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La Negra Grande de Colombia, reina de ébano, oro y marfil

Leonor González Mina debutó en la música en el Teatro Olympia de París. Ya perdió la cuenta del número de discos que ha grabado, pero recuerda con cariño dos de sus personajes en televisión, Hipólita y Zenobia.

Juan Carlos Piedrahíta B.
21 de mayo de 2016 - 01:42 a. m.
Leonor González Mina dice que todavía le falta grabar muchas canciones del folclor del Pacífico y el Caribe.  / Cortesía Teatro Colón
Leonor González Mina dice que todavía le falta grabar muchas canciones del folclor del Pacífico y el Caribe. / Cortesía Teatro Colón

Leonor González Mina tiene en su garganta los tres registros femeninos. Es soprano cuando se requiere, mezzosoprano de acuerdo con la necesidad y contralto cada vez que se le ocurre. No es vanidosa con su voz, más bien se siente agradecida porque sin mucho esfuerzo puede cantar lo que quiera, sin importar los matices ni las exigencias.

En su casa en Robles, población perteneciente al municipio de Jamundí (Valle del Cauca), las aves fueron sus primeras maestras en el canto. De niña imitaba sus sonidos y trataba de multiplicar, a veces con más talento que disciplina, todos sus registros naturales. Una mirla, de su mismo color, la visitaba todas las mañanas y, tal y como si le estuviera tomando la lección, cantaba una tonalidad distinta cada día para que Leonor González Mina repitiera el ejercicio. Esos sonidos de la naturaleza le ayudaron a entender, después sobre el escenario, la manera en la que podía diversificar su oficio artístico.

Durante su infancia jamás tuvo miedo, a pesar de que por la noche las autoridades mandaban a cortar la electricidad en Robles y a los habitantes les tocaba alumbrar los caminos con velas y lámparas de gasolina. Los jóvenes, salían a cantar en noche de luna, a bailar y a jugar en la plaza. En la época de vacaciones, quienes estudiaban en Cali y en las ciudades más cercanas llegaban al pueblo y aprovechaban la penumbra para ofrecer serenatas en las comunidades del entorno. Por supuesto, esa actividad tenía una líder única y consagrada.

“Desde ese entonces yo quería figurar como Leonor Mina, pero mi mamá, llena de prejuicios, me decía que si yo me quitaba mi primer apellido, la gente iba a pensar que yo era hija natural. Qué inocencia la de ella, así que me tocó ponerme Leonor González Mina, y quien me llamó por primera vez la Negra Grande de Colombia fue Hernán Restrepo Duque. Ese nombre artístico me ha sacado canas”.

Tiene momentos de ingrata recordación de su época de bailarina en el ballet de Delia Zapata Olivella, porque la danza, dice, nunca fue su fuerte. Su desempeño en ese arte del movimiento era tan discreto que la ubicaban en la parte de atrás del grupo para que no se viera mucho lo que hacía mientras cantaba.

“Mi carrera profesional tiene un comienzo muy bello, porque fue en el Teatro Olympia, en París. A mí me tocó cantar ahí porque Manuel Zapata Olivella hacía la presentación de los temas, pero no nos dejaron hacer eso, así que era necesario hacer la presentación continua sin intervenciones de voz, y me pusieron a ser el hilo conductor del espectáculo del grupo. Fue muy lindo, pero también de mucha responsabilidad”.

Estudió música en el Conservatorio de Cali y tuvo clases de actuación con Enrique Buenaventura. La academia no le sirvió de mucho para lo que ella quería comunicar, así que se retiró y se dedicó a explorar su voz con profesores privados. Algunos de ellos eran más sargentos que docentes, pero esa disciplina le ayudó a consolidarse en el medio de tal manera que publicó muy pronto su primer álbum, Cantos de mi tierra y de mi raza.

“Desde el primer disco hasta el más reciente (Lo mejor de mi vida), y ya he perdido la cuenta de cuántos he hecho, nunca he entendido por qué en mi espíritu se conectan el bolero, las músicas del Caribe, como El pescador y Yo me llamo cumbia, y las manifestaciones del Pacífico, como Tío Guachupecito y Mi Buenaventura. Para mí eso es un misterio todavía”.

En la música, la Negra Grande de Colombia es la reina de ébano, de oro y de marfil. Sus 62 años de actividad artística así lo demuestran y su voz le ha ayudado a desarrollar la actuación como medio alterno para estar siempre actualizada. Los dos personajes que más ha querido son Hipólita, la nana del libertador Simón Bolívar en la serie Revivamos nuestra historia, y Zenobia, en la versión original de Azúcar, dirigida por Carlos Mayolo.

“Yo aprendí mucho de Carlos Mayolo y de Jorge Alí Triana, pero no olvido que actué para Bernardo Bertolucci. Estábamos haciendo una escena en la que yo tenía que bailar un mapalé. No tenía muchas escenas habladas, entonces Bertolucci no tuvo mucho contacto conmigo, pero me dijo que le había gustado mucho mi trabajo. Él me explicó con toda la paciencia lo que yo debía hacer en escena y me enseñó que para actuar primero es indispensable creerse el personaje”.

Leonor González Mina no se siente muy cómoda con la denominación de afrocolombiana. Dice que ha sido discriminada, pero que desde pequeña ha sabido valorar su raza. El negro es su color y su mejor papel en la vida es ser la Negra Grande de Colombia.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

 

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