El Magazín Cultural

John Williams: luces, cámara… música

“Superman”, “E.T.: El Extraterrestre”, “La guerra de las galaxias”, “Indiana Jones”, “Parque Jurásico” y “Tiburón” han sido algunas de las bandas sonoras creadas por este personaje, en el que se dan cita el arte sonoro y el desarrollo cinematográfico.

Juan Carlos Piedrahita B.
12 de febrero de 2017 - 06:53 p. m.
John Williams tiene una trayectoria artística que supera seis décadas de actividad en la música y el cine.  / Cortesía
John Williams tiene una trayectoria artística que supera seis décadas de actividad en la música y el cine. / Cortesía

John Williams prefiere rehuirle a cualquier invitación para ir a cine. A sus 85 años, recién cumplidos el 8 de febrero, ya sabe que ninguna trama es capaz de ocupar su cabeza y desplazar los pensamientos sobre las bandas sonoras que comienzan a llegar a sus oídos, y la experiencia le sugiere que solamente podrá encontrar tres posibles reacciones. Si la música resulta inferior a sus expectativas, el proceso mental lo lleva a diseñar procedimientos para imprimirle emotividad a la partitura. En caso de que pase lo contrario, su inconsciente competitivo emerge para decirle que es necesario trabajar más duro porque los demás, sin importar sus nombres, estás haciendo cosas mucho mejores. Finalmente, la tercera opción, que pasa con demasiada frecuencia, es que el sonido que marca el devenir de las escenas es de su propiedad y él prefiere que su obra hable por ella misma y odia entablar diálogos con sus creaciones culminadas.

Cuando Williams declina la invitación para ver una película, sabe que en su casa lo espera una interminable colección de piezas clásicas, aunque a veces prefiere saltarse algunos siglos y confrontar a los compositores contemporáneos. De ellos, tanto de los grandes maestros del barroco y el período clásico como de las mentes de vanguardia, ha aprendido a estructurar su música para realizar algunas de las películas más importantes de la historia del cine. La dupla con Steven Spielberg es más que contundente y el éxito se debe a que ambas personalidades saben respetar el espacio del otro. El directo adapta el cronograma de edición a los tempos musicales para que imagen y melodía caminen de la mano y se mezclen, como debe ser.

 Los directores de cine Steven Spielberg, George Lucas, el violinista Itzhak Perlman y el chelista Yo-Yo Ma han sido personajes muy cercanos para John Williams. Con ellos ha sacado adelante propuestas muy elaboradas. Una de las grandes ventajas que ha tenido Williams es que además de ser compositor, es un arreglista consumado y un director de orquesta hábil cuando se trata de envolver a los músicos en un exigente halo colectivo, en el que el reto es transgredir la técnica para tomar el rumbo de la emotividad. Pocas personas conocen el discurso musical erudito y no les interesa enredarse con los conceptos y definiciones, pero la humanidad tiene en común la piel y a través de ella puede sentir, recordar y evocar. El mérito de Williams es haber llegado con su partitura a lo colectivo, pero para hablar y tocar a cada ser por separado.

Es imposible pensar en la aleta del tiburón sin su fondo musical característico. Es un desperdicio incluir una imagen de Indiana Jones y omitir las partituras creadas para la película. A Superman le puede faltar su cachumbo de pelo sobre la frente, pero no el sonido mientras la capa se mueve con el viento. La contundencia de Darth Vader se reduciría a la mitad si su figura no estuviera siempre acompañada por “La marcha imperial”. ¿Alguien se puede imaginar silente a E.T. en la canasta de la bicicleta robándole protagonismo a la luna? Contemplar el cine de ahora sin música es tan difícil como pensar en John Williams sin una banda sonora.  

 

Por Juan Carlos Piedrahita B.

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