El Magazín Cultural

La fascinación de la memoria

"La memoria es fascinante”, le dice un hombre a otro, “mira este experimento psicológico. A un grupo de personas se le enseñan diez imágenes distintas de su infancia, nueve de ellas son realmente de su infancia y una es falsa: un retrato trucado de su imagen añadido a una feria que nunca visitaron.

Lucas Ospina
23 de noviembre de 2017 - 04:22 p. m.
Imagen de la película Vals Im Bashir. / Captura de pantalla de Youtube
Imagen de la película Vals Im Bashir. / Captura de pantalla de Youtube

El 80 % se reconoció en la imagen, asumió la foto como prueba de una experiencia real. El 20 % restante no pudo recordarla. Los investigadores insistieron, preguntaron de nuevo y esta vez las personas restantes tuvieron un recuerdo del evento a partir de la imagen –“Fue un maravilloso día en el parque con mis padres”–. Todos recordaron una experiencia completamente fabricada. La memoria es dinámica. Está viva. Si algún detalle se pierde, la memoria rellena los huecos con cosas que nunca ocurrieron”.

El diálogo está en Vals con Bashir (2008), una película animada del israelí Ari Folman. El director comenzó el proyecto al darse cuenta de que no recordaba pasajes enteros de algunas de las misiones en las que participó como soldado durante la primera guerra con el Líbano de los años ochenta. En su documental entrevista a otros soldados que sufren del mismo mal y entre todos ayudan a recomponer el pasado buscando los detonantes que bloquearon la posibilidad de recordar. El recurso de la animación produce un efecto extraño, la voz de los personajes los hace emotivos, pero visualmente lucen mecánicos, una suerte de zombis. Este distanciamiento intencional se comprende al final de la película.

En la última secuencia, en minuto y medio, la película deja la animación y choca al espectador con el documento periodístico de un suceso, el día después de una masacre: el registro audiovisual de lo que sucedió del 16 al 18 de septiembre de 1982, cuando las milicias cristianas de Bashir Gemayel vengaron el asesinato de su líder en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila. En la zona, controlada por el ejército israelí, los altos mandos de ese ejercito dieron ordenes dispares, entre ellas lanzar bengalas durante toda la noche, un falso sol que le permitió a los paramilitares consumar su genocidio: entre 762 y 3.500 civiles asesinados.

Sí, la memoria es fascinante, nunca estuvimos en Sabra y Shatila, pero ahora tenemos un recuerdo vivo, ese video de minuto y medio de realidad sin velo pega fuerte, es un shock de empatía con la situación y los familiares de las víctimas. La emoción, provocada por un evento veraz o por un experimento psicológico, siempre es real. El director fabricó una película para insertar ese momento humano a la locura, a la memoria, que está viva y es dinámica.

Los documentales de la Gira Ambulante Pueblos Patrimonio son películas que enseñan a ver, son armas poderosas para combatir el analfabetismo visual fomentado —en mayor grado— por la publicidad, el entretenimiento, las noticias y —en menor grado— por la ceguera de pensar que solo porque vemos ya sabemos ver: ver es un aprendizaje.

Por Lucas Ospina

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