades de la década de los 90, pocos creían que sus manos tuvieran la capacidad de producir lo que sus discos, elepés en su mayoría en aquel tiempo, insinuaban a través de los parlantes.

Por eso, en una rueda de prensa en la que siempre estuvo incómodo, dada su comentada timidez, mantuvo sus extremidades superiores estáticas hasta que le sirvieron un tinto. Pusieron la taza sobre la mesa y, tan pronto sacó las manos de los bolsillos para tomarse el primer sorbo, los fotógrafos empezaron a disparar sus cámaras sin discreción. Paco de Lucía sonrió porque no se esperaba una reacción tan homogénea y alguien le explicó que todos querían tener para la posteridad el retrato de unos dedos tan hábiles como sutiles.

Y era cierto. Todavía no había grabado trabajos discográficos de mucha recordación en Colombia como Luzía y Cositas buenas, pero don Francisco Sánchez Gómez, nombre de pila de Paco de Lucía, ya había hecho el esfuerzo suficiente para conquistar a cualquier tipo de público. Se vinculó a la guitarra desde muy pequeño gracias a la intervención de Antonio Sánchez, su padre, quien se las arregló para que el niño se concentrara en las cuerdas durante horas y se olvidara del mundo circundante.

En verdad logró abstraerse del entorno, y en complicidad con Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras publicó sus primeros álbumes de destacada distribución en la península Ibérica. Los Chiquitos de Algeciras (1963), Doce canciones de García Lorca para guitarra (1965), Dos guitarras flamencas en América Latina (1967), Canciones andaluzas para dos guitarras (1967), Hispanoamérica (1969) y Fantasía flamenca (1969) marcaron el comienzo de la consolidación del artista español.

Y cuando más concentrado estaba en registrar sus virtudes, convirtiéndolas en material discográfico para el deleite humano y el aprendizaje ajeno, apareció en su camino José Monje Cruz, mejor conocido como Camarón de la Isla. Ambos talentos, bendiciones extranaturales sin duda, se respaldaron muy bien. De Lucía a través del empleo de su guitarra dialogaba, conversaba, debatía y hasta discutía con el protagonismo confeso de Camarón de la Isla, y entre ambos revolucionaron el espectro del flamenco para siempre.

El dúo se mantuvo vigente durante algunos años y después, cada uno por separado, continuó empeñado en ampliar el horizonte de esta manifestación tradicional del pueblo gitano. Cada cual lo hizo en su estilo y el flamenco definitivamente se internacionalizó, con las ventajas y desventajas que tiene para los sonidos folclóricos hacer parte de la globalización. Paco de Lucía, por ejemplo, incorporó a su formato instrumental el cajón peruano y se encargó de estrechar vínculos con propuestas de respaldo masivo, como el rock y el jazz.

Luego de interpretar algunas obras de Manuel de Falla (1876-1946), el guitarrista español se unió con otros dos grandes de la guitarra: Al Di Meola, personaje muy cercano al rock, y John McLaughlin, figura emblemática del jazz, con quienes realizó registros transversales en su historia: Friday Night in San Francisco (1981), Passion, Grace and Fire (1983) y The Guitar Trio (1996), que presentó en vivo y en directo en Colombia un año después de su lanzamiento oficial.

En octubre del año pasado, Paco de Lucía visitó Bogotá y Medellín en una serie de conciertos en la que explotó el formato del septeto. En esa oportunidad, con todo y su timidez, mostró la alegría de sentirse respaldado por el público colombiano. Fue su última visita porque el español murió ayer en Cancún, México, después de sufrir un infarto. Revolucionó el flamenco, no se inventó la guitarra, pero sí que le sacó provecho, y a través de la música mostró su realidad. Lo demás es historia, es un lamento al mejor estilo del cante jondo.

 

jpiedrahita@elespectador.com

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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