El Magazín Cultural

Santiago Rodas: presagios de un poeta innecesario

Un ambulante que sin miedo a nombrar lo ordinario augura buena tinta en el papel y en el asfalto. De profesión y omisión publicista, de la filosofía fiel feligrés, grafitero, muralista, fanzinero, poeta, editor independiente e ilustrador.

Manuela Saldarriaga H.
14 de abril de 2017 - 08:45 p. m.
Trampas Tropicales es un compilado de poemas escritos por Santiago Rodas e Ilustrado por Jim Pluk publicado por Editorial Atarraya. / Cortesía
Trampas Tropicales es un compilado de poemas escritos por Santiago Rodas e Ilustrado por Jim Pluk publicado por Editorial Atarraya. / Cortesía

Aunque con pocos o casi ningún verso con la cualidad de consonante, Santiago Rodas, o el Señor ok, podría llegar a ser referido hoy como una mina o una galería de composición intrépida de lenguaje verbal y visual. Nació en el 90, en Medellín, en El Poblado, o en una manga extensa que poco a poco se fue rodeando de edificios -más casas, y cada vez más solos-, Hijo de una generación de fincas y de brujería, como dice, y de otra tanda del desencanto.

De profesión y omisión publicista, de la filosofía fiel feligrés, grafitero, muralista, fanzinero, poeta, editor independiente e ilustrador. Presentarlo con una sola vitrina del caleidoscopio es contranatural. Él no sabe definir con exactitud qué es lo bello o qué entiende por el sentido de lo bello, pero cree que es un modo en como alguien se acerca a las cosas. No se puede pensar en su arte como algo divergente. Su camino es, parecería, uno solo: lo bello en lo cotidiano, lo sencillo, lo banal.

Entre el cubo gris, el cubo blanco y el papel virgen Santiago Rodas se traslada sin mesura. Sobre el museo y los sustratos tradicionales de arte fija su interés. “Me hacen falta los formatos de la calle, ahí me siento más yo mismo, es decir, más incómodo”. Ha separado, sin embargo, el muralismo de sus anhelos literarios. El trabajo de pintura urbana lo hace bajo el seudónimo Sr ok y la poesía bajo su nombre de pila. “Hay gestos, búsquedas compartidas, pero la pintura es diferente a la escritura en cuanto a tiempos y posibilidades. La mezcla potencia a ambas, las dos se alimentan pero también compiten, cuando pinto en la calle pienso en que debería estar escribiendo y viceversa. Un círculo de inconformidades”.

Su aprehensión de la ciudad, o bien la sensibilidad para hablar de ella, la describe en palabras de un poeta que vive en la península del aparente anonimato: Helí Ramírez, alguien que Rodas defiende como universal, o de la República Independiente de Castilla, que termina siendo lo mismo. Figuras poéticas como “la tormenta, queriéndole arrebatar los techos a las casas, y luego la gente, intentándole arrebatar los techos a la tormenta”, o bien, “Medellín colgando en una gota de silencio”, le son útiles para el inventario.

En él, el acto más blando es el oficio de pecar con poemas habituales y, el más vandálico, es el grafo fijado en las paredes. Resulta sugestivo hacer una pausa por sus sombras, pues el lenguaje visual, su lado oscuro de la luna, la pintura en el paisaje agreste de Medellín, le confiere una estética inconfundible. Contornos distópicos, estampados gracias al “arte ilegal”, con rasgos nada convencionales pero definitivos. Rostros. Casi espantos.

La máscara que pinta, categórica y por esto reconocible, siempre lleva el sello APC (Animal Power Crew, Animal Power Culture, Animal Planeta Crew), una tripulación incógnita de grafiteros en Latinoamérica. Esa máscara le ha otorgado una suerte de faz distinta a la de sus letras, pero actúa en ambas con la misma idiosincrasia. Alguna vez escribió sobre los grafiteros que “ese gusto a no saber, a no entender, es lo que los mantiene presionando aerosoles en las noches. Son, en este sentido, una especie de Bartlebys que ante la pregunta por el significado responden: “preferiría no saberlo”.

Aunque, de otro lado, por la pregunta de qué hace útil es la poesía, decía Chris Funkhouser: “Distinguir qué hace a un poema un poema y no otra cosa”. Para Rodas, en el papel, el poeta no cumple su palabra si no cambia los nombres de las cosas. “Un poeta que no niegue la poesía es medio ingenuo. La poesía per se es una forma de negación, no es una lengua arquetípica. No es un círculo cerrado, tampoco algo construido con resultados. Mientras menos poesía sea más poesía es”.

Sobre gestos y trampas tropicales

Santiago Rodas es un filósofo que ve por todo objeto, toda palabra y toda experiencia: una pregunta. Sobre la nada y lo habitual parece estar su fijación. “¿La nada es algo que nunca ha sido?”, primicia problemática planteada por él alguna vez. Helí Ramírez, entonces, funcionó como catalizador, una muestra de que la experiencia vital, la simple, puede ser poesía. En un contexto de violencia, encontrar cómo esta puede ser metaforizada bellamente, asegura, es sin duda abrirle una puerta a la ruina.

