El Magazín Cultural

“La entretarde”: entre la memoria y la esperanza

Hernán Estupiñán, periodista y escritor presenta su sexta novela, “La entretarde”. 

Manuela Cano Pulido
03 de julio de 2019 - 04:16 p. m.
Hernán Estupiñán, autor de libros como "El fantasma de la desnudez". / Gabriel Aponte
Hernán Estupiñán, autor de libros como "El fantasma de la desnudez". / Gabriel Aponte

La calle 13, la Estación de los Mártires, el edificio Los Molinos, y, sobre todo, la estación del Tren de la Sabana son unos de los lugares que están arraigados a la historia de la ciudad de Bogotá y que aparecen en “La entretarde”, la nueva novela de Hernán Estupiñán. Las escaleras de la Estación, sus columnas gigantescas, y sus múltiples historias de personas de otro tiempo, que la atravesaron, la pisaron y la convirtieron en un lugar de desplazamientos y migración, se vislumbran en las páginas de ese relato algo nostálgico de un lugar que parece detenido en el tiempo. 

Estupiñán se preocupa dentro de su novela por la memoria, el recuerdo, de lo que alguna vez fue esta ciudad capital. Pero también se acerca a las memorias familiares, a la época de la infancia, a otro pasado más individual, personal y propio. Allí mismo se encuentra el génesis de la trama que entreteje la novela. Es la historia de dos hermanos, Ángel y Miguel, que se hacen una promesa de reencontrarse en la estación de Tren de la Semana, treinta años después de que uno de ellos lograra conquistar a la mujer que ambos amaban.

El pasado y la historia no ha sido un tema ajeno para el escritor colombiano, que también se ha desempeñado como periodista y es el jefe de emisión de Noticias RCN, pues entre seis libros de cuentos y cinco novelas muchos han sido dedicados a volver en el tiempo, a diferentes pasados e historias. En “Tolstói o el arrepentimiento”, el autor viaja al siglo XIX siguiendo los pasos del escritor ruso, en  “Bach o la lluvia tardía” se acerca a la fe del compositor del siglo XV, y en “El nuevo reino” retrata la Bogotá de finales del siglo XVIII.

En cuanto a “La entretarde” el autor afirma que “la memoria en la novela discurre en un plano narrativo, es la recordación de todos esos lugares que evoco en la novela empezando por la estación del Tren de la Sabana, que es una especie de monumento en el sentido de “elefante blanco”, como una mole de cemento que ha tenido dificultades frente a la administración, al Estado, a su continuidad, entonces esa proyección hacia el futuro no se ve, porque es un monumento estancado. Pero sí se ve la evocación del tiempo, de los viajes en el tren de la sabana”.

La memoria, sin embargo, también es la posibilidad de un futuro, pues, como dice el autor, en esta reside la esperanza. Esa que el escritor colombiano encontró en la fe. “Desde hace un tiempo mi literatura ancló en los terrenos de la fe (...) supe que tenía que entregarles mis libros a Dios”, afirma el autor, quien decidió hace unos años que la literatura era lo más preciado que tenía y que por eso debía entregársela. 

Además de ser el aspecto más preciado en la vida del autor, este tiene claro sus preferencias dentro del amplio campo que esta brinda. Para él la literatura se siente más real cuando las obras están narradas en primera o segunda persona. Por eso decidió que en esta novela habría tres narradores y tres puntos de vista. Miguel, Ángel y Sarita, son los tres narradores de un libro que trata de una promesa de treinta años hecha por los dos primeros, una promesa los dos hermanos decidieron ir a cumplir. En cuanto a Sarita, una niña inquieta, la hija de Ángel, podría haber sido un reto para el autor, sin embargo, dice que “no sé porque a mí me queda bien narrar desde una voz femenina. No sé por qué, pero los personajes femeninos tienen en mi interior cierta fluidez”. 

La historia transcurre en la “entretarde”, una palabra tradujo el autor del italiano, y que se refiere a ese momento del día en que aún no es de noche y en el que la tarde se comienza a desvanecer. “Es la hora de la tertulia, de hablar de con los amigos, de salir del trabajo, de desestresarse, de conversar de los sueños, de los proyectos”, anota Estupiñán. 

Finalmente, es una historia que tiene raíces en dos experiencias muy íntimas del autor. Un reencuentro planeado años atrás con sus amigos del colegio, y un amigo que sufrió de un aneurisma cerebral, que lo dejó únicamente con una memoria de los acontecimientos del pasado lejano. Las dos le dan forma a un relato. Donde Marina, el amor de los dos hermanos, sufre esa misma enfermedad, y es ella también la principal causa para que Ángel y Miguel juren reencontrarse luego de treinta años de ausencia.

Por Manuela Cano Pulido

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