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Cortarle la cabeza al maestro del cine

En una entrevista, Suely Rolnik comparte una anécdota que el activista indígena Aitón Krenak le contó sobre el Río Doce en el amazonas brasileño. A las orillas del gran río vive una comunidad indígena y en la misma región está la poderosa minera Valle de Río Doce. Dicha empresa minera contaminó el río a niveles dramáticos: parecía haberse secado por completo. Dos años después, la comunidad descubrió que el río había encontrado una manera de continuar fuerte y limpio por debajo de la tierra.

Valentina Giraldo Sánchez
02 de julio de 2020 - 03:39 p. m.
Suely Rolnik, psicoanalista, habla sobre la necesidad de explorar nuevos caminos para resurgir. Esto aplica, por ejemplo, para las mujeres y su lucha en la industria cinematográfica.
Suely Rolnik, psicoanalista, habla sobre la necesidad de explorar nuevos caminos para resurgir. Esto aplica, por ejemplo, para las mujeres y su lucha en la industria cinematográfica.
Foto: CPFL Cultura

El ejemplo lo emplea Rolnik para hablar de cómo debemos andar por un camino diferente cuando nuestra vitalidad se ve amenazada. Quiero enlazar esta idea del ser como el río a la metáfora de las olas del feminismo y el complejo hidrográfico de las mujeres que, estando unidas, somos un río que desemboca en el mar. Constantemente nuestra vitalidad se ve atravesada por un sistema que responde a una agenda patriarcal y nos toca, muchas veces, buscar cómo cambiar nuestro cauce. El sistema, sus prioridades, su agenda y su mandato parecen una gran constructora de muros, de límites. Reducidas a la decisión de la transfiguración, a nuestro río le toca cambiar de forma: una alternativa de protección a la vitalidad. Dentro del acto creador de la metamorfosis de nuestro cauce, siguen existiendo referentes que la gran empresa de muros escaló hasta volverles ícono. A la hora de preguntarme por qué estudié cine, concluí que fue una de las múltiples formas para transfigurar mi cauce. Al llegar a la academia, descubrí que la mayoría de “cabezas visibles” son las de los “maestros” de la historia del cine.

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Griffith, Godard, Fellini, Truffaut, Hitchcock, Álvarez, bla, bla, bla... Son cabezas de los “maestros” de la historia del cine. El cine podría pensarse como un transitar constante de afectos, no simplemente como algo que apela a lo sentimental sino también a algo que te afecta, que te perturba en diferentes matices: político, semántico, personal, cultural… Una película es un acontecimiento que podría traducirse como una experiencia muscular que te atraviesa corporalmente, que te afecta. Gran parte de las películas que trazan el recorrido académico que he caminado, responden a una construcción narrativa en donde solo parecieran ser visibles “los maestros”. Son visibles porque la historia los considera relevantes. En la historia central, la historia visible, la Historia con H mayúscula, las asociaciones metafóricas a un “arte femenino” siempre terminan relegando a las miradas disidentes y apremiando a los “grandes autores” para que sean los que escriben el camino de las imágenes.

Pensar en estudiar y trabajar en el medio audiovisual puede llegar a ser frustrante. Frustran las ideas de “los grandes maestros”, la historia machista que hay detrás de muchos, la idea de que los profesores en las escuelas digan que “este medio es un medio de contactos”, y las jerarquías, los ejercicios de poder, que subyacen en el modelo industrial del mundo cinematográfico.

Solo quiero pensar en cortarles la cabeza a los grandes autores y abrirnos el camino a las miradas que transgreden ese discurso aburrido que ha escrito la institución del cine. Cortarle la cabeza al maestro y fundirse en la hidrografía, que entre compañeras y amigues se gesta. Hacer de este afecto cinematográfico un yo corporal y fluvial que reclame una venganza, que por demás es histórica. Al frente de esta historia audiovisual, que pareciera corresponder a una trama relacional hegemónica y a un robusto sistema de privilegios, nos queda entre el camino la política que llevamos bajo la piel. Aflorar el grito y contestar. Nuestra piel, que esta mudando constantemente (como el río que se ve obligado a cambiar de forma), es una superficie fotosensible que espera un cine en el que podamos estar tranquilas cada vez que hablemos con voz propia. Se trata de fragmentar esa semántica jerarquizadora del discurso patriarcal.

Ante el desgaste de los comentarios de varios de mis profesores en clase, sus chistes machistas y su autodeterminación al creerse superiores, nace la necesidad cada vez más vigente de ser una hidrografía que desemboque en un mismo espacio creando un sostén simbólico, afectivo y material de las miradas disruptivas.

Muchas veces, nuestras palabras nacen de un nudo en la garganta y nuestras imágenes de un nudo en la mirada. Se cree en el espejismo de una estructura cultural hegemónica, en la cual si se cae el ídolo (el maestro) la cultura cae con él ¡Qué ganas, entonces, de que caiga la cultura! La socióloga Silvia Rivera Cusicanqui, en su texto “La noción de ́nación ́ como camisa de fuerza de los movimientos indígenas”, indica que en los procesos coloniales existe un monopolio del normar y del nombrar, en donde la estructura semántica y la sintaxis del discurso de la Historia responde a quien está en el papel del colonizador. En la escuela de cine pareciera funcionar así: la semántica y la sintaxis del discurso es la historia de las cabezas visibles de los maestros. A partir de estos se norma y se nombra.

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Por lo pronto, abracémonos en un tejido desde el cual podamos trenzar el hilo de la memoria, el hilo vital y el hilo político. Abrazarnos para resonar corporal y creativamente, creando un gesto de venganza. Una venganza que será la ternura de la imagen. Será un sonido ensordecedor. La venganza no será más la trama. La venganza será el entramado. Será el río por debajo de la tierra, más fuerte y más vivo. Serán nuestros pasos haciendo camino. Serán los gritos de nuestras madres. Esta será la venganza. El cuerpo del fotograma. La cámara lúcida. El espejo quebrado. Nuestra venganza es un acto creativo, transformador, enojado, valiente y resistente.

Por Valentina Giraldo Sánchez

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