El Magazín Cultural

Hitler y Chaplin y Freud

La angustia causada por la tiranía siempre ha tenido su salida natural en la sátira, estilete agudo y doloroso que ha permitido a las sociedades oprimidas sobrevivir al sátrapa, al dictador y al asesino en el poder.

Mauricio Navas Talero
01 de agosto de 2017 - 02:10 a. m.
Hitler, Freud y Chaplin. /Archivo
Hitler, Freud y Chaplin. /Archivo

“El humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo”, acuñó el padre del psicoanálisis. “El poder intelectual de un hombre se mide por el humor que es capaz de utilizar”, dijo Friedrich Nietzsche.

Hitler, Manuel Antonio Noriega, Francisco Franco, Augusto Pinochet, Anastasio Somoza, Joseph Stalin, Donald Trump, pasaron a la historia de la humanidad con gesto adusto y no tengo a la mano un chiste o una frase graciosa emitida por alguno de ellos. Oscar Wilde, Winston Churchill, Charles Chaplin, Lucas Caballero (Klim), Enrique Jardiel Poncela, Jonathan Swift, todos emblema de la oposición a algún tirano, son inseparables de la inteligencia y el humor.

“El amor imbeciliza a los genios y genializa a los imbéciles”, sentenció Jardiel Poncela. “Perdona siempre a tu enemigo, no hay nada que le enfurezca más”, Oscar Wilde. “Un fanático es alguien que no quiere cambiar de opinión y no puede cambiar de tema”, Winston Churchill. “El viento era de tal naturaleza que logró despeinar a un argentino que iba en frente de mí”, Lucas Caballero Klim. “La mayoría de las personas son como alfileres: sus cabezas no son lo más importante”, Jonathan Swift. “Nunca te olvides de sonreír, porque el día que no sonrías será un día perdido”, Chaplin.

La angustia causada por la tiranía siempre ha tenido su salida natural en la sátira, estilete agudo y doloroso que ha permitido a las sociedades oprimidas sobrevivir al sátrapa, al dictador y al asesino en el poder.

Sabios los reyes que permitían al bufón hacer burla de la corte para alivio de la plebe que encontraba en la risa el desahogo de su inconformidad, porque el rey, legítimo en su trono, no temía a la sátira de su oponente, mientras la rémora ilegítima del poder se amedrenta con la caricatura porque sabe de la fragilidad de su estado. Pareciera, pues, que las tiranías nacen divorciadas del buen humor y que mientras en la democracia se vale combatir con un buen chiste, en las mentes de los sátrapas sólo se vale el combate con la tortura, la desaparición o la muerte.

Por Mauricio Navas Talero

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