El Magazín Cultural

La arqueología, o contar la historia que no fue escrita

Tras prolongados trabajos de investigación, el FBI logró recuperar cuarenta piezas precolombinas que fueron traficadas en mercados ilícitos en Estados Unidos. La arqueóloga y diplomática Allison Davis, investigadora al frente del caso, habló para El Espectador.

Maria Paula Lizarazo
30 de octubre de 2018 - 08:32 p. m.
Imagen de algunas de las piezas precolombinas rescatadas por un equipo de investigadores del FBI. / Cortesía
Imagen de algunas de las piezas precolombinas rescatadas por un equipo de investigadores del FBI. / Cortesía

Estadounidense, de apellido Miller. Se dice que recolectó y traficó durante décadas bienes culturales de más de 200 países, entre los que se encontraban Colombia, Nueva Guinea, Rusia y China. Este mes, cuarenta piezas precolombinas que se encontraban en tráficos ilícitos en Estados Unidos a causa de este hombre, fueron recuperadas y regresadas a Colombia. Las piezas, mayormente de joyería, cerámicas y piedras, no obstante pertenezcan a culturas indígenas del Caribe y el altiplano nariñense fueron llevadas al Museo Nacional, en Bogotá, y diez de ellas estarán expuestas hasta el 18 de noviembre en el marco de la exposición Al Rescate.

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¿Qué puede contarnos sobre este caso de repatriación de piezas?

No sé cómo empezó la investigación, pero al momento de entrar a su casa [la de Miller], vieron miles y miles de bienes culturales de todo el mundo. Hay algo muy interesante de este caso, ha sido un trabajo muy difícil identificar que tal pieza proviene de tal país y después trabajar con cada país para lograr la repatriación de los bienes culturales.

Desde su punto de vista, ¿qué puede significar esta repatriación de piezas para Colombia, tanto en lo arqueológico como en lo cultural?

Bueno, yo soy arqueóloga de formación, entonces cuando yo veo un bien fuera de su contexto, reconozco que hemos perdido la capacidad de estudiarlo en su contexto original con la gente que lo trabajó o lo utilizó. Pero cuando hacemos devoluciones como esta, va a disminuir el motivo para huaquear dentro de Colombia porque la gente ve que ya no se puede ingresar tan fácil un bien cultural de Colombia al mercado de Estados Unidos. Para mí como arqueóloga, lo más importante es mantener debajo de la tierra lo que todavía queda debajo de la tierra.

Por ejemplo en el campo de la arqueología, ¿qué tensiones y qué diálogos hay con comunidades indígenas frente al interés de estudiar y preservar piezas?

En Estados Unidos tenemos una historia complicada. Arqueólogos fueron a lugares de comunidades indígenas y sin pedir permiso han escarbado en los entierros de sus antepasados, sin permiso, sin consultar, sin nada. Fue en el año 1990 que el congreso aprobó una ley que exige consultar con las comunidades indígenas. Un arqueólogo no puede ir a tierras de indígenas y excavar sin permiso. Además, frente a las ofrendas funerarias que están en museos, los museos deben buscar a las comunidades y ofrecer repatriarlas.

Usted ha trabajado en Perú y México también, ¿qué le interesó en particular de estos lugares?

Cuando empecé a estudiar arqueología en la universidad, un profesor trabajaba en Perú. Él me invitó y empecé a estudiar los grandes imperios. Poco a poco mi interés cambió hacia las comunidades más antiguas y fui a Cuzco para intentar conocer sobre las gentes que vivieron ahí dos mil años antes que los incas. La verdad es que la preservación en Perú, en las alturas, es muy buena, entonces es la oportunidad para estudiar, encontrar...

¿Qué es lo que más le gusta de la arqueología?

Personalmente me encanta poder mirar objetos concretos, desechos de la vida cotidiana, y empezar a contar la historia que no fue escrita de la gente, como los que vivieron dos mil años antes de los incas o como la gente que sufrió la colonia y que no fue mencionada por los conquistadores.

¿Qué retos tiene hoy la arqueología?

Los huaqueros… Nos quitan la oportunidad de contar historias. Y más allá de eso, siempre hay preguntas por hacer.

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Además de Davis, este evento contó con el acompañamiento de Aleisha Woodward, funcionaria del Departamento estadounidense que vela por la protección del patrimonio cultural en todo el mundo, quien fue una de las participantes del Seminario de Patrimonio Cultural realizado en el marco de esta repatriación.

Ahora bien, este acontecimiento, además de una celebración debe ser la semilla que albergue nuevos sentidos para reflexionar cómo en este país se está configurando lo nacional, es decir, qué implica  el lugar del museo -ubicado en el centro geográfico- en este caso de repatriación.

Claro, la mirada debe ser dialéctica: por un lado, se trata del interés de algunos por preservar rastros del pasado que aún hoy afectan el modo en que miramos hacia atrás y las narrativas cotidianas con que nos enfrentamos a ello; por otro lado, se trata de una serie de discursividades que permiten analizar las piezas en el contexto de una nación y que si bien conforman una idea sobre la colombianidad, no hay que dejar de pensar en su particularidad teniendo en cuenta su lugar genuino de pertenencia y lo que esto puede susurrarnos: las piezas, entonces, no pueden separarse de su discurso propio ni de los sujetos de ese discurso, no pueden obviarse los grupos específicos a los que pertenecían -ni sus características, ni sus códigos culturales, ni sus lenguajes-, separarlas, a la hora de significarlas, implicaría enfrentarse a un objeto vacío.

 

Por Maria Paula Lizarazo

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