Su propia Acuarimántima ha sido su obra hasta ahora. Ha publicado los libros de poesía: Gestual y Trampas Tropicales, este último con una editorial artesanal, ‘Atarraya’, con la que ha publicado también, en compañía de otros, la revista independiente GRIS. A esto añadir la serie de fanzines Malacalaña con ‘editorialas’ insinuantes e ilustraciones del hombre como fenómeno, como bestia. Un diseño independiente autosugestivo, por nombre una feria.

Una buena calaña es el que Rodas ha sido un roedor de poesía joven y clandestina. Tiene el vicio de mandar a sus amigos un poema cada jueves, presentándolos como “poesía innecesaria”, poemas que a él le hubiera gustado escribir. Frank Báez, de República Dominicana, le interesa mucho por la ironía. Menciona además un arsenal de jóvenes poetas no mal recomendados, con menos de 40 años -para poner un límite de tiempo- y dice: “Por lo demás absurdo, aquí excluyo a alguien como Fabián Casas, que es uno de los más jóvenes de todos o a Francisco Hinojosa. La sutileza de Natalia Romero, la precisión de las imágenes de Jorge Posada, la dureza de Omar Pimienta, el cuidado de Manuela Gómez, el descaro de Legna Rodríguez” y podría seguir enumerando.

Una escritura nodal latinoamericana, de hecho, es un bulevar por el que Rodas transita. Lo de nodal es por tres fenómenos: i) el de producir contenidos libres mediante las ediciones cartoneras que se multiplican con abundancia; ii) el de intentar hacer una poesía performática y menos convencional – la presentación del libro Trampas Tropicales ocurrió así: mientras Jim Pluk ilustraba, Rodas leía en voz alta. Y, por último, iii) otorgar coordenadas y referencias situacionales mediante un lenguaje singular.

“Para mí la poesía no es un tema ni una manera de ponderar temas, que es el modo en cómo se entiende la poesía, incluso hoy en día, en muchas esferas en las que se mueve el discurso de la poético. No creo en lo formal ni en el dictamen de algunos grupos, casi siempre bajo los mismos nombres, que responden con aires de claridad la pregunta por la poesía. Nicanor Parra lo sabía y llamó a esa “ampliación por negación” antipoesía, porque ni había rima ni imágenes alegóricas en sus poemas, ni una búsqueda total de la belleza, había, eso sí, algo para decir y decirlo bien, con justeza, sin arabesco. Y en ese tener algo para decir, me parece, residen la poesía y la antipoesía”.

Apreciación/es de un poeta trashumante

Piensa de José Manuel Arango que es un poeta del silencio, de la sobrenaturaleza, algo que toma de Lezama Lima. Y dice un verso: “En ese momento en el que la radical extrañeza de todo te hiere”, y rato después otro: “En qué consiste la belleza, esa flor que se destruye con la mirada”. A Jaime Jaramillo Escobar X504 lo defiende como un genio viviente. Eso es: alguien que puede hacer de la granadilla poesía. Barba Jacob fue el primero que leyó conscientemente, sobre todo, por sus formas filosóficas.

A De Greiff le otorgó un pensamiento Heideggeriano, absurdo y líquido. Gonzalo Arango le parece un pésimo poeta, poco más efectista, salvo por Prosas para leer en la silla eléctrica. La poesía de Arango, dice, la identificó en su prosa, y después, cuando se politizó un poco más y volvió a esa idea de dios, cree que perdió un sabor especial. De la poesía colombiana, así como de la literatura, siente que hay poca crítica y no como una ideal, o del cronotropo; sino en la medida en que él busca lo opuesto al delirio del enaltecimiento mutuo.

La literatura colombiana y latinoamericana, no obstante, la concibe como un ejercicio errante pequeñoburgués, es decir, no hay periferias casi evidentes. Hay periferias interesantes pero poco publicadas. Lo que él hace ahora, con poco más de un cuarto de siglo, es un buen augurio de los buenos vientos que lo soplan o los presagios de un poeta innecesario. Esa extrañeza poética y visual que conjura en sus piezas, la refleja en la mixtura de su arte.

Aquí, dos de sus poemas por el mismo recodo:

La espalda del río

Los cuerpos bajan por el río,

un hombre con un palo espera,

es su trabajo.

Abajo el río se parte en dos,

el hombre desvía cada cuerpo

siempre por la derecha,

para eso le pagan.

El pueblo ya tiene suficientes muertos

como para que el río

traiga más, como si nada,

en su espalda.

Los cuerpos

Por la Iguaná 
bajan los cuerpos 
como en un desfile, 
saludan a quien los ve.

Boca arriba 
boca abajo
como grandes peces
 
que lleva la corriente.

A veces se detienen en las piedras 
a meditar o a descansar.

Algunos son capturados
por la policía
 
que les impide seguir con su camino, 
otros se pierden en las bifurcaciones del río, 
otros llegan felizmente al mar.

Por Manuela Saldarriaga H.

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